martes, 10 de junio de 2014

LA VIDA REAL PERDIDA


El niño lleva en sus manos raíces, piedras, frutos secos, objetos, el niño es portador de realidades. Cosas tangibles, concretas y evidentes, objetos que se han adaptado mágicamente a nuestra necesidad cotidiana lentamente con paso del tiempo, de décadas, incluso durante siglos, que el instinto humano ha moldeado hasta nuestro presente. Objetos que han evolucionado casi sin darnos cuenta, una cuchara, un lápiz, una pinza, una regla, una llave, una pequeña pelota perfectamente redonda…, objetos que tocamos, vemos y olemos. Objetos necesarios para nosotros que sin embargo ignoramos, pero que el niño adora. Objetos elementales, objetos reales.

El niño va por la casa despertando lo que siempre estuvo dormido, hasta que él llegó: los picaportes, los cierres de los armarios, el fondo de las vasijas y el revés de los objetos. El niño despierta en nosotros esa realidad perdida hace tantos años, nos muestra lo evidente, nos vuelve abrir lo ojos ya cerrados, nos ilumina con su poderosa y cegadora luz.

Su moral tan pura nos abruma. En el niño no se cobija el odio o la ira. Es pura vida que solo quiere vivir exponencialmente, reír, crecer, latir. El niño nos revela la olvidada honestidad y nos enseña a rechazar lo impuro, lo moralmente sucio y contaminado tan habitual cuando se dice adiós a la infancia. Criterios arrinconados, incluso ya irreales, que el niño nos vuelve a desvelar.

Los que no somos niños no sabemos ver la realidad, la hemos olvidado, está delante de nosotros y no somos capaces de verla. Nos regimos por cosas irreales, ilusorias. Por palabras, pensamientos, promesas, pactos, compromisos, proyectos, intenciones, propósitos…, todos mezclados, alterados, fingidos, amañados a nuestro parecer ya impuro que forma nuestra realidad enmascarada por la envidia, el orgullo, la vanidad, la manipulación, la rabia, el odio, la desidia y una enorme montaña de mierda de la que somos reyezuelos. Todo esto forma el hilo de la nebulosa humana, el hilo con el que se teje la vida real perdida.

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