martes, 22 de diciembre de 2015

HIPÉRBOLE NAVIDEÑA

Un año más se acerca la Navidad. Tan entrañables fechas son la guinda que tantas alegrías proporcionan a los niños. Durante un mes y medio la emoción va in crecendo hasta vernos inundados por un sin fin de adminículos navideños. Calles engalanadas con chillonas luces de colores, anuncios de juguetes cada segundo en todas las cadenas de televisión, árboles de Navidad iluminados en cada plaza y en cada casa, belenes en cada tienda y en cada casa, Papa Noel en cada centro comercial, turrones, mazapanes, cava, panettones (últimamente), abundantes e indigestas cenas de empresa y familiares, cabalgata de reyes, típicas películas de Navidad y cuentos, y hablando de cuentos, haré un pequeño repaso de los relatos navideños más célebres y de algún otro menos conocido, pero muy interesante.

El relato que se lleva la palma es Canción de Navidad (Charles Dickens), se trata del clásico por excelencia, en el que los fantasmas de la Navidad tratan de infundir al avaro señor Scrooge el espíritu navideño. La pequeña cerillera  (Hans Christian Andersen), cuento con trágico final que narra la historia de un niña sin hogar que va encendiendo todas sus cerillas durante la última noche del año. El cascanueces y el rey de los ratones (E. T. Amadeus Hoffmann), la historia trata sobre el nuevo juguete de la joven Marie Stahlbaum, el Cascanueces, recibido la noche de Navidad que cobra vida y, después de derrotar al Rey Ratón tras una dura batalla, la lleva a un reino mágico poblado por muñecos. Navidades trágicas (Agatha Christie), novela de misterio ambientada en época navideña. Una cruenta muerte será resuelta por Poirot. Las cartas de Papá Noel (J. R. R. Tolkien), es una recopilación de las cartas que el conocido escritor escribió a sus hijos simulando ser Papá Noel. Narra sus aventuras y las de sus ayudantes en el Polo Norte. Un cuento navideño (Truman Capote), se trata de una narración autobiográfica en los años 30, y que ahonda en la alegría de la época navideña. Nochebuena, (Nikolay Gógol), traza un cuadro de costumbres enmarcado en vísperas de Navidad en un pueblecito ucraniano. La mula y el buey (Benito Pérez Galdós), narra un misterioso y mágico relato donde unos padres pasan por el terrible trance de perder una hija y padecen el remordimiento de no haberle regalado una mula y un buey. Maese Pérez el organista (Gustavo Adolfo Bécquer), enigmática narración ambientada en Nochebuena en la que maese Pérez es un anciano ciego de nacimiento de 76 años de edad y poseedor de un don especial para tocar el órgano. No poseía amigos y solo tenía una hija. Era un hombre solitario y austero que no tenía mucho dinero, pero hacia todo lo posible por compartirlo con los más desfavorecidos. Dos cuentos de Navidad: El árbol de Navidad y una boda y El niño de la manita (Fiódor Dostoyevski), son una perfecta muestra del espíritu de las mejores novelas del escritor ruso en los que podemos apreciar un profundo sentimiento en defensa de los más vulnerables.

¡Felices fiestas!

martes, 15 de diciembre de 2015

EL PROGRAMA ELECTORAL

El día veinte de diciembre hay elecciones generales. Me da una enorme pereza tratar estos temas, sobretodo cuando los medios de comunicación nos bombardean constantemente sobre las elecciones. Los excesos no son buenos. Para bien o para mal me he dejado arrastrar por esta vorágine contaminante, pero antes de nada me gustaría establecer unas bases que creo es conveniente tener claras para situarnos. Iba a escribir “históricamente” como si fuera algo perteneciente al pasado, pero se puede escribir “actualmente”. Por raro que parezca, si miramos a nuestro alrededor, es lo que hay. Me refiero a las diferentes formas de gobierno que existen: 
- Monarquía: gobierno del más noble con la aceptación del pueblo y el respeto a las leyes.
- Tiranía: el que gobierna se hace con el poder por la fuerza y gobierna sin respetar las leyes.
- Aristocracia: gobierno de los mejores y el mejor linaje.
- Oligarquía: gobierno de los más ricos.
- Demagogia: gobierno de todos sin respeto a las leyes, prevalece la demagogia sobre el interés común. La demagogia consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.
- Anarquía: gobierno sin estado bajo un sistema de asociación voluntaria con ausencia de poder público y dentro de unos ideales de no-agresión.
- Democracia: gobierno de todos según la leyes. El poder político es ejercido por todos lo ciudadanos, la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de representantes.

Ustedes juzguen el tipo de gobierno que tenemos o parece que tenemos, y lo digo sin acritud. Tanto si está claro como si no, quién o qué nos gobierna, el día veinte tenemos la posibilidad de votar. Esta es la única evidencia que puede indicarnos el tipo que gobierno que tenemos. El resto de días hasta las próximas elecciones podemos llegar a pensar que de la noche a la mañana nos encontramos inmersos en una oligarquía-tiránica-monárquico-demagógica y hasta aristocrático-anárquica. Por lo tanto, si alguien tiene dudas, es absolutamente necesario votar.

Una vez está decidido ir a votar, me atrevería a decir que el resto es casi secundario. La verdadera razón de la democracia y la libertad es poder votar, y aquí si puedo decir que este es un avance histórico. Ahora bien, cada uno de los partidos políticos que se presentan para gobernar tiene su propia ideología: derecha, izquierda y centro. Lo de centro, particularmente no sé como definirlo, es algo que ignoro. Parece algo así como que soy tan poroso que por mis poros entra y sale de todo. De hecho, esta porosidad es cada vez más acusada en todos los partidos políticos. Quizá sea el futuro, quién sabe.

Llegados a este punto, y teniendo en cuenta que lo primordial es votar, creo que para decidir a que partido se vota es necesario conocer el programa de cada partido. Junto con la carta propagandística que nos envían a casa deberían adjuntarlo, y si es muy largo, resumirlo en dos o tres folios. Puntos concretos y claros. Tendríamos que tomarnos la molestia leer el programa electoral de cada partido (o al menos de cuatro o cinco partidos de diferentes ideologías) y así poder evaluar qué programa se adapta más a lo que tu esperas del futuro gobierno. Es curioso, lo que parece lógico se intenta ocultar o al menos no se facilita. Es más, el programa debería ser el salvoconducto del partido que acabe gobernando, si no cumple en un 80% por ciento ese programa, como mínimo, tendría que apartarse del gobierno y convocar elecciones para que gobierne otro partido más capaz. Es algo razonable, si asumes la gestión (en este caso de un país entero) y no cumples con los criterios que prometiste, no queda otra que largarte por incompetente o mentiroso. De esta manera nos evitaríamos vendehumos y negligentes en el gobierno, que los hay y muchos. También sería una manera de equilibrar las opciones entre partidos candidatos a gobernar. Los partidos que tienen detrás medios de comunicación y bancos son los que llegan más al gran público y son los que siempre ganan. Por lo tanto, a estos partidos poderosos no les interesa que se presente un programa y que cada votante lo lea y en función eso (y solo de eso) se vote. Les interesa salir en los medios hablando mal de los otros y vanagloriándose ellos mismos. Cuanta vanidad y cuanta mentira.

Ya que no envían a casa el programa, en la web de los partidos se puede ver su programa o al menos un esbozo. Recomiendo leer el de varios partidos para los que tengan esta posibilidad. Es un engorro, pero creo que es necesario para que cada uno se forme su propia idea y vote con conocimiento de causa sin la influencia de los medios de comunicación y opiniones partidistas.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

MEJOR LA VOZ

Desde hace ya algún tiempo los smartphone nos permiten comunicarnos a través de video-llamadas (llamadas con imagen). Un sueño hecho realidad. ¿Quién lo hubiera imaginado hace tan solo unos años? Y cuando digo unos años me refiero a unos diez años, como mucho quince, eso no es nada. Todos los que rocen la cuarentena o la hayan rebasado saben por propia experiencia de lo que hablo. Aquella concepción de la comunicación era futurista, y ahora, es presente. Pero, ¿qué ha sucedido para que aquel codiciado futuro se diluya ante nuestros ojos? Múltiples explicaciones nos podrían dar una respuesta convincente. La primera y obvia es el dinero, las video-llamadas son más caras que las corrientes llamadas de voz. Es cuestión de transmisión de datos. Transmitir una voz son muchos menos datos digitales que trasmitir una imagen en movimiento más voz. El aumento de precio es hasta cierto punto lógico. No es lo mismo transportar doscientas cajas de naranjas que mil cajas de naranjas, de necesitar un camión pasamos a dos o tres, depende de la capacidad del camión. Y aquí está la cuestión del asunto, me refiero al precio de las video-llamadas, “la capacidad del camión”. Todos somos capaces de evaluar la capacidad de carga de un vehículo, pero en el mundo virtual todo es muy suigéneris. ¿Cuánto es mucho o poco? En el mundo digital o informático lo que hace diez años era mucho, hoy en día es irrisorio. Transmitir cien kabytes era un tremendo éxito que parecía conseguirse tras un gran esfuerzo de investigación y cientos de conexiones muy costosas, hoy en día cien kabytes es literalmente ridículo. Y no digamos si hablamos de bytes, tan en boca de todos hace unos años y hoy relegados al pasado más prehistórico, desde el punto de vista informático, claro está. Por lo tanto, el precio de las video-llamadas debería ser algo asumible por cualquier usuario de teléfono móvil. 

