martes, 25 de noviembre de 2014

DONDE SE RESPIRA VIDA

Uno se pregunta a menudo hasta que punto una persona es capaz de adaptarse a determinadas circunstancias unas veces dolorosas y otras gozosas. Esa adaptación puede producirse voluntariamente o de forma imperativa y taxativa. A pesar de los beneficios o los aparentes perjucios de una opción u otra, en ambos casos el resultado es el mismo, un ser humano cambia su vida y sus hábitos para comenzar otros diferentes. Este cambio se puede producir en menor o mayor grado, pueden ser pequeños cambios o cambios radicales. El que cambia de barrio en su ciudad, el que cambia de ciudad por trabajo o por amor o por odio, incluso el que cambia de país por las circunstancias que sean, todos son cambios. Pero también en el día a día cambiamos constantemente, cambiamos de canal de televisión, de pantalones, de marca de leche, de gafas y hasta de calzoncillos largos a bóxer para ellos y braga brasileña, braga bikini, normal o tanga para ellas. Y no entremos en colores, camiseta blanca, verde, roja con pantalón azul, beige, etc. El cambio y la adaptación forman parte de nuestra vida, si no hay cambio y adaptación estás fiambre, que diría el "maquinavaja".

Momentos trágicos originados en el seno de grandes acontecimientos globales han producido cambios categóricos a lo largo de la historia: las abominables guerras, las catástrofes naturales, las dictaduras, las crisis económicas, las epidemias víricas como la peste (en siglos pasados) o el sida más recientemente, han producido terribles cambios, pero gracias a esa maravillosa capacidad de adaptación del ser humano la vida a seguido adelante. Magníficos hechos, sin ser trágicos, también han cambiado nuestra vida: la invención de la energía eléctrica, el automóvil, los ordenadores, internet, la comunicación gracias a los satélites han producido también grandes cambios a los que ha sido necesario adaptarse para continuar vislumbrando el futuro.

Una sociedad abierta al cambio es una sociedad con ganas de evolucionar, con ganas de aprender, con ganas de asimilar, con ganas de absorber culturas diferentes, con ganas de vivir. Contrariamente, una sociedad conservadora, con miedo a aceptar nuevos retos y cerrada en si misma, es un pueblo marchito. El mayor cambio y adaptación es el de la propia vida: naces, creces, te reproduces y mueres. Aunque no queramos, cambiamos. El cambio es la vida. 

Recientemente Juan Goytisolo ha recibido en premio Cervantes, el más importante de las letras en español. Si alguien se lo merece es él, sus novelas Señas de identidad, Makabara, Paisajes después de la batalla o Las virtudes del pájaro reafirman la concesión del galardón, aunque él dice que desconfía de si mismo cuando recibe un premio. Juan Goytisolo nació en Barcelona en 1931, marcado por la postguerra y la dictadura de Franco se trasladó a París donde vivió cuatro décadas hasta 1997 que se instaló en Marrakech. La primera vez que visitó la ciudad africana lo hizo para estudiar la lengua árabe y poco después cambió y se adaptó a la perfección. Habla árabe con naturalidad y vive en un riad, a dos pasos de la plaza de Xemaá-el-Fná, que compró cuando nadie quería vivir en la medina, rodeado de su "tribu", como él dice. Amante de lo heterogéneo y la cultura multirracial. Para él ninguna cultura tiene jamás el monopolio de la virtud o el refinamiento. Repudia los nacionalismos y nacional-catolicismos. A lo largo de su vida Juan Goytisolo ha cambiado, ha vivido y yo me pregunto por qué cambió a Marruecos, a Marrakech, donde vive hace casi treinta años. Lo que parece normal es que viviera en Barcelona (donde nació), París (donde vivió cuatro décadas), o New York (donde dio clases de literatura), pero ¿Marrakech?. Hoy en día parece que los grandes escritores buscan grandes urbes para observar y absorber la vida y los cambios de esas ciudades y que luego les sirva de inspiración novelesca. Pero él no, él cambió y se instaló en Marrakech. ¿Por seguir un amor?, ¿por alejarse de una animadversión?, ¿por buscar ese mundo heterogéneo?, ¿por cambiar para seguir vivo?. No lo sé, pero probablemente allá donde esté Juan Goytisolo se respira vida enlazada con el cambio constante.

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