martes, 21 de abril de 2015

COSTE CERO

Escuché decir hace poco a un experto en la materia que, "este tipo de catástrofes solo sucede una vez entre tres o cuatro millones de vuelos". Se refería a los temidos accidentes aéreos y sin duda, la frase tiene su miga. Lo primero a destacar es que, por atesorar un índice bajo de siniestrabilidad, o al menos eso parece, sobretodo si no te toca; el experto, pasa de tres a cuatro millones como el que se come cinco o seis palomitas de un vez mientras ve una película en el cine. Es evidente que la indolencia del comentario nos hace pensar que lo misma da que sean tres o cuatro millones, para el caso, que más da. Cuando menos es curioso la falta de sensibilidad al hablar tan a la ligera de tan espinoso asunto. Aun haciendo un ejercicio profiláctico de empatía me cuesta horrores ponerme en su lugar, claro que, tal vez ya los buscan con un determinado perfil "aventurero", por decirlo suavemente.

La poca preocupación de los expertos en aviación por los accidente aéreos (y por extensión hacia las persona que van dentro de esos aviones) tiene el siguiente razonamiento y en cierto modo, hasta parece lógico: el transporte más seguro y con notable diferencia es el avión, ya sea un avión de Germanwings, Malaysia Airlines o Air France; sobretodo si están pilotados por personas equilibradas, si los aviones pasan un exhaustivo mantenimiento periódico y las compañías no priman la economía sobre la seguridad. Aun cumpliendo con estos requisitos (quizá en algunos casos no) y sabiendo que es el transporte más seguro (esto en inapelable), los humanos somos duros de mollera, pensamos que en nuestro cochecito y tomando las precauciones pertinentes vamos más seguros (o al menos si me la pego tal vez no muera), es una sentencia totalmente incierta. Solo con atenernos en el número de fallecidos en accidente de coche en un año (en 2014 más de 1000 fallecidos en España y más de 25.000 en Europa, la cifra de heridos se multiplica por cinco en ambos casos), comparado con el de fallecidos por accidente aéreo; la diferencia es tan abrumadora que ni siquiera es comparable. Y si comparamos, el número de personas fallecidas en todo el mundo por accidente de coche y accidente de avión, la diferencia se torna fantástica, tanto que no me extraña que los expertos desdeñen y hasta menosprecien tranquilamente un accidente aéreo. Con esto quiero decir básicamente una cosa: existen muchísima más posibilidades de marcharte al otro barrio cuando coges el coche para ir de visita a casa de tu primo de Cuenca, que cuando coges un avión para ir a cualquier lugar, y cuando digo muchas más posibilidades, son muchas, muchas. No somos conscientes del peligro que supone conducir, no solo por nosotros mismos, sino por el conjunto de vehículos que circulan. Ni que decir tiene que el alcohol o las drogas no ligan con la carretera, por más que uno se empeñe a veces en engañarse.

Y es que volvemos al mismo cantar de siempre, lo importante es la economía, la fría e inhumana economía. Poniéndome en el lugar del diablo, parece claro que los fallecidos en accidente aéreo, al ser menos, adquieren mayor relevancia que los fallecidos en accidente de coche. Además en coche hay heridos y muchos, y en avión, pues no, o casi nunca. Esto es esclarecedor para las pirañas de la economía, porque un herido genera unos gastos terribles a la seguridad social y además los hay a miles a causa de los accidentes de circulación y cada año se suman los del anterior y así sucesivamente, en cambio, estos costes en aviación no existen. Por eso mismo hay un empeño en bajar el número de accidentes, que no de fallecidos; porque los fallecidos, como los expertos de aviación nos han aleccionado y demostrado cada vez que han hablado del asunto, tienen coste cero, justo lo que desean los gestores de nuestro capital común, que tengamos coste cero.

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