martes, 8 de septiembre de 2015

NEOLENGUA

Los límites del lenguaje son también los límites de nuestro mundo. La palabra define la realidad o la transforma. Desde luego, este juego fácilmente manipulable lo conocen bien los políticos, quienes valiéndose de argucias retóricas se sirven de la palabra con el objetivo manifiesto de ocultar evidencias en intentar influir en nuestra conducta distorsionando nuestra visión de la realidad. Cuantas veces hemos oído negar cuando la evidencia es clarísima o argumentar una mentira a sabiendas o exponer ideas o creencias inadmisibles manipulando la palabra. 

Nos encontramos ante el mismo uso léxico con fines represivos que ejercía el Partido Único en la novela de George Orwell, 1984, creador de una lengua cuyo fin era dominar el pensamiento. Su mecanismo: la eliminación sistemática del lenguaje de aquellos aspectos que pudiesen acarrear “crímenes del pensamiento”, es decir, eliminar los significados que pudieran hacer pensar en cosas que constituyesen un peligro para el sistema establecido. Orwell la denominó la neolengua. En nuestra sociedad orwelliana la neolengua está muy extendida, esto lo sabemos bien, pero a pesar de saberlo, hay personas (y no pocas precisamente) que hacen oídos sordos.

El Partido Único de Orwell tiene sus equivalentes en nuestro país. El partido que gobierna con mayoría actúa en muchas ocasiones como un Partido Único reprobando y castrando sistemáticamente las propuestas de otros partidos evidentemente minoritarios. Sí, terriblemente orwelliano, pero todavía lo es más eso que pretenden algunos partidos que se han unido en otro Único Partido (cambio el orden de las palabras para diferenciarlos aunque poco los diferencie) con el fin de desafiar al otro Partido Único y a los otros partidos minoritarios y todo el que no siga la estela de este nuevo Único Partido. Su fin es desafiar al que no piense y actúe como ellos, desafiar si hiciera falta por encima de la ley, porque la ley, al parecer, la imponen ellos. Eso es lo que proclaman en su neolengua, los delitos no lo son, y contrariamente, lo que es legal porque así lo acordaron todos los partidos, incluidos ellos mismos, ya no lo es. En su neolengua no existe la palabra Constitución, es un “crimen del pensamiento”, hay que borrarla. Tampoco existe diversidad cultural, ni respeto a la ley, ni pluralidad social, ni democracia, ni solidaridad, ni entendimiento, ni reconciliación, ni diálogo. En su lugar, las han sustituido por soberanía, repulsa, desobediencia, identidad, desacuerdo e imposición. En sus discursos utilizan su presuntuosa neolengua, es triste observar como esputan con alegría una y otra vez estas palabras tan lacerantes, pero es más triste observar como hay personas que al escucharlos creen que el mesías ha venido para salvarlos. Tener fe significa no querer saber la verdad, como dijo Nietzsche.

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