miércoles, 25 de junio de 2014

LA NOCHE DE SAN JUAN


Son las doce de la noche. El cielo está nublado, oscuro, amenazador, la tromba de agua está apunto de descargar, tal vez aguante un poco más. Es tan impetuosamente real e ineludible que es como un ultimátum divino, todavía no llueve pero se puede oler la lluvia, se puede sentir, se puede respirar en el aire. Avanzo hacia mi destino conduciendo un coche por el litoral mediterráneo, tierra privilegiada, tierra de luz y de pasión, y miro esas negruzcas nubes que lo cubren todo; las estrellas, la vida de otros mundos, hoy no brillan. 

La noche es negra y cerrada, como la boca del lobo, y además el lobo siempre es perverso. De repente creo ver un destello, un fogonazo de luz entre la turbia oscuridad, un mal augurio, pienso: los relámpagos comienzan a caer, la tormenta está cerca. Los minutos pasan y sigo con esa percepción tan palpable y un poco angustiosa de tener que enfrentarme a un ser supremo, un ser todopoderoso capaz de aplastarte con un dedo sin apenas esfuerzo. Siento cierta soledad en mitad de la tempestad, igual que un navegante luchando con valentía y confiando ciegamente en su barco para salir vivo de un océano montañoso más propio de colosos que de humanos. Vuelvo a ver otro destello entre las nubes, el aguacero es inminente. Avanzo cerca de la costa y creo ver luces de colores en el cielo, estoy desconcertado. Se vuelve a repetir el fabuloso acontecimiento, esta vez lo veo con claridad: sobre un tapiz negro una luz brillante asciende hasta el cielo y estalla convirtiéndose en un ramo de cientos de luces rojas centelleantes que se esparcen como una flor de vida efímera. Una flor, unas luces que crecen en unos segundos hasta que se difuminan y desaparecen en el infinito. Sonrío e inmediatamente vuelo a ver el cielo iluminado, esta vez de destellos verdes vibrantes y azules violáceos. Es la noche de San Juan (la nit de Sant Joan) y a partir de las doce es la hora de la verbena (la revetlla). El precioso espectáculo se vuelve a producir una vez más, el cielo se ilumina de chirriantes luces de diferente colores, la noche adquiere un tinte alegre, se respira fantasía, mágicamente la boca del lobo se ha convertido en un paraíso nocturno. Lo que parecía la autopista al infierno es ahora el camino hacía el edén. 

Llego a mi destino después de más de dos horas constantes de cielos iluminados por maravillosos fuegos artificiales. Fue el viaje más deslumbrante, achispado y divertido que jamás he tenido. Todas y cada una de las localidades costeras del Mediterráneo que iba dejando atrás celebraron esa noche por todo lo alto. Era como estar en un sueño, era la noche de San Juan, una noche mágica.

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