martes, 4 de marzo de 2014

LA MACETA Y LA ESPADA


Cualquier día acabamos a hostia limpia con el primero que se cruce en nuestro camino y nos toque un poco lo intocable. El "límite de tolerancia" (este es un término acuñado por los estudiosos de la psique que indica hasta donde somos capaces de aguantar sin revelarnos, aspecto que encuentro muy variable según la persona, la situación y mil matices más) está bajando considerablemente.

Sin ir más lejos dos hombres acabaron a espadazo y macetazo limpio tras una discusión. Lo que me extraña no es que se enzarzaran, sino que lo hicieran con una espada y una maceta. Resulta que en una apacible urbanización a las afueras de Houston una mujer decide llamar a su ex marido para que venga y la auxilie porque estaba teniendo una discusión morrocotuda con su actual marido (?), primera sorpresa, parece que lo normal es al contrario, en fin, sigamos. 

Al cabo de un corto espacio de tiempo el ex marido llega raudo y veloz cual paladín para salvar a su amada del malhechor que en este caso es su marido (?). Aquí es cuando comienza una nueva discusión, ahora entre el ex y el actual. La cosa va subiendo de tono hasta que se alcanza la violencia (se rebasa en "limite de tolerancia" al menos de alguno de los dos contrincantes) y el marido actual decide defenderse o atacar con una espada, la "espada maestra de Zelda" (cuidado que la cosa pinta en espadas), que además tiene bien afilada (por lo visto es muy aficionado a la saga The legent of Zelda, tiene varias espadas y disfraces que utiliza en convenciones de frikis en las que todos alucinan en colores) con la que apuntó al ex. Según dice el marido actual fue el otro (el ex), el que se abalanzó sobre la espada y se pinchó con la afilada punta haciéndose un herida (esto me recuerda a Gila cuando contaba algo parecido el clave de humor haciendo ver que un señor acusado de apuñalar a otro se defiende diciendo que el apuñalado se abalanzó sobre el cuchillo…). Bueno, el caso es que el ex marido huye despavorido del pirado que le amenaza con la legendaria "espada maestra de Zelda" aun perdiendo su tan loable honor caballeresco. 

Pero la cosa no queda aquí. Supongo que sintiéndose humillado el ex marido decide volver al ataque y resuelve entrar al castillo (aquí mitifico un poco la lamentable y jocosa situación) en busca de su amada (antigua amada, después ex amada y ahora otra vez amada) que está en las garras del villano, pero este, mejor armado vuelve a propinarle dos golpes certeros en el pecho y el la pierna. Casi languideciendo nuestro afanado salvador (ahora casi quijotesco) se arma con una maceta (desconozco las dimensiones, pero una buena maceta acojona lo suyo) y triunfalmente la estampa en la cabeza del portador de la proverbial "espada maestra de Zelda" dejándole KO de tan magistral golpe. La historia acaba con los dos en el hospital y la amada ilesa y fuera de cualquier peligro, al menos para ella terminó bien.

Quizás los "limites de tolerancia" están por los suelos o tal vez estamos volviendo al siglo XV. A mi personalmente me gusta más la idea de volver a siglos pasados, al menos unos minutos cada cierto tiempo, soy admirador del acero toledano, incluso tengo varias réplicas de antiguas espadas, réplicas hechas con mimo por habilidosos herreros, pero evidentemente son un mini tesoro personal que admiro como si fuera un Picasso. Una cosa resulta inevitable para cualquiera que las ve, todos quieren empuñar alguna y una vez empuñada realizan unos movimientos como si fueran el mismísimo Lancelot, aspavientos tan inevitables como intentar parar la rotación de la tierra. 

Tal vez fue eso lo que le pasó al poseedor de la "espada maestra de Zelda", que una vez empuñada la espada una fuerza interior suprema le empujó a dar mandobles a diestro y siniestro.

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