martes, 25 de febrero de 2014

MIL AÑOS EN POS


Hoy viajaremos en el tiempo casi mil años. Navegaremos por esas tierras yermas en las que el "bienacido" (así lo llamaban los juglares) divagó durante años, desterrado, lejos de su amada Jimena, de sus hijas, de su Burgos y de su reino. Desterrado por el rey Alfonso VI a causa de las injurias y las envidias de los más cercanos, los que siempre habían luchado a su lado, hombro con hombro (se ve que la mala leche y la envidia tan característica de nuestro entorno viene de antaño). 

Dejó su ciudad contra su voluntad escoltado por los nobles más fieles a su causa, Martín Antolínez, Pedro Bermúdez y su mano derecha Minaya Álvar Fánez, gran estratega. Con un reducido grupo de caballeros reconquistó plazas en Castilla, Aragón, Valencia, en tierras moras (tal como reza en los cantares), batallando durante años contra árabes, venciendo a emires y a sus fabulosos ejércitos, encumbrándose con riquezas incalculables que equitativamente  dividía entre sus vasallos, los cuales se iban incrementando en cada victoria. Temido por los infieles pero también respetado, siempre actuó con mesura y consideración respecto al ser humano por encima de cualquier tipo de creencia y condición, cosa que le engrandecía y sus enemigos admiraban. Este barbudo capitán, vencedor de mil batallas, reconquistador de una tierra invadida, portador de la "Colada" ganada en batalla a Ramón de Berenguer, y como no, de la "Tizona"; cabalgó a lomos del legendario Babieca, restauró el sosiego en Valencia, ensanchó el camino para lo que terminó casi cuatro siglos más tarde Isabel y Fernando.

Cuando contemplas los vetustos muros de Calatayud, de Almazán, de Medinaceli, de Sagunto o de San Esteban de Gormaz y recuerdas tiempos pretéritos de acero y sangre, de tierra y fuego, de traiciones y sometimientos, de invasiones y capitulaciones, cuesta digerir el modus vivendi de aquella época ya milenaria. Instalados placenteramente en la deleite del siglo XXI nos sentimos incapaces de asimilar aquella lejana realidad y lo representamos como un fabuloso cuento, novela, verso o cantar, que el erudito Per Abbad transcribió a papel y estoicamente, zigzagueando entre los avatares del tiempo y la vanidad humana ha llegado hasta nuestros días cual milagro papal inspirado por el Cid Ruy Díaz de Vivar, el Campeador.



martes, 18 de febrero de 2014

GILÍS

El notable afán de los que regentan cualquier institución, ya sea muy grande o muy pequeña (aunque el tamaño de la misma influye proporcionalmente) para actuar de cara "al resto del pueblo" con una insolencia notable y un abuso administrativo intolerable, hace suponer que piensan que el contribuyente es tonto de nación (esto viene de Cela) e irreversible.

En la más rugiente actualidad tenemos el claro ejemplo de los nuevos contadores de luz que nos obligarán a utilizar sí o sí, los llamados "contadores inteligentes", que parecen fabricados para usuarios "gilipollas" (de "gilí" que a su vez viene del caló "jili" que significa tonto y lelo, lo de "pollas" se sobreentiende que es para dar más énfasis a la palabra) como ayer mismo dijo a los medios de comunicación Cayo Lara. Una vez más y como medida ya normalizada (porque la plebe es "gilipollas" o "gilí", si la otra palabra enoja a alguien al leerla) estos cambios supondrán que los "gilís" paguen más a los regentes y todo camuflado camaleonicamente en unos pagos por horas según la fluctuación del mercado (una galopara de necedades) que ni el Altísimo sería capaz de aventurarse a decir un precio aproximado del coste de la luz para el mes que viene, y todo esto sin contar con el fijo de la factura que cada día es mayor. Ahora si que lo han conseguido, ahora podemos decir que el Todopoderoso es un "gilí", gracias a la ineptitud de nuestros regentes, a los que por analogía con el Creador (así se ven) también pondríamos definir como "gilís", ya que se lo han ganado a pulso.

Haciendo acopio para seguir escribiendo aun sin saber lo que me costará la luz consumida al usar el ordenador (espero poder superarlo, que angustia, una más, malditos "gilís" regentes), transcribo una pequeña conversación:

- ¿Usted cree que hay mucho "gilí" suelto?