Este no es, ni de lejos, la principal causa para que no hayan cuajado las video-llamadas entre la población. La causa primordial apareció tras comenzar a utilizar esta nueva posibilidad de comunicación. De repente se dieron cuenta con alarma que su intimidad estaba siendo violada. Con la llamada simple de voz aparentabas mostrar atención con el otro interlocutor mientras te preparabas la cena o repasabas una revista o te cambiabas de ropa o te petabas los granos de la cara o incluso mientras miccionabas. Esta dualidad desaparecía con la video-llamada. El hecho de aparecer en la pantalla y que el otro pudiera verte implicaba tener que prepararte para que te viera bien, o al menos como tú quieres que te vean. La vanidad entraba en juego, todos queremos aparentar una cierta imagen. Esto provocaba un estrés emocional cada vez que tenías que llamar o cada vez que recibías una llamada. Era como si llamaran a tu puerta y estuvieras en pijama y despeinado y te vieras obligado a acicalarte rápidamente antes de abrir. La situación era similar: sentías el tono del móvil y como te cogiera en casa o en alguna circunstancia o lugar que el otro (el que llama) no te pareciera adecuada, te veías envuelto en una vorágine de transformación del imagen y del entorno que realmente te angustiaba. Imagínate una llamada de tu compañero de trabajo a las nueve de la noche cuando estás en casa repanchigado en el sofá. Lo fácil que es utilizar solo la voz y mostrar toda la atención que quieres aparentar mientras estás tirado en pijama y mirando las televisión. En cambio, una video-llamada implica tener que transformarte y aparentar físicamente tu imagen del trabajo. Antes de contestar vas volando al lavabo y te peinas lo mejor que puedes, luego vas a tu cuarto y te pones una camisa, los pantalones no hacen falta porque no se ven, pero mucho cuidado de no mover el encuadre, podrían salir los pantalones del pijama, sería un enorme ridículo. Buscas un fondo adecuado que quede bien, no quieres que se vea el desorden casero. Te colocas junto a la ventana y descuelgas estresado después de tres carreras. La conversación, que posiblemente se podía haber pospuesto para el día siguiente en la oficina, pasa sin pena ni gloria y cuelgas de una vez. Vuelves a ponerte el pijama y te repanchigas en el sofá. La televisión es mediocre a más no poder. Decides ponerte el siguiente capítulo de la serie que ahora te tiene enganchado. A los diez minutos de estar disfrutando de las veleidades de Don Draper y compañía, vuelve a sonar el teléfono. ¡Hay que joderse!, ¡otra vez el compañero de trabajo!, ¿qué cojones querrá ahora? Otra vez a la carrera. Pones pausa en la serie, el niño pequeño empieza a dar la lata y no quiere irse a dormir, vas corriendo de nuevo al lavado para peinarte y acicalarte lo justo para dar una imagen adecuada. Rápido a tu cuarto, te pones la camisa, el pantalón del pijama te lo dejas, cuidado con el encuadre. Vas hasta la ventana de antes y descuelgas. “Hola Alfredo, ¿otra vez?”, dices disimulando el malestar que te ha generado la llamada. “Anda, pero…, lo siento, me he confundido, no quería llamarte”, dice. La terrible molestia de tener que prepararte para contestar por segunda vez, sumada al cabreo que se desata en tu interior por la equivocación de ese compañero de trabajo, hace que estés a punto de lanzar el teléfono móvil por la ventana que tienes justo detrás de ti. Con una sublime contención de tu cuerpo y tu mente logras despedirte de Alfredo con las palabras adecuadas. Pero estás punto de estallar, la presión acumulada tiene que salir por algún sitio, eres una olla a presión. Mañana mismo vuelves a la llamada de voz de siempre.

martes, 1 de diciembre de 2015

EL BAILE CARNAVALESCO

Hay edades que nos desenmascaran ante otros. También hay personas que son más transparentes que otras en este sentido. Durante la infancia es difícil engañar, al menos engañar a un adulto ya enmascarado. La infancia es una edad pura y libre, aparentar lo que no sientes o lo que no eres esta fuera de las posibilidades de un infante. Ellos lo entregan todo a cada momento y en cada acción, y si no les place o se sienten cansados, se niegan rotundamente. La sinceridad y honestidad prevalecen. No existe la mentira ni la maldad ni la vanidad. Son seres casi perfectos, podríamos decir, y aun sabiéndolo, todos cambiamos. Curioso desarrollo el del ser humano. 

Hay dos etapas que nos muestran sin tapujos como somos: una es la infancia y la otra es la vejez. Los primeros años de nuestra vida y los últimos tienen en común tantas cosas que parece que hablamos de lo mismo, salvando la distancia, que es mucha, la máxima posible.

Vivimos la mayor parte de nuestra vida detrás de máscaras. Los años de mayor capacidad física e intelectual de nuestras vidas los pasamos intentando mostrar al mundo los que no somos. Siempre hay honradas excepciones, pero diría que solo en ciertos momentos. Puede que haya una época de “aprendizaje” durante la adolescencia en la que nos formamos para enfrentarnos al resto de la humanidad. Durante esa época vamos moldeando nuestra máscara, unos lo hacen con ayuda de los grandes enmascarados, la clase dirigente, que delante de sus maravedís embolsados deshonestamente casi siempre, cuando no fraudulentamente, crean una suntuosa máscara que esconde la soberbia y la avaricia que rige sus vidas. Serán los sucesores de los grandes enmascarados. Otros se forman entre dos aguas, tienen en determinados momentos el beneplácito de los grandes enmascarados e incluso ansían poseer una máscara similar, pero la mayor parte del tiempo su máscara se va moldeando sin la ayuda de esos peces gordos. Serán los más abundantes de la sociedad y durante su vida, su máscara fluctuará entre los grandes enmascarados, las máscaras estándar e incluso las máscaras más frágiles. Y por último, otros no tendrán esa supuesta suerte de codearse en algún momento con los grandes enmascarados y terminarán creando una pequeña máscara liviana, pero aun así máscara. Ellos serán la parte de la sociedad más desfavorecida. Entre la gran mayoría los habrá que intenten pasar al siguiente escalafón robusteciendo su máscara. Este será un mal endémico, casi todos desearán una máscara ciclópea, una máscara de las buenas. Si no en un principio, durante su vida habrá momentos que la ansiarán, algunos la conseguirán, otros se frustrarán por no haberlo logrado y otros comerán de ambos platos en determinados momentos a los largo de su vida enmascarada.

Como si fuera un baile carnavalesco la vida irá pasando entre penas y alegrías. Las máscaras desfilarán ante nuestros ojos y esos ojos ajenos verán nuestra propia máscara. Una vida falsa y pesarosa, presuntuosa y mezquina rodeará a los enmascarados hasta que por fin, en los últimos días te desprenderás de esa máscara voluntariamente, un hecho trascendental después de tanto tiempo ocupando tu verdadero yo. Esa máscara que se apoderó de tu ser cuando dejaste la infancia terminará pesando más que nunca. Será cuando te desprendas de ella, no la soportarás más, y entonces, verás con pesar que has vivido enmascarado durante tantos años que son toda una vida, tu vida.

martes, 24 de noviembre de 2015

BLACK WEDFRI

Atención, atención, el black friday está aquí. Esta memez consumista importada de Estados Unidos nos invade cada año. La del 2015 tendrá lugar este viernes 29 de noviembre. Se trata de una jornada de descuento en el comercio tradicional y por Internet que ya viene de lejos en tierras estadounidenses. Se celebra el cuarto viernes de noviembre, justo después de Acción de Gracias. Aquí son unas rebajas (no son grandes rebajas) antes de Navidad, algo poco común, ya que las tiendas solían esperar al 7 de enero.

Igual que en todas las rebajas no se rebajan todos los artículos, solo algunos y menos que en otras rebajas, o si realmente merecen la pena son pocos artículos los que ponen a la venta. Vamos, el mismo cuento de siempre. Como estrategia de marketing no está mal, centrar toda la atención en un solo día genera más expectativas que si fueran dos semanas de rebajas. Es como si quisieran decir que ese viernes negro será lo nunca visto, el día de tu vida, saldrás con bolsas y más bolsas repletas de magníficos artículos tirados de precio. Además, al ser solo un día tienes que correr, volar si hiciera falta, no hay más oportunidades, o la coges, o te quedas fuera. Tienes que ir, lo estás deseando, no te lo puedes perder.

Lo de elegir el color negro junto al día de la semana, en este caso el viernes, tiene diferentes explicaciones. Se dice que el término se originó en Filadelfia donde se utilizaba para describir el denso tráfico de vehículos y de personas el día siguiente de Acción de Gracias (el cuarto jueves de noviembre). El termino se acuñó en torno al año 1961. Más adelante surgió otra explicación refiriéndose a las cuentas de los comercios, que pasaban de números rojos a números negros al vender a espuertas ese viernes. En Estados Unidos el black friday no es un día festivo, pero en muchas empresas existe este día libre. Es el día de mayor movimiento comercial en Estados Unidos desde hace una década, pero si saltamos el charco y volvemos a la Península vemos que algo no cuadra. El cuarto jueves de noviembre no es Acción de Gracias, por lo tanto no es festivo, y el viernes, ninguna empresa lo considera festivo ni por asomo. Por lo tanto este black friday es más un brown friday, no hay por donde cogerlo, por más que te lo quieran meter a cucharadas.

Pensado en los más desfavorecidos de Estado Unidos, me refiero a los parados (supongo que necesitarán las rebajas más que los asalariados), semejante tinglado se podría organizar el cuarto miércoles de noviembre, justo el día antes del famoso día de Acción de Gracias. Tendríamos un black wednesday, o mejor aún black wednes. Impactante, directo, como si fuera una marca, black wednes. Además, sería más “guay”, la gente pasaría el día de Acción de Gracias disfrutando de sus nuevas y flamantes compras, que es lo importante. Sería un verdadero día de Acción de Gracias, se pasarían el día agradeciendo a los comercios haberles dejado adquirir sus artículos soñados a precio de ganga. Supongo que los lobbies de poder trinaría al cielo. Habría un tira y afloja y tendrían que llegar a un acuerdo. Sería bueno mantener el miércoles porque se ayuda los más necesitados, pero tampoco hay que olvidarse del resto de ciudadanos. Miércoles y viernes, viernes y miércoles, ¿qué hacer? Propongo lo siguiente para contentar a todos, parados, asalariados y empresarios: el miércoles se trabaja y hay black wednes, el jueves día de Acción de Gracias y el viernes black friday dando día libre a los currantes. La configuración final, mucho más acertada sería la siguiente: black wedfri, wed de wednesday y fri de friday. Ahí queda eso, solo falta que el esperpéntico Donald Trump le eche el ojo a la idea.

Y por si fuera poco, en Estados Unidos el lunes siguiente al black friday actual (posiblemente black wedfri en un futuro) se celebra el cyber monday. Sí, no es cachondeo. Se trata de otro día de ofertas pero solo a través de Internet. Se me está ocurriendo otro nombre, pero de momento dejémoslo como está, que ya tenemos bastante.

martes, 17 de noviembre de 2015

LA LLAMADA DE LA VIOLENCIA

En tiempos de guerra los psicópatas asesinos campan a sus anchas. Se podría decir han encontrado la excusa perfecta para satisfacer su inclinación a la violencia, inclinación perversa y despiadada que nunca se sacia, y menos aún si existe la clara posibilidad de seguir matando. Es como una viña en agosto para una bandada de estorninos. Estas personas de inclinación perversa lo pasan mal en tiempos de paz. Supongo que se desfogan como pueden, pero a veces se les va la mano y terminan matando. Llegados a un cierto límite, supongo que variable en función de cada persona y las circunstancias que lo rodean, sienten la imperiosa necesidad de satisfacer su oscura inclinación. 

