jueves, 3 de octubre de 2013

BABIECA, EL RESUCITADOR


El Cantar de mío Cid, nos cuenta que Rodrigo Díaz, el Cid Campeador, llegó a dominar todo el oriente de la Península Ibérica a finales del siglo XI, a lomos de su leal montura Babieca. La leyenda de Cardeña, hacia el 1270, narra que la esposa del Cid montó el cadáver de éste sobre Babieca para hacer creer a sus enemigos que seguía vivo. Babieca avanzó con el cadáver del Cid Campeador hacía sus adversarios y estos acabaron huyendo amedrentados con la sola presencia del Cid a lomos de Babieca. Años antes el Cid había ganado memorables batallas y se había creado un áurea de invulnerabilidad que tenía atemorizado a todos sus rivales. 

A lo largo de la historia los paladines, líderes, ganadores o héroes han tenido escuderos que han desempeñado una labor, en muchas ocasiones, tan significativa o más que el propio protagonista. Este es el caso de Babieca, el veloz y ágil caballo del Cid. Fiel y noble compañero fue el principal artífice de esta hazaña ilustre. Babieca fue el resucitador del Cid, él le dio la vida y venció a todo un ejercito con la ayuda de un muerto. Un muerto que durante un tiempo dejó de serlo y volvió de la oscuridad al mundo de los vivos para conseguir lo que ni un ejercito habría conseguido. Atemorizar y vencer, triunfar y humillar, rendir y desterrar, glorificar y deshonrar.

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