martes, 16 de junio de 2015

MORTENSON Y EL MITO MONROE

Aunque parezca el título de una novela de Edgar Alan Poe no tiene nada que ver con una historia de terror. Norma Jeane Baker Mortenson, más conocida como Marilyn Monroe, nació en Los Ángeles en 1926 y falleció de una sobredosis de Nembutal en su cama 36 años después (1962).

Su fulgurante carrera cinematográfica comenzó a finales de la década de los cuarenta, gracias a un contrato con la Twentieth Century Fox. La década de los cincuenta fue la de su máximo esplendor y protagonizó numerosas películas, pero siempre será recordada por la película dirigida por Billy Wilder en el año 1959 Some like it hot (Con faldas y lo loco en España), protagonizada por Marilyn Monroe, Tony Curtis y Jack Lemmon, y por la que ganó un Globo de Oro. Casada en tres ocasiones, con James Dougherty (escritor y policía de L.A.), Joe DiMaggio (la gran estrella del beisbol de los New York Yankees) y Arthur Miller (el afamado escritor estadounidense), también se le atribuyeron diferentes idilios entre los más sonados los hermanos Bobby y John Fitzgerald Kennedy (JFK, presidente de los Estados Unidos). Parece que le gustaba volar alto, tan alto, que no pudo aguantar el descenso que un día llegó y le hizo ver que no somos eternamente jóvenes, ni tampoco tenemos éxito perenne, ni glamour incondicional. Ella perteneció a ese tipo de almas endebles y etéreas que solo viven para volar, y si no pueden alzarse y surcar los cielos, prefieren morir.

En los últimos días se han revelado datos de la autopsia que le realizaron a Mortenson (el apellido es endiabladamente profético)  un tanto escabrosos. Los enterradores Alan Abbott y Ron Hast fueron los encargados del tejemaneje de la actriz y los que con su realismo sucio, al más puro estilo Charles Bukowski, dejaron claro que los mitos solo son fantasías ilusorias arrastrados desde la antigua Grecia clásica. Se han publicado fotos y textos que han roto un sueño, algo parecido a la infantil y terrible situación que se produce cuando un niño descubre que los Reyes Magos son los padres, y eso en el mejor de los casos. Dicen Alan  Abbott y Ron Hast que el cadáver de Marilyn Monroe fue encontrado sobre su cama tumbado en posición cúbito prono (boca abajo), con su rubia y falsa melena sin teñir desde hacía semanas, sin depilar y sin dientes (pese a ser joven usaba dentadura postiza), con el cuello hinchado y amoratado. Según relataron los funerarios que la amortajaron, les costó reconocer a la diva del cine e icono de la belleza en aquel cadáver que yacía maltrecho, desnudo y prematuramente envejecido. Había desaparecido todo rasgo de ese cuerpo curvado y majestuoso que hizo suspirar a medio mundo que llevaba el nombre de Marilyn Monroe. Para destruir el mito del todo y reducirlo a cenizas, la autopsia descubrió que la actriz usaba prótesis mamarias, sus pechos eran más bien discretos. También señalan que parecía mucho mayor de 36 años. El día de su funeral, el forense tuvo que recrear al mito. Trabajó minuciosamente durante horas para reconstruir el maltrecho cadáver y darle esa apariencia angelical (en la medida de lo posible) que todavía permanece en la mente de media humanidad.

Quizá, precisamente somos eso, mitos que se desvanecen como gotas de agua en mitad de una tempestad. Entre la realidad y la ficción existe una ínfima línea divisoria a veces invisible. El morbo de conocer y ver los detalles y entresijos de la realidad humana no nos da mayor felicidad, diría justo lo contrario. Quién pudiera elegir ser eternamente niño. Me niego a perder un icono femenino y dejo aquí su mejor cara, la que siempre recordaré, por más que otros se empeñen en lo contrario.


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