Es muy posible que muchos de los que se apuntan a las filas de grupos terroristas, como los islamistas tan en boca de todos actualmente, tengan una inclinación a matar tan incubada en su propio ser que son incapaces inhibirse ante la posibilidad de satisfacer su sangriento apetito. Es como si sintieran la llamada de la violencia, y no hay mayor violencia que matar a prójimo. Si se facilita como hacerlo, los medios, y se urde un motivo, la mentira, tendrás un ejercito de psicópatas asesinos capaces de todo por satisfacer su pérfida inclinación. Esta es la raíz, el por qué es lo de menos, por una patria o por un dios, que más da. 

Es difícil aceptar que haya personas así. A nuestra sociedad dulcificada le cuesta mucho aceptarlo, o no quiere o cierra los ojos ante esta malvada inclinación. Somos civilizados, hemos evolucionado socialmente en el último siglo como nunca antes había sucedido, la democracia y los derechos humanos nos rodean, pero también somos violentos, asesinos, exterminadores y mil palabras más que no queremos ni oír. Es más, estos adjetivos indeseables vienen de lejos, los otros, los buenos, son más recientes. La historia pasada y, lamentablemente, la presente lo confirma. Guerras por poder, guerras por dinero, guerras por religión, guerras por odio, guerras porque somos así. Los que no somos violentos, o eso creemos, no podemos asumir que matar sea un acto común. Al menos lo ha sido durante toda la historia de la humanidad, en tiempos pretéritos en mayor grado o más extendido o globalizado. En la actualidad existen remansos de paz que otros quieren violentar. Matar es una acto que se repite una y otra vez, unas veces de manera fortuita y otras provocada. Si ni siquiera aceptamos la muerte natural, parece imposible aceptar que matar forma parte del hombre, al menos de algunos. El problema reside en que los que desean matar y matan sean demasiados. Pero el verdadero dilema, bajo mi punto de vista, es si los que no matamos para satisfacer una inclinación perversa, podemos llegar matar con la misma facilidad y asumir como nuestra esa inclinación homicida. Es posible que en determinadas circunstancias la gran mayoría de las personas se vuelva violenta y desee la muerte del supuesto ”enemigo”. Antes de acabar con la vida de alguien hay que alimentar y crear ese oscuro deseo en nuestro interior. ¿Qué tiene que suceder para que una persona, o un grupo de personas, ambicionen masacrar a otras? ¿Qué se puede hacer para evitar que alguien tenga semejantes anhelos letales? Estas son las preguntas clave.

martes, 10 de noviembre de 2015

CON UN DÍA BASTA

Hoy es 10 de noviembre de 2015. El despertador ha sonado a la hora de siempre, las 7:30, pero resulta que ya estaba despierto. La causa: el pequeño que ha venido a la cama de los “papis” antes de tiempo, veinte minutos antes de que sonara el despertador. Hemos retozado con él, una criatura de dos años da para mucho retoce, un goce cándido y puro. En cuanto ha sonado el despertador nos hemos levantado todos. Comienza un nuevo día. Subo la persiana, el sol de un otoño suave ya empieza a despuntar, los primeros rayos mañaneros se cuelan por la ventana. El pequeño canta una canción que no entendemos, en su idioma, solo se entienden palabras sueltas. Mientras mi mujer se ducha y se arregla para ir a trabajar, yo me encargo del pequeño, le pongo Mikey Mouse y le preparo el desayuno. En ese intervalo se levanta el mayor (bueno, tampoco tan mayor, cinco años) somnoliento pero ya con una energía vital apoteósica. Me da un abrazo y mil besos. También le preparo el desayuno. Con estas llega el abuelo, él se hará cargo del pequeño, de llevarlo a la guardería (le gusta ir, se lo pasa bien con sus mini compañeros) y de recogerlo, qué haríamos sin ellos. En estas, mi mujer sale de la ducha y entro yo. Al poco salgo y me visto, en diez minutos tengo que llevar al mayor al colegio. Los niños terminan de desayunar, mi mujer se marcha, besos para todos y que vagi bé. Le espera un día arduo de trabajo, pero le gusta, trabaja en Sanidad, a pesar de los recortes va contenta a trabajar, es una verdadera profesional, diría que vocacional. Muchas veces me ha expresado su satisfacción al ver como un enfermo vuelve a la normalidad gracias a ella. Visto al mayor, besos al avi y al pequeño y salimos. Montamos en la bici, lo llevo a su colegio, no está lejos, pero a él le gusta montar en la “bici de papá”. Cada segundo de su vida es un divertimiento, tendríamos que aprender de esta actitud ante la vida. Llegamos, se queda contento, ya tiene su grupo de amiguitos. Subo a la bicicleta y me dirijo a mi trabajo. El frescor de la mañana es muy agradable, no hace frío, el sol vespertino ilumina el fantástico cielo azul mediterráneo. Paso delante de la frutería de los indios (de la India) y me paro a comprar naranjas, tienen buen aspecto y el precio está bien. Suelo comprar fruta aquí, la regentan dos chicos jóvenes que vinieron a España en busca de una oportunidad. Los dos son ingenieros químicos y ante la imposibilidad de encontrar trabajo de lo suyo han montado la frutería. No sé si les va bien o no, espero que sí, diría que son buena gente, amables, educados. Sigo mi camino al trabajo. Me encanta ir en bicicleta, el aire rozando mi cara, la percepción de ligereza, casi de volar. Llego a la Diagonal, semáforo en rojo. Pasan cientos de coches por segundo. Las aceras repletas de gente atareada, supongo que la mayoría va al trabajo. En el semáforo dos chicas jóvenes hablan sobre la serie Juego de tronos, dos hombre adultos y trajeados hablan de una tal Matilde, no sé quien es desde luego, pero debe ser una mujer que los trae de cabeza, la alaban voluptuosamente. Un grupo de jóvenes pasa haciendo footing en grupo. El semáforo se abre para los peatones, cientos de automóviles se detienen, paso raudo con mi bicicleta, miro a la izquierda y veo el pirulo a lo lejos, el cielo cada vez más luminoso. Me meto en un carril bici que me lleva hasta mi trabajo. En cinco minutos llego. Entro en la editorial y saludo a mi compañeros, comienza un día de faena. Ojeo rápidamente los periódicos por internet, solo se habla de política, el desencuentro y la irracionalidad pueblan los titulares. Me sumerjo en mi trabajo hasta la hora del café. Comentarios típicos y jocosos con la gente de la editorial, hay buen ambiente. Siempre existe la voz discordante, dos compañeros discuten acaloradamente sobre política y banderas. Valientes ignorantes, parece que no saben donde pisan, algunos no quieren ni mirar. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Llega la hora de comer y vuelvo a mi casa en bicicleta, son diez minutos. Preparo la ensalada, los canelones y la copa de vino, una manzana de postre. Mientras como pongo la televisión, más noticias disparatadas y envenenadas, lastima de políticos, parece que sobran en el mundo, cuanto patriota (uff, urticaria). Vuelvo al trabajo, otro paseito de diez minutos en bici. Sensación casi de felicidad, si es que alguien sabe lo que es eso. El sol, el aire cálido, la vida misma que me rodea. Llego al trabajo, tres horas y se acabó por hoy. Vuelta a casa, otro paseito feliz en bici. Antes de llegar a casa me cruzo con mi mujer y los niños, al verme se tiran encima de mí. Recibo abrazos y besos infantiles, después los de mi mujer. Vamos al super, al Consum, está cerca de casa. Compramos alimentos, bebida y productos de limpieza. Los niños piden un huevo Kinder como si fuera el summun. Deseo concedido. Hoy hemos comprado carne en la carnicería, una gallega rechoncha nos atiende, los productos que vende son buenos y el trato espectacular. A la salida hay un hombre mayor, delgado, pidiendo dinero, parece extranjero. Un euro para él, que menos. En las escaleras de casa nos encontramos a la vecina de arriba, una mujer con una sonrisa permanente, saludos, qué niños más guapos. Llegamos casa, hora de la ducha para los niños. Otra fiesta, el agua saltando en todas direcciones. Después unas carreras por el pasillo con los pequeños, qué energía. Ahora toca jugar con los Lego, es su juego preferido últimamente. Hora de la cena, se lo comen todo, los padres también. En la televisión Tom y Jerry, fantástico. Se va acercando la hora de dormir, hay que lavar los dientes, cuatro cepillos cepillando. Muchos besos y más besos para dar las buenas noches. La mamá con el pequeño, el papá con el grande que ahora le ha dado por los delfines, su clase llama así, “delfines”. Tenemos varios cuentos de delfines, los leemos y se duerme. Es un ángel, cuanta pureza y cuanta vida. Una vez dormidos los niños ponemos la televisión, mejor apagarla, las noticias de política invaden todos los canales y la verdad, parece una película plagada de personajes vanidosos y soberbios, más banderas. Ponemos diez minutos Crónicas carnívoras, un programa divertido y sin prejuicios, no parece gran cosa, pero tiene ese punto de hilaridad, desparpajo y gracejo tan ausente en nuestra sociedad, al menos en la llamada clase dirigente. Nos vamos a la cama, leo unas páginas de Foster Wallace (genial) y casi sin darme de cuenta me quedo dormido.

Con un día basta para darse cuenta de quién sobra, quién tiene que cambiar o quién emponzoña la vida de la gente corriente. La respuesta es los políticos.

martes, 3 de noviembre de 2015

LA RUBIA DE VÉRTIGO

Mucho antes que las “chicas Almodovar” por todos conocidas (Carmen Maura, Victoria Abril, Penélope Cruz, Bibi Ándersen, María Barranco, Loles León, Rosi de Palma, Verónica Forqué, Marisa Paredes, Cecilia Roth, etc.), surgieron las “rubias de Hitchcock”, entre las que encontramos a Kim Novak (Vértigo), Grace Kelly (La ventana indiscreta), Eva Marie Saint (Con la muerte en los talones), Jessica Tandy (Los pájaros) y Janet Leigh (Psicosis), por poner algunos de los ejemplos más significativos. Todas ellas tenían en común que eran rubias y guapas, en incluso, buenas actrices. Pero sobretodo destacaría las situaciones imposibles y descabelladas, cinematográficamente hablando, que interpretaron. A primera vista y sin analizar en profundidad las diferencias, creo que no es necesario, prefiero a las “rubias de Hitchcock”, sin menospreciar a las “chicas Almodovar”, faltaría más. Quizá también influya en mi inclinación “hicthcodiana” la propia película. ¿Quién no recuerda la atemporal y temible escena de la ducha en Psicosis?, o la impotencia de James Stewart en La ventana indiscreta al ver que va a suceder algo terrible sin poder impedirlo, o a Gary Grant huyendo de una avioneta asesina en medio de un campo yermo en Con la muerte en los talones, o los cientos de pajarracos negros atacando sangrientamente a Jessica Tandy y su indefensa familia en Los pájaros. Estas escenas son verdaderas obras maestras que se han grabadas en nuestra retina.

