martes, 8 de octubre de 2013

EL MUNDO NO ES LO QUE PROMETE


El pasado mes de septiembre en los jardines del Parc de la Ciutadella me encontré con un antiguo amigo. Tras los saludos de rigor y las primeras frases de reconocimiento decidimos continuar la charla en un bar cercano tomando unas cañas. Con setenta años a sus espaldas me hablaba Manolo del cansancio que empezaba a tener por la vida, de su espléndida juventud repleta de sueños, ilusiones y amores, de como pasados los años la realidad fue turbia y desdeñosa. 

Me contó que continua siendo asiduo a los museos y a los viajes culturales y este verano había estado en Nueva York aguantando estoicamente las caminatas turísticas que dejan a uno molido. Había visitado un pequeño museo, la Frick Collection, donde encontró cinco o seis cuadros deliciosos, de Velázquez, Vermeer y Rembrandt. Se extendió en un su relato de un cuadro de Rembrandt, "Autorretrato con bastón", donde se ve a Rembrandt, me iba contando, con unos cincuenta y tantos años y apariencia de viejo. Rembrandt está sentado, los brazos apoyados en un butacón; viste una bata malva, un ropaje amarillo dorado, una camisola blanca y un cinturón rojo, pero el foco de atención del cuadro es la cara, y sobre todo sus ojos, algo oscurecidos por la sombra del ala del sombrero. Me comenta Manolo que se vio reflejado en esa mirada de Rembrandt, una mirada de cansancio en la que hay una infinidad de fracasos, de actos vergonzosos inconfesables, de indecisiones y pesadumbres; es un mirada de desencanto total. El mundo nunca fue lo que prometía. Ese Rembrandt viejo sabe que lo mejor de la vida pasó, y que no queda otra que esperar el fin con la mayor dignidad posible. Manolo me mira ahora con esos ojos lacónicos y me dice que si alguien le preguntase qué había sacado en limpio de la vida le mostraría en silencio esa mirada de Rembrandt.


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