- Si señora, y colegiado y agremiado y sindicado. Los "gilís", gracias a Dios, ni faltan ni sobran y, aunque están todavía por contar, pienso que ya tenemos todos los que caben.

martes, 11 de febrero de 2014

LO INDESTRUCTIBLE


Llega un momento en la vida en el que lo más valioso y lo más sólido es el presente, el instante que vives, cada segundo vigente es un regalo, una dádiva donada generosamente por ellos, tus creadores, tu padres. Llegar a esta reflexión no es fácil. Tenemos una gran tendencia a pensar que la juventud, los tiempos pretéritos siempre fueron mejores que el presente y por supuesto mucho más satisfactorios que el incierto futuro. La incertidumbre crea insatisfacción y desasosiego, y lo venidero va ligado a estas inquietudes. Quizás a medida que pasan los abriles las tornas van cambiando, de noveles soñamos con un fabuloso futuro y cuanto más entrados en años la tendencia es añorar el precioso pasado. En algún momento de este proceso deberíamos de ser capaces de valorar el presente como su propia palabra lo define, como un presente, un regalo.

Los recuerdos, el pasado, forma parte de nosotros, incluso diría que es una parte fundamental de nuestro yo. Pensamos, actuamos y decidimos conforme a lo adquirido en el pasado. Esto enfatiza todavía más la importancia del presente, porque para la mayoría será pasado y será parte de nuestro yo. Enraizar la idea de que el presente, vivir el presente es todo un regalo, puede hacer que seamos felices, al menos en pequeñas dosis. Solo queda saber hacerlo y cuanto antes mejor.

Transcribo unas lineas adaptadas de La sonrisa etrusca:
-Calla. No pidas más a la vida.
Y repite, ocultando su repentina angustia:
-No pidas más... ¡Que no se rompa!
Cierto, dejarlo así, saber gozar así. Ella sigue reclinada sobre el codo. La dama etrusca, recuerda el hombre. Pero no sobre un sarcófago. La cama es un océano tranquilo donde se vive la pleamar de los amantes. ¡Alta libertad de entregarse! Al hombre ya no le encadena la sombra de su antiguo amor, ni siquiera el dolor de lo perdido en las últimas dentelladas de su letal afección. Sereno ante la puerta que pronto traspasará, porque ya sabe vencer al destino. Atrincherándose en lo indestructible: el momento presente. Viviendo el ahora en todo su abismo.

martes, 4 de febrero de 2014

JOSÉ, EL ROBINSON GENUINO


Siempre me han apasionado las historia de náufragos, desde el  mítico Robinson Crusoe de Daniel Defoe hasta el palpitante Relatos de un náufrago de Gabriel García Márquez. El mar y su poder de atracción y desolación siempre ha sido un espléndido caldo de cultivo para maravillosas historias: la obsesión del capitán Ahad por dar caza a Moby Dick, las aventuras de Simbad el marino navegando por el Mare Nostrum, las cavilaciones de John Silver por hacerse con el tesoro de esa isla infectada de piratas, la espectacular batalla que libraron los navíos españoles y franceses contra la armada británica en Cabo de Trafalgar magistralmente narrada por Benito Pérez Galdós, la clásica y fantástica Ilíada y su hermanastra la Odisea… todas historias muy ligadas con el mar. 

Pero una vez más y sin querer que suene redundante "la realidad vuelve a superar a la ficción". José, un humilde pescador salvadoreño salió a pescar junto a un amigo en una barcaza de siete metros a finales del 2012 desde el puerto de Chiapas, al sur de México. Perdieron el gobierno de su pequeña embarcación y se quedaron a la deriva, arrastrados por las corrientes y a merced del mar durante 16 meses. Hace poco más un mes y después de un suplicio sobrehumano, José divisó tierra, eran las islas Marshall (Pacífico Sur) a casi 9.000 kilómetro de su puerto de origen. Afirma que sobrevivió gracias a los animales que pescaba, bebiendo agua de lluvia y sangre de tortuga. Su apariencia era débil, inevitablemente barbudo y harapiento, todo un náufrago, pero de verdad. José no recordaba su nombre ni su edad, tampoco sabía que le había sucedido a su amigo. No puedo imaginarme el terrible deterioro físico y mental padecido por este hombre, casi un año medio en peligro constante de muerte, fuertes borrascas zarandeando esa nuez de siete metros, la incertidumbre incesante de no tener que comer ni que beber, los días pasaban y poco a poco se introducía en un mundo irreal, tanto que transformó y trastornó sus sentidos, los delirios debidos al cansancio extremo y la escasísima alimentación, sobrevivió gracias a ese instinto de supervivencia tan ancestral que todos y cada uno de nosotros tenemos impreso en nuestro cerebelo. 

José es un ejemplo de superación y convicción, de amor y lucha por la vida, porque la vida que nos ha sido concedida es para vivirla, tal como decía nuestro José Luís Sampedro. Gracias por esta lección, José.