De todas las “rubias de Hitchcock”, yo me quedaría con “la rubia de Vértigo”. Posiblemente es la mejor película de Hitchcock, y eso, hay que agradecérselo a Kim Novak y su perfecta interpretación, o mejor dicho, doble interpretación. La actriz interpreta magistralmente a una rubia letal y fría como un témpano, llamada Madeleine, y también a Judy, una pelirroja provocadora y escultural. Kim Novak es capaz de unir a ambas en una misma mirada de hilaridad y pánico, de ambivalencia transitoria en la que coexisten varios sentimientos opuestos de manera cautivadora. James Stewart sucumbe sin remedio tanto a una como a otra hasta caer en un estado delirante de enajenación mental transitoria. Kim Novak supera con creces esa barrera, siempre tan difícil de rebasar, del desdoblamiento, de la cualidad y del encubrimiento, de la realidad y de la ficción.

Espero que después de leer este artículo, el lector se anime a pasar un buen rato con el mago del suspense, y yo añadiría, el maestro de los silencios.


martes, 27 de octubre de 2015

EL TÉRMINO MEDIO

En estos tiempos que corren tan convulsos y fatuos, el término medio que siempre había sido una virtud, parece que ha desaparecido de la conciencia general y más aun de los que deberían dar ejemplo de moderación. Hemos perdido el sentido ético, nuestro barómetro interno que nos indica lo que está bien y lo que está mal y que nos permite enjuiciar moralmente la realidad y los actos, se ha desvirtuado a fuerza de insistir e insistir mediáticamente. Los que tienen voz pública la utilizan para enrarecer todavía más el ambiente, sus oscuros intereses personales tendrán. Los dirigentes tendrían que ser personas razonables y prudentes, es lo mínimo exigible, y ocuparse con denuedo en trabajar por el bien común. Esto es lo razonable, pero por lo que parece de racionalidad estamos escasos. Los que escuchan a los que tienen voz pública y asienten como corderos al oír sus discursos ilógicos y temerarios, desvirtúan con su apoyo el término medio. Se les podría tildar de imprudentes e irreflexivos, siendo suaves con los adjetivos.

No tiene sentido hablar de justicia al margen del diálogo entre humanos. Precisamente este diálogo y la razón que lo hace posible, son la condición de una vida verdaderamente humana.

Ahora prima el “o conmigo o contra mí”. Una verdadera lástima, nos animalizamos a marchas forzadas. Para cada acción existen el exceso y el defecto y, entre los dos, el término medio. No es fácil encontrar este punto de equilibrio entre los dos extremos, hay mil maneras de equivocarse, pero solo una de acertar. Aun así, la prudencia y la experiencia nos enseñan a descubrir cuál es en cada caso el término medio que nos hace virtuosos. Ser sensatos es ser prudentes, y para ser prudentes tenemos que encontrar la conducta equilibrada. Si no somos capaces de dilucidar esta conducta, tenemos que mirar hacia el sabio. Ahí radica uno de los principales problemas de nuestra sociedad, todos nos creemos capaces de encontrar ese equilibrio, y eso no es cierto. Parece evidente que la clase dirigente tampoco está capacitada para encontrarlo, estos cargos los tendrían que ocupar los más eruditos y letrados de cada disciplina, personas con la sabiduría y la experiencia necesaria para encontrar el termino medio que caracteriza una sociedad racional. Otro gallo nos cantaría.

martes, 20 de octubre de 2015

LA FUGA DE ALCATRAZ

El 11 de junio de 1962 se llevó a cabo la histórica fuga de Alcatraz. Cuatro presos planearon fugarse, pero solo tres lo consiguieron: los hermanos Clarence y John Anglin y su compañero de presidio Frank Morris, todos condenados por robos de bancos. La trascendental huída inspiró películas, libros y documentales. Nadie sabe si sobrevivieron, cruzar la bahía de San Francisco a nado es un reto inhumano, y lo dice el narrador que cuenta esta historia porque ha estado en el lugar. Viendo las gélidas aguas, aun en época estival, y la distancia a nadar, parece imposible que ninguno de los tres consiguiera superar con éxito su fuga. Recientemente han aparecido nuevas piezas que ayudan a resolver este misterio, una imagen muestra a los hermanos Anglin vivos, 13 años después de la fuga, en un rancho de Brasil.

La fuga de los hermanos Anglin en el 62 fue unos de los últimos episodios de una prisión alimentada de leyendas y mitos, Alcatraz cerró en el 63. Uno de sus inquilinos más célebres fue Al Capone. 

Se sospecha que el cerebro del plan, que se llevó a cabo durante meses, fue Frank Morris. Los reclusos dieron con un pequeño pasadizo no vigilado situado en el bloque donde se hallaban. Cincelaron el hormigón, deteriorado por la humedad del mar, con herramientas tan básicas como una cuchara, una moneda de diez céntimos o una especie de taladro improvisado con piezas de una aspiradora robada. Uno de ellos tocaba el acordeón mientras los otros se afanaban en las labores de excavación, de esta manera evitaban que los vigilantes se percataran de su trabajo. El día de la huída, dejaron unas máscaras fabricadas con papel piedra en sus camas. Se conoce la elaboración del plan gracias a Allen West, el cuarto preso que no consiguió escapar. El FBI dio por muerto a Morris tras hallar unos restos humanos, pero no pudieron comprobar la identidad.

Una de las incógnitas que se ha  repetido durante los últimos 53 años es que la madre los Anglin continuó recibiendo flores y tarjetas, supuestamente, de sus hijos. Recientemente, la familia de los reclusos colaboró entregando alguna de esas tarjetas a un investigador que ha permanecido obsesionado por el caso durante años. Ken Widner, sobrino de los Anglin, cuenta que había recibido correspondencia de los presos y que pensaba que estaban vivos. La prueba más fehaciente que esgrime es un encuentro con un amigo de su infancia, Fred Freezy, en 1992, el 30 aniversario de la histórica huída. El hombre explicó que, en 1975, viajó a Brasil y, cerca de Rio de Janeiro, un tipo estadounidense le preguntó: “¿Te acuerdas de mí?”. Al parecer los hermanos Anglin vivían en un rancho, según Freezy, y les hizo algunas fotografías. El hombre guardó el secreto durante 17 años, pero a final decidió compartirlo mostrando las fotografías que tomó en el 75, trece años después de la fuga de Alcatraz. En la actualidad, si estuvieran vivos, Jonh Anglin tendría 85 años y su hermano Clarence 84.

El narrador no puede evitar sentir cierta aquiescencia, incluso entusiasmo, por los hermanos Anglin. No sé si es debido a esa atracción tan terrenal hacia lo prohibido, en una historia el malo siempre tiene más atractivo que el bueno, o simplemente se trate de una espontánea alegría al ver que dos hombres sencillos consiguieron burlar a uno de esos bancos dirigidos, consentidos y amparados por los auténticos chorizos, y posteriormente zafarse de la "justicia" protagonizando una huída de la prisión más segura de Estados Unidos.


Los hermanos Anglin en Alcatraz.



Fotografía que supuestamente muestra a los Anglin en 1975.

martes, 13 de octubre de 2015

SUCESOS BORGIANOS

Los relatos de Borges nunca dejan de sorprenderme. Cada vez que vuelvo a leerlos encuentro algo nuevo que me maravilla. Caigo en la tentación cada cierto tiempo, la penúltima vez fue hace dos años, y la última, hace dos días. El Aleph, El libro de arena, El informe Brodie…, por poner algunos ejemplos, te trasladan a una realidad ilusoria muy personal. El mundo borgiano, tan verdadero y tan imaginario como cualquier otro, no es más que una mirada profunda a través de un espejo que se va paseando por el mundo. Lejos de mostrar una visión quimérica de la realidad, nos muestra la verdadera realidad, la suya. Decía Platón que existen dos niveles de realidad, la básica que percibimos con los sentidos, la que vemos, oímos, tocamos, olemos y saboreamos; y la otra realidad que emana de nuestro interior, una realidad más intelectual, más intrínseca. Los relatos de de Borges emanan de esa realidad interna, comienzan en el mundo de los sentidos, el mundo externo y, sin apenas darte cuenta, entras en esa otra realidad que es la suya. Ambas realidades se van entrelazando mágicamente con una naturalidad pasmosa. El lector acepta tanto una como otra y termina entrando en el mundo borgiano, de hecho, alcanzas esa inaudita sensación de ver lo imposible posible. 

Estás dos verdades platónicas, la que todos percibimos y la que cada uno tiene en su interior, magistralmente representadas en los relatos borgianos, en ocasiones son visibles en el mundo. Una de esas ocasiones surge en el enamoramiento, el amor nos toca con su dedo mágico y en nuestro interior se desata era realidad tan íntima y personal que solo nosotros percibimos. También surge esa realidad borgiana cuando alguien padece esquizofrenia y tiene experiencias sensoriales que se originan dentro del cerebro dando paso a pensamientos delirantes y distorsionados. Ahora no defino el enamoramiento, sino los síntomas de la esquizofrenia, sin embargo, todos hemos visto como el amor tiene síntomas muy similares. Por el contrario, es muy habitual encontrarse con personas que inventan una realidad que no existe en el mundo sensorial ni tampoco en su interior, pero aun así la difunden. Estos son los mentirosos, tan abundantes como el hielo el polo sur.


Ayer mismo tuve el privilegio de presenciar un maravilloso suceso borgiano. Sucedió en la visita a los abuelos de mi mujer, ya con noventa y seis años y el ineludible deterioro físico y mental a cuestas. Era media mañana, sol de octubre en tierras turolenses. La presencia de mis hijos despertó en ánimo de los abuelos que miraban a los pequeños como quien mira a una divinidad. Los niños revoloteaban a su alrededor con ese desparpajo y alegría tan exuberante que es capaz de absorber toda la atención periférica. En un momento dado, el pequeño se quedó parado delante de la abuela y le dijo algo. La abuela lo miró, el pequeño aguantó la mirada y volvió a repetir su reducido y casi incomprensible discurso. Sin poder remediarlo la abuela se emocionó, el niño que tenía delante, fruto de su fruto, la hizo feliz por un instante. En ese instante la abuela vio un Aleph en mi hijo, vio el mundo entero delante de sus ojos. Después, paseamos lentamente. En ese paseo la abuela no paraba de dar muestras de amor hacia su marido, lo elogiaba diciendo repetidas veces que era muy guapo, lo miraba y volvía a decirlo como si estuviera buscando nuestra aquiescencia y mostrando así, a los cuatro vientos, su realidad. El buscaba su mano y ella la de él, hasta que las juntaron y durante un buen rato permanecieron inmersos en su realidad, tan hermosa y tan valiente como la más grande de las verdades.

martes, 6 de octubre de 2015

TIEMPOS MODERNOS

No se quien decía hace poco que vivimos en un país de cabreros. No le faltaba razón, pero creo que tampoco hay que generalizar. Seguro que para algunos no estaría mal que sí se generalizase, y por eso, se han puesto manos a la obra. La nueva Ley de Educación (LOMCE) ha dejado las asignaturas que te hacen pensar de forma crítica apartadas de las aulas. Y no es que lo diga yo, sino que es un hecho. La asignatura de Filosofía es obligatoria solamente en primero de Bachillerato, lo que quiere decir que un alumno que solo curse la educación obligatoria no habrá visto los fundamentos que estructuran el pensamiento occidental, desde los clásicos hasta Marx o Sartre. En segundo de Bachillerato no es asignatura obligatoria y un año de Filosofía resulta insuficiente para profundizar un mínimo en la materia. A cambio, se ha potenciado Religión. Se amputa la asignatura de los “porqués” que habla de la racionalidad y del pensamiento crítico; y se potencia la asignatura de la creencia ciega e irracional que evita el pensamiento crítico e impone los dogmas a seguir “y punto final”.  

