martes, 7 de julio de 2015

7 DE JULIO

Los síntomas de la crisis: la espantosa tasa de paro que soporta esta sociedad y la resquebraja como un trozo de pan seco, la bajada en picado del poder adquisitivo del ciudadano medio sumada a la subida de los más pudientes que incrementa la diferencia entre ricos y pobres, los sangrientos y necios recortes en sanidad y educación (la educación pública de calidad es la base de un pueblo desarrollado), los millones de personas que viven en el umbral de la pobreza o trabajan sin poder pagar siquiera la hipoteca gracias a los ruines contratos y exiguos salarios impuestos por los mandatarios de turno en comandita con las grandes empresas, el miedo permanente de un corte de luz por no tener para pagar los recibos, la vergüenza duramente asimilada de dirigirse cada día a un comedor social y otros muchos retrocesos que padece nuestra sociedad, no son tema de conversación hoy. 

Hoy es 7 julio, San Fermín. Todos los martes, o casi todos, cuelgo el artículo en el blog y creo que nunca había coincidido en 7 de julio. Todos hemos escuchado y cantado, o al menos entonado, eso de: 1 de enero, 2 de febrero, 3 de marzo, 4 de abril, 5 de mayo, 6 junio, 7 de julio, San Fermín. A Pamplona hemos de ir…, no recuerdo como sigue. Quiero dejar claro que mis preferencias por el mundo taurino son inexistentes y detesto cualquier tipo de maltrato animal. Ahora bien, San Fermín es mucho más que un festejo taurino, son unos días de celebración y hermanamiento, de humanidad y entendimiento, de diversión y felicidad. Para la gran mayoría de los que están presentes en Pamplona durante las fiestas, el asunto taurino es secundario. Sí, hay un encierro cada día las ocho de la mañana, quizá el más reconocido mundialmente, pero la corrida, se podría decir que ha quedado ensombrecida por el fervor y la dimensión del encierro. Es curioso, antaño lo importante era la corrida de toros, el encierro era un trámite necesario para trasladar los animales del prado a la plaza.

Las calles de Pamplona están abarrotadas de personas con ganas de divertirse. El casco antiguo, plagado de bares y restaurantes, rebosa durante una semana, las 24 horas del día, de un animado y febril ambiente. Pamploneses, vascos, aragoneses, catalanes, castellanos, asturianos, madrileños, gallegos, canarios, andaluces, valencianos, cántabros, extremeños, riojanos, mallorquines, franceses, italianos, ingleses, americanos, alemanes, belgas, austriacos, rusos, chinos, mexicanos, argentinos, japoneses, brasileños, portugueses, irlandeses, daneses, checos, australianos, venezolanos, canadienses, etc, se dan cita durante unos días en Pamplona para celebrar la mayor fiesta del mundo. Es la fiesta de las fiestas. La excelente comida y bebida, propia de la tierra, ayuda a completar ese hermanamiento cultural y altruista tan característico de esta fiesta. Ir de tapas y vinos o comer un buen chuletón, es el pan nuestro de cada día. Puedes charlar y reír con un portugués o un extremeño o un japonés, el ánimo está por las nubes, la ciudad se convierte en un inmenso grupo de amigos. Un ejemplo de lo que debería ser el resto de días en el resto del planeta.


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