martes, 17 de junio de 2014

AMARILLO TORTILLA DE PATATAS


¿Hay algo más amarillo que el sol?, sus impetuosos rayos amarillos nos iluminan, nos ciegan y nos dan vida. Desde muy temprana edad asimilamos que el sol es amarillo, redondo y amarillo, cálido y amarillo, hermoso y amarillo, vibrante y amarillo.

El amarillo es el color de la inteligencia y la creatividad, puede abrir nuestra conciencia a nuevas ideas y convierte la vida en algo divertido y emocionante. Es el color más intelectual y con el rojo y el naranja constituye los colores de la emoción. Un exceso de amarillo puede resultar demasiado estimulante y causar irritación mental. El amarillo es el color de la luz, del poder, simboliza la fuerza y la voluntad.

El amarillo por antonomasia es el amarillo del sol, ¿verdad?, pues no. Al menos hasta que Goya nos iluminó con sus amarillos. He oído que Goya pintaba con amarillos "tortilla de patatas". Sí, "tortilla de patatas", eso es. Las personas que no están acotadas mentalmente, son capaces de sorprender con su mentalidad abierta, sin reservas, sin ideas preconcebidas. Así, de esta manera tan simple y mundana pero a la vez tan magistral Goya nos muestra su genialidad. Al observar algunas obras de Goya nos daremos cuenta de la presencia de ese amarillo "tortilla de patatas". De hecho se ha producido un fenómeno curioso desde que conozco esta ocurrente espontaneidad cándida desarrollada por Goya. Ahora no puedo evitar ver una especie de "color amarillo tortilla" en cada una de sus pinturas donde utilizó el amarillo con esa maestría goyesca. Su obra El quitasol es un claro ejemplo. En la obra se aprecian dos personajes de época al aire libre, una dama vestida elegantemente y sentada en el suelo manteniendo una pose excesivamente delicada, quizá forzada, mientras un joven (aunque a primera vista parezca una mujer) sujeta una sombrilla protegiendo del sol a la dama. El colorido es muy vivo y contrastado, se puede apreciar la riqueza de los trajes, la mantilla de seda blanca morada con vueltas de piel, el corpiño de seda azul celeste y la falda amarilla ("amarillo tortilla de patatas" sin duda) y la sobrina verde. En el fondo, el pintor coloca a la izquierda una tapia en penumbra que realza la figura de la dama, y a la derecha las verdes colinas madrileñas. 

No puedo evitar rememorar los momentos en los que Goya pintó esta obra en 1777, quizá en primavera, eso parece indicar el lienzo. Mis ojos se van como inducidos hacia esa falda amarilla, esa falda color "tortilla de patatas". Y me pregunto, ¿cómo lo haría el maestro?, ¿cogería una tortilla de patatas y se la llevaría como un color más de su paleta?, ¿o surgió un día cualquiera de manera espontánea y brillante pintando El quitasol (u otra obra) cuando se quedó sin amarillo y para aprovechar el día perfecto de luz que tenía, tiró de lo que había más cerca que ese día era una tortilla de patatas hecha por la mañana para comer en el campo en compañía de sus dos esforzados personajes retratados?. Quiero imaginar a Goya hundiendo el pincel repetidamente en la tortilla (seguramente no muy hecha, parece que hay más donde untar el pincel), trazando finas y diestras pinceladas de huevo, patata, cebolla y sal, mezclando ese amarillo "ecológico" con algo de rojo para conseguir un variado abanico de naranjas tenues y así poder perfilar magistralmente esa falda amarilla color "tortilla de patatas" hasta terminarla. Imagino a un Goya imaginativo y grácil, un Goya tan unido al mundo y a la naturaleza que parece formar parte de ella. Tan vivo y tan libre y tan capaz de semejante proeza.



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