La última en sufrir el destierro ha sido Filosofía, pero anteriormente lo padecieron música, pintura, literatura, retórica, etc. Las asignaturas más creativas han sido y están siendo coartadas y aniquiladas. Precioso futuro nos espera. Me viene a la mente aquella maravillosa película de Charles Chaplin, Tiempos modernos. Perfecta parodia de nuestro mundo. Industrialización, fabricación, automatización, deshumanización, desnaturalización.

En general, los que gozan del beneficio del poder están interesados, y hasta obsesionados, en dominar al pueblo para seguir conservando ese poder. Y que mejor manera de hacerlo que creando una sociedad irreflexiva y adoctrinada en los dogmas de fe, en creer lo que le dicen sin analizarlo porque no tienen la formación necesaria para hacerlo. La formula es perfecta, te educamos para que vivas como un autómata, y encima, tienes que darnos las gracias porque vives en una sociedad “cojonuda”. 

A veces me pregunto qué es peor, si la mentira o la estupidez. Diría que la estupidez es mucho peor, porque no tiene solución, y el que comete una estupidez es tan ignorante que ni siquiera lo sabe, en cambio, el mentiroso sabe perfectamente que miente. En nuestras sociedad ambas van ligadas, una se nutre de la otra. Los mentirosos, que son los que ostentan el poder y el gobierno, quieren manipular al pueblo con sus mentiras para continuar en su trono de rebosante mierda. Ellos son malignos porque saben que engañan, por lo tanto, poco les importan sus “súbditos”. Y estos, los cabreros que decía aquel, el pueblo en general, debido a su ignorancia y su incapacidad de análisis y pensamiento crítico y racional causado por su limitada formación humanística y filosófica, cometen la tremenda estupidez de dar su voto de confianza a aquellos que les mienten y quieren gobernar, y lo que es más grave, lo hacen sin saber que son engañados porque son estúpidos y no se dan cuenta, o simplemente, lo aceptan como una especie creencia. Ellos son los que dan alas a los mentirosos, y estos, se aprovechan de su ignorancia exponiendo abiertamente dogmas absolutamente irracionales y contradictorios con el pensamiento humano.

Si se ha avanzado humanísticamente y socialmente no ha sido gracias a estos cuervos negros que mienten a sabiendas. Ha sido gracias a los que en contadas ocasiones alcanzan el poder y se preocupan de verdad en mejorar la vida de los demás y no están pendientes de inflar sus bolsillos y los de sus colegas. De aquellos políticos de verdad surgieron acciones que evolucionaron la sociedad, y con ello, mejoró la formación general que tiene como base el pensamiento crítico. Pero los hay que quieren volver atrás, cuanto más atrás mejor.

martes, 29 de septiembre de 2015

LIMPIAR LA METRALLA

Cuando los momentos de desvarío se redoblan y aguantar la irracionalidad humana se hace insoportable, buscar una vía de escape se convierte en algo necesario y sensato. El ancestral “voy a dar una vuelta para que me de el aire”, representa exactamente ese concepto, actúa de calmante, nos sitúa de nuevo en el mundo y vuelve a centrarnos física y mentalmente. A veces, aislarse del lacerante entorno que nos rodea se hace imprescindible, y más, en estos días convulsos y de cerrazón.

Para algunos, el simple hecho de tomarse un café tranquilamente sirve para purgarse de los demonios que nos rodean, otros necesitan ir al gimnasio y sudar, los hay que prefieren salir a pasear por un parque o por un bosque, o salir a montar en bicicleta por la montaña, o leer un buen libro, o ver una película, o pintar un cuadro, o tocar un instrumento musical, o mirar detenidamente las estrellas, o navegar en un velero surcando ese maravilloso lugar donde no hay fronteras, en fin, se trata limpiar la metralla que diariamente nos salpica y nos intoxica. 

Es evidente que no a todos afecta por igual, las personas más sensibles necesitaran un mayor esfuerzo y tiempo para regenerarse, en cambio, otras personas más herméticas, por así decirlo, con un simple gesto tienen suficiente. De unos a otros hay cientos de grises, no todo es blanco o negro. Lo importante es saber cual es tu necesidad y buscar tu refugio para limpiarte esa metralla lacerante. El problema surge cuando una persona recibe la metralla y no se purga, se va convirtiendo poco a poco en un ser autómata. Se va alejando de la condición humana hasta convertirse en una especie de androide y, finalmente, termina engullido por las hordas que escupen la metralla para formar parte de ellas.

Decía Montaigne que cuando su espíritu se oscurecía por la lacra social, tan horrible en su época, se retiraba a Saint Michel para envolverse de la tranquilidad necesaria, y así, apaciguar su ánimo. Albert Pla, en busca de esas voces que acompañan y serenan, se pasaba un día entero de invierno en la cama leyendo Montaigne, que tenía sobre él un efecto tónico y sedante. Para Antonio Muñoz Molina, leer los Ensayos de Montaigne es un escondite “cuando arrecia la bronca pública y la temperatura del delirio, entre nosotros siempre tan alta, va llegando al punto de ebullición”. 

Tenemos a Montaigne, se lo recomiendo a cualquiera, pero sobre todo a esas hordas que disparan metralla a diestro y siniestro.

martes, 22 de septiembre de 2015

EL ARTE DE BUSCAR PROBLEMAS

El señor Podall se ha levantado hoy con el mismo ánimo de siempre. La empresa tiene que seguir adelante y él es el máximo responsable. Le gusta ser constante y riguroso. Sus doscientos empleados dependen de sus gestiones, eso es lo que él piensa. La heredó de su padre, el señor Podall padre, y representa un orgullo para la toda la familia haber crecido en empleados y facturación durante estos últimos treinta años, la empresa ya tiene más de medio siglo de antigüedad. El negocio nació durante el régimen de Franco y a duras penas sobrevivió. Después de la Transición, creció exponencialmente durante los años de mayor democracia y desarrollo económico y social que ha tenido nunca este país. El señor Podall se cree un gran empresario, algo de razón tendrá cuando sus empleados no se marchan de la empresa, eso ya es mucho decir, y trabajan con cierta satisfacción. Se respetan la leyes y las normas de convivencia, los horarios son los normales de una oficina y los salarios parecen muy correctos. No es Apple, pero para ser una empresa española cien por cien, no está mal. Además, no siempre ha sido coser y cantar, ha habido años complicados, pero el señor Podall y su familia (son los directivos de la empresa) siempre han conseguido salir a flote sin perjudicar a sus empleados, lo cual es de agradecer. En la entrada de la empresa, una enorme y clásica fotografía del señor Podall padre, hace las veces de maestro espiritual.

Hasta hace tres o cuatro años, el señor Podall, nunca se había cuestionado ciertos criterios que ahora están perjudicando las ventas de los productos de su empresa. El 20 % de sus ventas son en Cataluña, lugar donde está la sede central, el 70 % en el resto de España y el 10 % en latinoamérica. La empresa del señor Podall es una editorial de libros escolares de Educación Primaria, Secundaria y Bachillerato. Edita libros sobretodo en castellano y catalán, alguno también en inglés, gallego y euskera. La empresa del señor Podall es una empresa española radicada en Cataluña y tiene muy claro que el clamor independentista, impulsado por ciertos estamentos políticos y medios de comunicación catalanes, está dañando sus ventas en el resto de España. Es más, se está planteando un plan de reestructuración “porque si a los políticos irracionales que gobiernan en Cataluña se le ocurriera declarar la independencia unilateralmente o como sea, esto sería un caos”, palabras textuales del señor Podall. De hecho, gracias al rumrum constante independentista ya está perdiendo ventas. Por lógica aplastante, Francia no vende libros escolares en castellano en España, ni Portugal tampoco, ni ningún otro país, los libros escolares que utilizan los alumnos de España los crean editoriales españolas. Entonces, siendo Cataluña otro país, en ese sentido, sucedería exactamente lo mismo. Resumiendo, la empresa del señor Podall perdería el 70 % de sus ventas, las que tiene en España. Si la familia Podall es capaz de gestionar semejante debacle sin echar el cerrojo a la empresa, tendría que despedir a unos ciento cincuenta trabajadores. En fin, una pena, todo un acierto de los políticos empecinados en crear su propio latifundio caciquil.

Esto es solo un pequeño ejemplo de lo que ya está sucediendo. No quiero imaginar la cantidad de negocios que están sufriendo las consecuencias de estas políticas radicales. Ni que decir tiene que una Cataluña fuera del euro, como ha vaticinado la propia Unión Europea, sería un penoso sin vivir para los habitantes de esa lacrimosa y oligárquica Cataluña. Nueva moneda devaluada a nivel de países sin desarrollar para poder competir, pérdida de poder adquisitivo de un 50 %, tasa de paro en aumento, recortes mayores en sanidad y educación, privatización de sectores públicos, etc. Eso sí, a los que dirigen el cotarro y a su amiguitos, no les faltaría de nada. Todo un paso adelante, me recuerda a la Venezuela de Maduro…

Con lo bien que iban las cosas en el primer párrafo de este artículo…, son ganas de buscar problemas. De eso parece que se trata la política: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”, Groucho Marx.

martes, 15 de septiembre de 2015

LOS GENES NATURALES

La Tierra es un pequeño pueblo del universo, quien diga lo contrario es un vanidoso o un inepto. Partiendo de esta premisa, es evidente que fanfarrones presuntuosos que solo saben mirar a su propio ombligo los hay por doquier, los ha habido y los habrá. Dentro de la especie humana hay una gran variedad de fenotipos cada uno con su genotipo particular y a la vez similar. Siete mil millones de personas con su ADN propio y todos tenemos un 98% de similitud con el ADN del chimpancé, solo nos diferencia de ser un mono un 2% de nuestro ADN (¿?). “No se asusten todavía, que aún hay más”, casi como decía el Superatón (“asusten” por “vayan”, para los neófitos). Esto me viene de perlas para la siguiente comparación, porque la similitud del ADN humano y el de un ratón es un 99% (según los últimos estudios de Nature), nos salva un 1%. Otro ejemplo es el de la mosca, compartimos un 44% de similitud, tengo mis dudas, algún personaje que conozco seguro que más, los digo por eso de la “mosca cajonera”. Con la levadura compartimos un 26%, los alemanes quizá más, eso de darle tanto a la cerveza…, algo habrá. Las pequeñas plantas campestres, como los matorrales por ejemplo, comparten con nosotros un 18%, aquí pinchamos un poco, quizá sea este el defecto y el origen de la soberbia, la envidia, la vanidad, el enfrentamiento y otras bagatelas tan propias de ser humano: nos parecemos más a las ratas que a las plantas.

