martes, 22 de diciembre de 2015

HIPÉRBOLE NAVIDEÑA

Un año más se acerca la Navidad. Tan entrañables fechas son la guinda que tantas alegrías proporcionan a los niños. Durante un mes y medio la emoción va in crecendo hasta vernos inundados por un sin fin de adminículos navideños. Calles engalanadas con chillonas luces de colores, anuncios de juguetes cada segundo en todas las cadenas de televisión, árboles de Navidad iluminados en cada plaza y en cada casa, belenes en cada tienda y en cada casa, Papa Noel en cada centro comercial, turrones, mazapanes, cava, panettones (últimamente), abundantes e indigestas cenas de empresa y familiares, cabalgata de reyes, típicas películas de Navidad y cuentos, y hablando de cuentos, haré un pequeño repaso de los relatos navideños más célebres y de algún otro menos conocido, pero muy interesante.

El relato que se lleva la palma es Canción de Navidad (Charles Dickens), se trata del clásico por excelencia, en el que los fantasmas de la Navidad tratan de infundir al avaro señor Scrooge el espíritu navideño. La pequeña cerillera  (Hans Christian Andersen), cuento con trágico final que narra la historia de un niña sin hogar que va encendiendo todas sus cerillas durante la última noche del año. El cascanueces y el rey de los ratones (E. T. Amadeus Hoffmann), la historia trata sobre el nuevo juguete de la joven Marie Stahlbaum, el Cascanueces, recibido la noche de Navidad que cobra vida y, después de derrotar al Rey Ratón tras una dura batalla, la lleva a un reino mágico poblado por muñecos. Navidades trágicas (Agatha Christie), novela de misterio ambientada en época navideña. Una cruenta muerte será resuelta por Poirot. Las cartas de Papá Noel (J. R. R. Tolkien), es una recopilación de las cartas que el conocido escritor escribió a sus hijos simulando ser Papá Noel. Narra sus aventuras y las de sus ayudantes en el Polo Norte. Un cuento navideño (Truman Capote), se trata de una narración autobiográfica en los años 30, y que ahonda en la alegría de la época navideña. Nochebuena, (Nikolay Gógol), traza un cuadro de costumbres enmarcado en vísperas de Navidad en un pueblecito ucraniano. La mula y el buey (Benito Pérez Galdós), narra un misterioso y mágico relato donde unos padres pasan por el terrible trance de perder una hija y padecen el remordimiento de no haberle regalado una mula y un buey. Maese Pérez el organista (Gustavo Adolfo Bécquer), enigmática narración ambientada en Nochebuena en la que maese Pérez es un anciano ciego de nacimiento de 76 años de edad y poseedor de un don especial para tocar el órgano. No poseía amigos y solo tenía una hija. Era un hombre solitario y austero que no tenía mucho dinero, pero hacia todo lo posible por compartirlo con los más desfavorecidos. Dos cuentos de Navidad: El árbol de Navidad y una boda y El niño de la manita (Fiódor Dostoyevski), son una perfecta muestra del espíritu de las mejores novelas del escritor ruso en los que podemos apreciar un profundo sentimiento en defensa de los más vulnerables.

¡Felices fiestas!

martes, 15 de diciembre de 2015

EL PROGRAMA ELECTORAL

El día veinte de diciembre hay elecciones generales. Me da una enorme pereza tratar estos temas, sobretodo cuando los medios de comunicación nos bombardean constantemente sobre las elecciones. Los excesos no son buenos. Para bien o para mal me he dejado arrastrar por esta vorágine contaminante, pero antes de nada me gustaría establecer unas bases que creo es conveniente tener claras para situarnos. Iba a escribir “históricamente” como si fuera algo perteneciente al pasado, pero se puede escribir “actualmente”. Por raro que parezca, si miramos a nuestro alrededor, es lo que hay. Me refiero a las diferentes formas de gobierno que existen: 
- Monarquía: gobierno del más noble con la aceptación del pueblo y el respeto a las leyes.
- Tiranía: el que gobierna se hace con el poder por la fuerza y gobierna sin respetar las leyes.
- Aristocracia: gobierno de los mejores y el mejor linaje.
- Oligarquía: gobierno de los más ricos.
- Demagogia: gobierno de todos sin respeto a las leyes, prevalece la demagogia sobre el interés común. La demagogia consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.
- Anarquía: gobierno sin estado bajo un sistema de asociación voluntaria con ausencia de poder público y dentro de unos ideales de no-agresión.
- Democracia: gobierno de todos según la leyes. El poder político es ejercido por todos lo ciudadanos, la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de representantes.