Observemos la fotografía de abajo. Las pequeñas hierbas y arbustos pueblan tranquilamente la espesa superficie campestre. Nacen en su lugar y crecen armónicamente sin disputas ni enfrentamientos. Viven la vida. El sol y el agua del río riegan plácidamente el precioso valle, es su entorno vital. Los pinos se desarrollan sin pudor, alegres, juntos y felices. La flora de este valle comparte el aire, el agua, la tierra con alborozo para crear vida, su vida insignificante y a la vez tan relevante. La paz y el equilibrio son perfectos. La naturaleza es sabia.

Todavía tenemos que aprender mucho, me refiero al ser humano. Creemos que somos la especie superior, pero viendo esta imagen y comparándola con nuestros entornos habituales de convivencia y las esperpénticas formas que tenemos de relacionarnos y organizarnos, surgen muchas dudas. Es algo que todos notamos, solo con sentarnos en el banco del la imagen durante unos minutos podemos entender lo miserable que es el ser humano, unos más que otros, claro.

Visto lo visto, lanzo una idea, un cambio vital para los habitantes humanoides del planeta Tierra. A los científicos que estudian y experimentan con genes me dirijo. Cojan a unos cuantos seres humanos, que haya variedad, pero sobretodo prueben con un buen número de esos personajes tan soberbios y altivos que encabezan los telediarios de medio mundo, y manipulen sus genes hasta que consigan un ADN más natural, como por ejemplo el ADN de una margarita (tal vez, si resulta, tengamos la fórmula para apaciguar al violento, al ser margarita…), o una encina tan habitual en nuestro entorno (quizá se fortalezca al débil), o un olivo con ese oro líquido que nos da (será bueno para relacionarse con más fluidez), o incluso una vid (alegría para los tristes). Imagino que si se mezcla el ADN de diversas plantas se podrían conseguir verdaderos prodigios en los futuros seres humanos. Inyecten, ensayen, comprueben, enrosquen y hagan lo que sea necesario para cambiarlos y aumentar ese irrisorio 18% de similitud con las plantas. El resultado, sea el que sea, será para mejor sin duda. Y si a lo largo de los siglos, conseguimos similitudes de nuestro ADN con el de las plantas de un 90% o más, creo que viviremos en un mundo mejor. 

Tal vez parezca un idea descabellada, pero viendo el comportamiento y la actitud de la raza humana, y de alguno de sus miembros en concreto, creo que vale la pena intentarlo. Y si de momento, la ciencia no está tan desarrollada como para plantearse tamaña hazaña, ruego al personal darse largas caminatas por entornos naturales como el de la imagen, a ver si se nos pega algo.


martes, 8 de septiembre de 2015

NEOLENGUA

Los límites del lenguaje son también los límites de nuestro mundo. La palabra define la realidad o la transforma. Desde luego, este juego fácilmente manipulable lo conocen bien los políticos, quienes valiéndose de argucias retóricas se sirven de la palabra con el objetivo manifiesto de ocultar evidencias en intentar influir en nuestra conducta distorsionando nuestra visión de la realidad. Cuantas veces hemos oído negar cuando la evidencia es clarísima o argumentar una mentira a sabiendas o exponer ideas o creencias inadmisibles manipulando la palabra. 

Nos encontramos ante el mismo uso léxico con fines represivos que ejercía el Partido Único en la novela de George Orwell, 1984, creador de una lengua cuyo fin era dominar el pensamiento. Su mecanismo: la eliminación sistemática del lenguaje de aquellos aspectos que pudiesen acarrear “crímenes del pensamiento”, es decir, eliminar los significados que pudieran hacer pensar en cosas que constituyesen un peligro para el sistema establecido. Orwell la denominó la neolengua. En nuestra sociedad orwelliana la neolengua está muy extendida, esto lo sabemos bien, pero a pesar de saberlo, hay personas (y no pocas precisamente) que hacen oídos sordos.

El Partido Único de Orwell tiene sus equivalentes en nuestro país. El partido que gobierna con mayoría actúa en muchas ocasiones como un Partido Único reprobando y castrando sistemáticamente las propuestas de otros partidos evidentemente minoritarios. Sí, terriblemente orwelliano, pero todavía lo es más eso que pretenden algunos partidos que se han unido en otro Único Partido (cambio el orden de las palabras para diferenciarlos aunque poco los diferencie) con el fin de desafiar al otro Partido Único y a los otros partidos minoritarios y todo el que no siga la estela de este nuevo Único Partido. Su fin es desafiar al que no piense y actúe como ellos, desafiar si hiciera falta por encima de la ley, porque la ley, al parecer, la imponen ellos. Eso es lo que proclaman en su neolengua, los delitos no lo son, y contrariamente, lo que es legal porque así lo acordaron todos los partidos, incluidos ellos mismos, ya no lo es. En su neolengua no existe la palabra Constitución, es un “crimen del pensamiento”, hay que borrarla. Tampoco existe diversidad cultural, ni respeto a la ley, ni pluralidad social, ni democracia, ni solidaridad, ni entendimiento, ni reconciliación, ni diálogo. En su lugar, las han sustituido por soberanía, repulsa, desobediencia, identidad, desacuerdo e imposición. En sus discursos utilizan su presuntuosa neolengua, es triste observar como esputan con alegría una y otra vez estas palabras tan lacerantes, pero es más triste observar como hay personas que al escucharlos creen que el mesías ha venido para salvarlos. Tener fe significa no querer saber la verdad, como dijo Nietzsche.

martes, 1 de septiembre de 2015

CONTRA EL MIMETISMO

Existe una tendencia global a unirse a cualquier corriente que nos pase cerca. Nos dejamos arrastrar plácidamente mientras avance, o parezca que avance, aunque no sepamos a dónde, ni con quién, ni cómo vamos, si la masa arrolladora te pasa cerca es imposible no ser absorbido. A mayor tamaño, mayor atracción, simple ley física. Sin darnos cuenta pasamos de estar sentados en el sofá de casa viendo tranquilamente la última temporada de nuestra serie favorita, a meternos en mitad de una manifestación con el brazo en alto a grito pelado pidiendo el cielo y la tierra. Los medios de comunicación, el runrún que corre por la calle, la falta de pensamiento crítico, el odio y la soberbia que corren por nuestras venas; nos ciegan y nos encaminan por la gran senda detrás del gran padre.

Quizá sea una necesidad animal ancestral, la pertenencia a un grupo para no sentirse aislado, excluido. La tipología del grupo es lo de menos, no importa lo que se diga o se haga, si se respetan o no las leyes, si las acciones de ese gran grupo son perjudiciales o no para los que no forman parte de ese conjunto. Lo sustancial es la pertenencia a esa masa. Se trata de anular toda conciencia individual, toda reflexión personal y diferente. El fin es capar cualquier pensamiento distinto y, por lo tanto, discrepante. Conducir a la masa al pensamiento único y excluyente, o estás conmigo o contra mí, tienes que seguir al mesías. 

Tal vez la capacidad de mimetizarse con el entorno se ha desarrollado tanto en el ser humano que esté por encima de nuestro raciocinio. Puede que sea por temor, el miedo que nos atenaza y nos empujar a unirnos a causas o grupos simplemente para subsistir. Lo primero es la vida, y el temor a no poder vivir nuestra vida si nos quedamos fuera de esa masa, nos lleva a dejarnos llevar. Es un juego perverso que utilizan los personajes  megalómanos que suelen encabezar las masas con discursos utópicos y jactanciosos.

Thomas Mann criticaba la anulación de la conciencia individual en la cultura corporativa y totalitaria, el anti-intelectualismo. Se posicionaba en contra de la proyección mitológica y ficticia que utilizaban los cabecillas que lideraban las masas enfatizando sus discursos mesiánicos hasta límites surrealistas. Mann abogaba por reflexionar, humanizar y arrebatar el mito, ese pensamiento único y quimérico, a los déspotas intelectuales.

martes, 28 de julio de 2015

EL CUADERNO DE PLA

En las tertulias de café que tanto le gustaban a Pla, allá en su querido Palafrugell junto a sus amigos, surgieron los mejores circunloquios y elucubraciones de El quadern gris. Nos cuenta Pla que en una de aquellas inolvidables veladas un amigo le dijo: “los banqueros, cuando hace sol enseguida te dejan un paraguas, pero cuando llueve, eso ya es otro cantar”. Tras esta frase inicial, o preliminar si se prefiere, la conversación introspectiva que se genera sobre el capitalismo es memorable. La sencilla y elocuente frase define la retorcida base sobre la que crece nuestra sociedad. Si usted tiene un buen salario (lo más atípico hoy en día) puede ir al banco y solicitar un préstamo o una hipoteca porque seguramente lo obtendrá. En cambio, si usted tiene un salario bajo (lo más típico hoy en día) y va al banco a solicitar un préstamo o una hipoteca, le dirán que estudiarán su caso pero que hay que cumplir unos requisitos porque la ley de…, en fin, no le de más vueltas, ya se puede ir a su casa alquilada y ahorrar si puede durante diez años  (si no se queda en paro, lo más normal hoy en día) para dar una entrada. Y no hablemos si usted no trabaja, entonces el mundo no existe para usted, al menos el mundo capitalista que nos rodea y aplasta.

Es curioso como funciona esta sociedad. Si tienes mucho dinero, te prestan más dinero. Si tienes poco dinero, no te prestan ni un chavo. Esto es, si no necesitas más dinero porque ya tienes mucho, te prestan más dinero, pero si necesitas dinero porque tienes poco, no te prestan nada. La incongruencia en monstruosa. Este es el sistema antisocial e inhumano que fundaron hace siglos los banqueros y que fue la semilla del capitalismo actual. En torno a esto gira la sociedad, las decisiones políticas, sociales y humanitarias, si es que existen tales decisiones, porque se podría decir que solo existen las decisiones económicas.

En El quadern gris unos personajes defienden el capitalismo y otros lo execran. La iluminadora dialéctica apenas ocupa tres páginas de las setecientas y pico del libro. Pla desgrana la vida misma con sus postulados y sus familiaridades, nos muestra los acuerdos y desavenencias que permutan en el ser humano, dibuja el entorno ampurdanés que tanto amó. El quadern gris es una enciclopedia del comportamiento humano, de los tejemanejes que mueve la vida del hombre, de las inclinaciones y obsesiones, de lo universal e inapelable, de lo eterno y omnisciente, pero también de lo fútil, lo baladí y lo minúsculo, que casi siempre es lo fundamental para nuestra insignificante vida. Escrito con esa naturalidad tan cristalina que atesora Pla, El quadern gris es uno de esos libros extraordinarios que nos muestran mucho más de lo que hay escrito. Es un libro perfecto para leer en estos largos y calurosos días de verano. 

Hasta el martes uno de septiembre. Feliz verano.


martes, 21 de julio de 2015

NO TE LO CREES NI TÚ

Ayer mismo de buena mañana, en la cafetería de siempre, tuvimos una digresión interesante mi amigo Fernandito y yo. Entre divagación e incertidumbre su cortado se enfrió casi tanto como mi café con hielo, al final acabó pidiendo hielos para su cortado. Antes de dar los buenos días ya venía cruzado, el gesto de la cara congestionado, las manos en la espalda. 
— Pues, ¿sabes qué?
Es su manera habitual de decir algo que no viene a cuento y que tiene ganas de sacar en la conversación. No le contesto, no hace falta, es imposible “saber qué”, se sobreentiende.
— Ayer mi mujer me descorazonó.
Eso me preocupó, son ya muchos años. Le pregunté qué había sucedido.
— Nada, nada, solo que no se si mi vida, su vida, nuestra vida es verdad.
Me quedé perplejo. No entendí bien lo que quería decir. Se lo hice saber.
— No me refiero a la relación de pareja, me refiero a la vida en general. Me dijo que ella tenía una tendencia natural a idealizarlo todo, casi por sistema, y que esa inclinación, hacía que viviera en una vida falsa. Falsa pero mejor que la real, incluso para ella la falsa era la real y la real estaba detrás, como flotando. 
Quizá si concretas un poco puedo darte mi opinión, le dije.
— Mi mujer me puso el ejemplo de sus amigas de Aquagym—dijo Fernandito—, a ellas siempre les cuenta que sus hijos van fenomenal en los estudios, que se encuentra físicamente perfecta a pesar de la edad, que su marido (Fernandito) es un hombre bueno. En fin, todo ideal. En su trabajo, tres cuartos de lo mismo, con sus compañeros la relación ha terminado siendo tediosa y el salario mediocre (como no podía ser de otra manera), pero ella no lo manifiesta, al contrario, enaltece su trabajo. Bueno, tiene una amiga de verdad en el trabajo con la que sí habla de la realidad, tal vez su amiga sea como esa vía de escape que hay en las ollas expres. De sus hijos, los míos, a todo el mundo le cuenta que son maravillosos cuando tienen los mismos defectos y virtudes que todo hijo de vecino. Y yo me pregunto, ¿qué me contará a mí que sea mentira?, ¿o qué cara falsa me pone cuando en realidad piensa lo contrario? Seguro que cuando paso el aspirador y me dice que todo ha quedado muy limpio, esta pensando que la próxima vez lo pasará ella porque soy incapaz de hacerlo bien. O cuando preparo una ensalada o una tortilla para cenar y me comenta que ha quedado muy buena, es porque en realidad piensa que es lo único que sé hacer en la cocina y no muy bien. En fin, no se. Me dio por darle vueltas a asunto y pensé que esto puede extenderse a todos los aspectos de la vida y a todos los mortales.
Las palabras de Fernandito me hicieron pensar.
— ¿Y si esa misma falsa realidad se tradujera a todas nuestras vidas? —continuó— Es más, ¿y si todo este puto mundo funciona así? Los políticos son expertos en ese engaño, dicen e idealizan y venden un mundo mejor. Si llegan al poder conseguirán lo que nadie puede y todos viviremos mucho mejor ¿Acaso necesitamos engañarnos para tirar adelante?, o mejor aun, ¿somos susceptibles de dejarnos engañar aun sabiendo que es una mentira o una utopía?

Me dejó jodido Fernandito. Bebí mi café con hielo despacio, no me estuvo tan bueno como otros días. El tiempo apremiaba, llegaba tarde al trabajo. Le dije a mi amigo que mañana seguiríamos la interesante conversación. Salí del viejo y ruinoso bar y cogí mi bicicleta destartalada. El camino hasta mi tedioso trabajo se hizo insufrible, el calor insoportable, la contaminación de tres meses sin lluvias. Al llegar, fue como entrar en una cueva llena de ogros, ojos escurridizos, gestos despectivos, la eterna discusión del aire acondicionado, trabajos repetidos tres veces por la ineptitud de alguien. El día fue horrible. Al salir por la tarde, el calor seguía atizando fuerte y el aire irrespirable, ahogaba. Cogí mi bici, me lancé cuesta abajo, cerré los ojos y sentí como el viento acarició mi rostro. Que sensación más agradable. De golpe entré de nuevo en ese mundo falso, o real. El día había ido bien, como siempre, el veranito me abrazó con su calidez, me esperaban mis cándidos hijos. Tenía unas ganas locas de verlos, quizá nos diéramos un baño en la playa, los días son largos, hay tiempo. Le enviaré un mensaje a mi mujer, que prepare la bolsa de playa. Pasaré por la panadería y compraré pan para hacer unos bocadillos, podemos cenar en la orilla del mar…

martes, 14 de julio de 2015

PRIMAVERANO

Parecerá redundante pero tengo que decirlo: qué calor. Es el comentario del día, de la tarde y de la noche. Aparte de la crisis económica, política y social que aplasta a los ciudadanos griegos y la fuga del “chapo Guzman” a través de un túnel de kilómetro y medio con luces y ventilación y uno setenta de altura (un túnel como dios manda), el tema del día, desde hace tres semanas es el calor que nos agobia.

Recuerdo el clima de mi infancia, hace treinta años, que no es nada. Los inviernos eran inviernos, helaba durante dos meses día tras día y nevaba de tanto en tanto. De mañana, camino al colegio, rascaba los cristales helados de los coches y pisoteaba charcos helados, sentía como se quebraba el hielo bajo mis pies. Los niños de entonces jugábamos con nieve en las ciudades, ahora hay que irse a la montaña. Hoy, treinta años después, no hiela ni un solo día al año y la nieve forma parte del cuento de Santa Claus. 

La primavera era primavera, florecía la vegetación, llovía con ganas, no hacía falta la bufanda y los guantes de invierno, pero si una chaqueta. La primavera duraba tres meses, a veces se estiraba unas semanas el invierno (aquello de "hasta el cuarenta de mayo…") o el verano se encogía. Hoy, la primavera no existe, en cuestión de dos o tres semanas pasamos del invierno suave de ahora, al verano. Un verano que comienza flojo durante un mes y después repunta con temperaturas asfixiantes. Me da la sensación que las famosas “Cuatro estaciones” de Vivaldi son incomprendidas hoy en día. Se han quedado en el rumor lejano de un genial compositor.

Tenemos que ir adaptando la lengua a los tiempos, tarea que nos corresponde todos los hablantes. La Real Academia Española de la Lengua solo se limita a reflejar estos cambios. En vez de cambiar el significado de las palabras, creo que es más adecuado crear una nueva. Además, en este caso, la lengua nos lo ha puesto a huevo (que decía Fernandito), primavera + verano = PRIMAVERANO. De hecho, y ya que estoy lanzado se me ocurre la siguiente: invierno + otoño = INVIERNOTOÑO. ¿No está mal verdad? No lo hemos hablado, pero igual que la primavera se ha quedado en nada, el invierno parece que también. El invierno son unos días algo más frescos del otoño, algún día esporádico amaga con hacer frío de verdad, pero solo es un amago. 


Nos empeñamos en dividir el año en cuatro estaciones, pero en realidad son dos. Los momentos del año en los que el Sol alcanza su mayor y menor altura aparente en el cielo son los solsticios, y se producen dos veces al año: El solsticio de verano el 20 o 21 de junio (Primaverano) y el de solsticio de invierno el 21 o 22 de diciembre (Inviernotono). Los equinoccios de marzo y septiembre son los puntos intermedios entre los solsticios. Es como si marcamos el medio entre arriba y abajo, cuando los periodos reales y diferenciales son arriba y abajo. Por lo tanto, propongo una actualización de la nomenclatura estacional del año marcada por el giro del planeta Tierra y el Sol, y por el clima bipolar que tenemos. Es solo una disgresión, cada uno que piense, diga y haga lo que crea conveniente.

martes, 7 de julio de 2015

7 DE JULIO

Los síntomas de la crisis: la espantosa tasa de paro que soporta esta sociedad y la resquebraja como un trozo de pan seco, la bajada en picado del poder adquisitivo del ciudadano medio sumada a la subida de los más pudientes que incrementa la diferencia entre ricos y pobres, los sangrientos y necios recortes en sanidad y educación (la educación pública de calidad es la base de un pueblo desarrollado), los millones de personas que viven en el umbral de la pobreza o trabajan sin poder pagar siquiera la hipoteca gracias a los ruines contratos y exiguos salarios impuestos por los mandatarios de turno en comandita con las grandes empresas, el miedo permanente de un corte de luz por no tener para pagar los recibos, la vergüenza duramente asimilada de dirigirse cada día a un comedor social y otros muchos retrocesos que padece nuestra sociedad, no son tema de conversación hoy. 

Hoy es 7 julio, San Fermín. Todos los martes, o casi todos, cuelgo el artículo en el blog y creo que nunca había coincidido en 7 de julio. Todos hemos escuchado y cantado, o al menos entonado, eso de: 1 de enero, 2 de febrero, 3 de marzo, 4 de abril, 5 de mayo, 6 junio, 7 de julio, San Fermín. A Pamplona hemos de ir…, no recuerdo como sigue. Quiero dejar claro que mis preferencias por el mundo taurino son inexistentes y detesto cualquier tipo de maltrato animal. Ahora bien, San Fermín es mucho más que un festejo taurino, son unos días de celebración y hermanamiento, de humanidad y entendimiento, de diversión y felicidad. Para la gran mayoría de los que están presentes en Pamplona durante las fiestas, el asunto taurino es secundario. Sí, hay un encierro cada día las ocho de la mañana, quizá el más reconocido mundialmente, pero la corrida, se podría decir que ha quedado ensombrecida por el fervor y la dimensión del encierro. Es curioso, antaño lo importante era la corrida de toros, el encierro era un trámite necesario para trasladar los animales del prado a la plaza.