Ustedes juzguen el tipo de gobierno que tenemos o parece que tenemos, y lo digo sin acritud. Tanto si está claro como si no, quién o qué nos gobierna, el día veinte tenemos la posibilidad de votar. Esta es la única evidencia que puede indicarnos el tipo que gobierno que tenemos. El resto de días hasta las próximas elecciones podemos llegar a pensar que de la noche a la mañana nos encontramos inmersos en una oligarquía-tiránica-monárquico-demagógica y hasta aristocrático-anárquica. Por lo tanto, si alguien tiene dudas, es absolutamente necesario votar.

Una vez está decidido ir a votar, me atrevería a decir que el resto es casi secundario. La verdadera razón de la democracia y la libertad es poder votar, y aquí si puedo decir que este es un avance histórico. Ahora bien, cada uno de los partidos políticos que se presentan para gobernar tiene su propia ideología: derecha, izquierda y centro. Lo de centro, particularmente no sé como definirlo, es algo que ignoro. Parece algo así como que soy tan poroso que por mis poros entra y sale de todo. De hecho, esta porosidad es cada vez más acusada en todos los partidos políticos. Quizá sea el futuro, quién sabe.

Llegados a este punto, y teniendo en cuenta que lo primordial es votar, creo que para decidir a que partido se vota es necesario conocer el programa de cada partido. Junto con la carta propagandística que nos envían a casa deberían adjuntarlo, y si es muy largo, resumirlo en dos o tres folios. Puntos concretos y claros. Tendríamos que tomarnos la molestia leer el programa electoral de cada partido (o al menos de cuatro o cinco partidos de diferentes ideologías) y así poder evaluar qué programa se adapta más a lo que tu esperas del futuro gobierno. Es curioso, lo que parece lógico se intenta ocultar o al menos no se facilita. Es más, el programa debería ser el salvoconducto del partido que acabe gobernando, si no cumple en un 80% por ciento ese programa, como mínimo, tendría que apartarse del gobierno y convocar elecciones para que gobierne otro partido más capaz. Es algo razonable, si asumes la gestión (en este caso de un país entero) y no cumples con los criterios que prometiste, no queda otra que largarte por incompetente o mentiroso. De esta manera nos evitaríamos vendehumos y negligentes en el gobierno, que los hay y muchos. También sería una manera de equilibrar las opciones entre partidos candidatos a gobernar. Los partidos que tienen detrás medios de comunicación y bancos son los que llegan más al gran público y son los que siempre ganan. Por lo tanto, a estos partidos poderosos no les interesa que se presente un programa y que cada votante lo lea y en función eso (y solo de eso) se vote. Les interesa salir en los medios hablando mal de los otros y vanagloriándose ellos mismos. Cuanta vanidad y cuanta mentira.

Ya que no envían a casa el programa, en la web de los partidos se puede ver su programa o al menos un esbozo. Recomiendo leer el de varios partidos para los que tengan esta posibilidad. Es un engorro, pero creo que es necesario para que cada uno se forme su propia idea y vote con conocimiento de causa sin la influencia de los medios de comunicación y opiniones partidistas.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