Las calles de Pamplona están abarrotadas de personas con ganas de divertirse. El casco antiguo, plagado de bares y restaurantes, rebosa durante una semana, las 24 horas del día, de un animado y febril ambiente. Pamploneses, vascos, aragoneses, catalanes, castellanos, asturianos, madrileños, gallegos, canarios, andaluces, valencianos, cántabros, extremeños, riojanos, mallorquines, franceses, italianos, ingleses, americanos, alemanes, belgas, austriacos, rusos, chinos, mexicanos, argentinos, japoneses, brasileños, portugueses, irlandeses, daneses, checos, australianos, venezolanos, canadienses, etc, se dan cita durante unos días en Pamplona para celebrar la mayor fiesta del mundo. Es la fiesta de las fiestas. La excelente comida y bebida, propia de la tierra, ayuda a completar ese hermanamiento cultural y altruista tan característico de esta fiesta. Ir de tapas y vinos o comer un buen chuletón, es el pan nuestro de cada día. Puedes charlar y reír con un portugués o un extremeño o un japonés, el ánimo está por las nubes, la ciudad se convierte en un inmenso grupo de amigos. Un ejemplo de lo que debería ser el resto de días en el resto del planeta.


martes, 30 de junio de 2015

LA ABUNDACIA INDESEABLE

Nada más despertarte, lo primero que notas por estas fechas, es un exceso de sol, de luz solar, “de buena mañana el Lorenzo está pegando de lo lindo”. Tu ritmo circadiano no puede estar más alterado, es como si estuvieras de fiesta hasta las tantas día tras día. A esto hay que sumar el calor sofocante que padecemos toda la población estos días veraniegos, otro exceso, ¿verdad?, pero piensas: ¿exceso para quién? Si un danés o un finlandés pasasen unos día de vacaciones por nuestras tierras se quejarían del calor. Posiblemente, sí. Pero no se quejarían de que el sol salga tan pronto. Quizá por costumbre, en sus latitudes las noches son aún más cortas. En cambio, a un nigeriano le pasaría justamente lo contrario. En fin, qué más da, son comparaciones hiperbólicas. Sigamos con los excesos. 


Después de asumir con resignación natural esa abundancia de luz solar y de calor, te duchas, te vistes y te diriges con valentía a la calle. Y aquí aceptas que “el creador” fue sabio: permanecer adormecido, en estado de no-conciencia-plena, durante la primera media hora es muy conveniente, porque tener que aguantar con buena cara los excesos que nos atropellan de golpe nada más poner el pie en la calle, “es una pasada”, que diría mi amigo Fernandito. No llueve desde hace dos meses y la contaminación es tan exagerada que casi puedes tocar el aire grisáceo que nos rodea, es un aire a punto de cambiar de estado, de gaseoso a líquido. Caminas hasta el primer semáforo, te paras, está en rojo, tienen preferencia los vehículos. En el minuto de espera pasan entre cien y ciento cincuenta automóviles más seis autobuses delante de tu cara. Todos ellos dejando en tu misma nariz doce millones (o más, quién lo sabe) de partículas tóxicas que tú respiras. No te queda otra, o eso o vas haciendo el ridículo por la calle con máscara y bombona de oxígeno rebajado como has visto en alguna ocasión. A veces, en un acelerón, un vehículo conducido por una persona con prisas, suelta un humo negruzco que condensa todavía más el aire contaminado hasta hacerlo absolutamente irrespirable. Estornudas y escupes de asco, en la garganta se te había colado algo invisible y sucio. Por fin puedes cruzar el semáforo, tu primera victoria. Caminas hasta el siguiente semáforo y la misma historia vuelve a repetirse, solo que en este te comes tres acelerones. Cruzas y logras llegar a la boca del metro. Bajas al andén sin necesidad de mirar las flechas que indican las diferentes direcciones y líneas, es un camino que has hecho un millón de veces. Está abarrotado. Evitas ponerte delante por temor a que vaya llegando más gente al andén y al final tengas que luchar por no caer a las vías. Eso sucede cuando entra en metro en la estación y la gente se pone nerviosa y comienza a empujar antes de tiempo, antes de que llegue en tren. Situación incómoda que ya has vivido y ahora rehúyes, lógico. Eliges las segunda o tercera fila, porque más atrás cabe la posibilidad de no entrar en el metro que venga por llenarse antes de que tú logres entrar. A pesar de estar bajo tierra y no dar el sol, aquí no sucede lo mismo que en las bodegas de vino, hace un calor infernal, te caen goterones por la frente y la camisa se te queda pegada en la piel. Los empujones son constantes. Oyes el metro, no lo ves, imposible con tanta gente. Ya llega. Frenazo y las puertas se abren. Durante unos diez o quince segundos se produce unos de los mayores enigmas de la física cuántica relacionados con la masa y el espacio. Ni el mismísimo Einstein sería capaz de dar con la fórmula. Del vagón de metro que tenemos delante sale más gente que hay en el andén esperando a entrar. No se por dónde pasan, pero pasan. El caso es que logras entrar al vagón y te maravillas porque en el interior todavía hay más gente de la que ha salido. Las sardinas en su latita están mucho mejor que tú. Menos mal que hay aire acondicionado. Con una mano te sujetas como puedes a una barra, está más lejos que nunca, aunque que más da, es imposible caerte. El sobaco de una mujer gorda y grande con problemas razonables de sudoración está a quince centímetros de tu nariz. Imposible huir. Aguantas estoicamente. Llega la siguiente parada, a ti te quedan ocho, transbordo y otras cinco. Gracias a Dios que todavía vas medio dormido y quizá anestesiado por el ambientillo. Se abren la puertas, te empujan en la espalda, brazos, piernas, culo y hasta la cabeza. Incluso en alguna ocasión has sentido un restregón en el paquete. Siempre hay algún rezagado nervioso que iba distraído con el móvil y que empuja con más afán, por nada del mundo quisiera pasarse su parada, “por favor, voy a salir…”. Un río humano sale y otro entra, y tú en medio. Es como si una ola que te sobrepasa, te arrastrara dando vueltas y apareces apaleado en la orilla. Al final, milagrosamente las puertas vuelven a cerrarse y el metro continua hasta las siguiente parada. Así ocho veces, más un paseo por pasillos y escaleras mecánicas (algunas otras a patita) infernales y cinco estaciones más de otra línea. Cuando llegas a tu destino y sales a la superficie buscas la sombra de un árbol, miras el móvil, vas bien de hora. Caminas tranquilamente hasta el semáforo, más vehículos contaminantes. Cruzas y dudas si meterte o no en un bar a tomar un café, todavía no has desayunado. Ves, a través de los grandes vidrios a tres tipos de tu trabajo. Mejor continuas, te esperan ocho horas o más con tipos como ellos, más que suficiente. Caminas bajo las cornisas buscando la sombra hasta la puerta del edificio de tu empresa, El Corte Inglés, un hito y otras muchas cosas que mejor callar. Un pitillo antes de entrar. Ves a las chicas de la sección de lencería, algunas son jóvenes y guapas, no sabes por qué pero te parecen las chicas más sexis de la empresa, aunque de las diez o doce que trabajan en la sección solo cuatro o cinco son guapas. De hecho hay tres, que actúan como de jefas por su antigüedad, que son más bien gordas y de otra época, por decirlo suavemente. Piensas en ello mientras fumas. Tiras la colilla al suelo y la pisoteas. Después te sientes mal por no haberla apagado en el enorme cenicero con arena lleno de colillas clavadas como estacas que ha puesto la empresa para los que salen a fumar. Bueno, que más da, piensas para buscar tu equilibrio, hay tanta abundancia que tu acto antisocial queda diluido en un cosmos hiperbólico. Vuelves a mirar a las chicas de lencería, una de ellas te sonríe, una morena de ojos verdosos y buena delantera. Le devuelves la sonrisa. ¿Cómo se llamará?, tienes que averiguarlo. Entras y te preparas para una larga jornada.

martes, 23 de junio de 2015

EL PRIMER BAÑO DEL AÑO

La temperatura del agua comienza a subir y ya no se nota tan fría. Es una señal más, el verano ya está aquí. Caminamos por la cálida arena hasta la orilla, plantamos la sombrilla, la toalla y nos quitamos la camiseta. Hay ganas de bañarse, el primer baño de la temporada es importante, es como un día señalado, una celebración, casi como un cumpleaños. Crema en abundancia, importante. Miramos alrededor, cielo azulado, sol en el cénit, bastante gente pero no abarrotado. Una año más hay de todo, gente delgada, gente equilibrada y gente gorda, en fin, cada uno es como es, no hay que martirizarse buscando la figura idealizada. Algún velero a lo lejos, pequeñas barcas a motor y surfistas que van a remo, esto es reciente, tontamente lo llaman surf paddle

Hay que bañarse. Nos acercamos a la orilla, una pequeña ola nos barre los pies. La sensación inicial es de fresquito, pero seguimos, hay que seguir. Nos mojamos las piernas. Avanzamos poco a poco hacia el interior, hasta que por fin con la llegada de otra pequeña ola nos mojamos del todo y sin darnos cuenta estamos nadando o flotando. “¡Bien!, por fin, el primer baño del año”. Braceamos unos metros, sumergimos la cabeza y la sacamos. Nos sentimos de puta madre. Nos ponemos de espalda mirando al cielo super azul, es más bonito que nunca. Estamos conectados con la naturaleza, agua, viento, cielo y casi desnudos (algunos desnudos). Flotamos sin apenas movernos. “¡Qué sensación tan agradable, liviana!” Permanecemos así uno o dos minutos, el tiempo ya nos es tan importante, conseguir esa sensación es importante, valga la redundancia. Nos incorporamos y miramos alrededor como si viniéramos o estuviéramos en el más allá, nos gusta. Braceamos un poco más y salimos caminando. El agua salada y vivificante nos cae a goterones por el cuerpo. El sol nos seca y nos calienta lentamente. Nos tumbamos en la toalla y cerramos los ojos. La sensación tonificante es majestuosa. Pasados unos minutos nos metemos debajo de la sombrilla. Es momento de coger un buen libro y leer unas páginas…

Algunos estarán deseando desplazarse a lugares de costa para darse su primer baño del año. Otros, los que tenemos el privilegio de vivir a orillas del Mediterráneo (Mare Nostrum, decían los romanos en su época imperial) disfrutamos cada día de sus aguas térmicas en invierno y templadas en verano. A pesar de la permisiva invasión del litoral mediterráneo por parte de las constructoras de la mano de los ayuntamientos y gobiernos de turno, todavía, hoy en día, seguimos conservando esa sensación de bienestar que nos trasmite un baño en el Mediterráneo. Pero ojo, todo tiene un límite, el mar es un ecosistema natural delicado y tenemos que ser conscientes de ello. Alterarlo, puede tener graves consecuencias para la vida y fauna marina, y también, para los que disfrutamos de sus aguas.