MEJOR LA VOZ

Desde hace ya algún tiempo los smartphone nos permiten comunicarnos a través de video-llamadas (llamadas con imagen). Un sueño hecho realidad. ¿Quién lo hubiera imaginado hace tan solo unos años? Y cuando digo unos años me refiero a unos diez años, como mucho quince, eso no es nada. Todos los que rocen la cuarentena o la hayan rebasado saben por propia experiencia de lo que hablo. Aquella concepción de la comunicación era futurista, y ahora, es presente. Pero, ¿qué ha sucedido para que aquel codiciado futuro se diluya ante nuestros ojos? Múltiples explicaciones nos podrían dar una respuesta convincente. La primera y obvia es el dinero, las video-llamadas son más caras que las corrientes llamadas de voz. Es cuestión de transmisión de datos. Transmitir una voz son muchos menos datos digitales que trasmitir una imagen en movimiento más voz. El aumento de precio es hasta cierto punto lógico. No es lo mismo transportar doscientas cajas de naranjas que mil cajas de naranjas, de necesitar un camión pasamos a dos o tres, depende de la capacidad del camión. Y aquí está la cuestión del asunto, me refiero al precio de las video-llamadas, “la capacidad del camión”. Todos somos capaces de evaluar la capacidad de carga de un vehículo, pero en el mundo virtual todo es muy suigéneris. ¿Cuánto es mucho o poco? En el mundo digital o informático lo que hace diez años era mucho, hoy en día es irrisorio. Transmitir cien kabytes era un tremendo éxito que parecía conseguirse tras un gran esfuerzo de investigación y cientos de conexiones muy costosas, hoy en día cien kabytes es literalmente ridículo. Y no digamos si hablamos de bytes, tan en boca de todos hace unos años y hoy relegados al pasado más prehistórico, desde el punto de vista informático, claro está. Por lo tanto, el precio de las video-llamadas debería ser algo asumible por cualquier usuario de teléfono móvil. 

Este no es, ni de lejos, la principal causa para que no hayan cuajado las video-llamadas entre la población. La causa primordial apareció tras comenzar a utilizar esta nueva posibilidad de comunicación. De repente se dieron cuenta con alarma que su intimidad estaba siendo violada. Con la llamada simple de voz aparentabas mostrar atención con el otro interlocutor mientras te preparabas la cena o repasabas una revista o te cambiabas de ropa o te petabas los granos de la cara o incluso mientras miccionabas. Esta dualidad desaparecía con la video-llamada. El hecho de aparecer en la pantalla y que el otro pudiera verte implicaba tener que prepararte para que te viera bien, o al menos como tú quieres que te vean. La vanidad entraba en juego, todos queremos aparentar una cierta imagen. Esto provocaba un estrés emocional cada vez que tenías que llamar o cada vez que recibías una llamada. Era como si llamaran a tu puerta y estuvieras en pijama y despeinado y te vieras obligado a acicalarte rápidamente antes de abrir. La situación era similar: sentías el tono del móvil y como te cogiera en casa o en alguna circunstancia o lugar que el otro (el que llama) no te pareciera adecuada, te veías envuelto en una vorágine de transformación del imagen y del entorno que realmente te angustiaba. Imagínate una llamada de tu compañero de trabajo a las nueve de la noche cuando estás en casa repanchigado en el sofá. Lo fácil que es utilizar solo la voz y mostrar toda la atención que quieres aparentar mientras estás tirado en pijama y mirando las televisión. En cambio, una video-llamada implica tener que transformarte y aparentar físicamente tu imagen del trabajo. Antes de contestar vas volando al lavabo y te peinas lo mejor que puedes, luego vas a tu cuarto y te pones una camisa, los pantalones no hacen falta porque no se ven, pero mucho cuidado de no mover el encuadre, podrían salir los pantalones del pijama, sería un enorme ridículo. Buscas un fondo adecuado que quede bien, no quieres que se vea el desorden casero. Te colocas junto a la ventana y descuelgas estresado después de tres carreras. La conversación, que posiblemente se podía haber pospuesto para el día siguiente en la oficina, pasa sin pena ni gloria y cuelgas de una vez. Vuelves a ponerte el pijama y te repanchigas en el sofá. La televisión es mediocre a más no poder. Decides ponerte el siguiente capítulo de la serie que ahora te tiene enganchado. A los diez minutos de estar disfrutando de las veleidades de Don Draper y compañía, vuelve a sonar el teléfono. ¡Hay que joderse!, ¡otra vez el compañero de trabajo!, ¿qué cojones querrá ahora? Otra vez a la carrera. Pones pausa en la serie, el niño pequeño empieza a dar la lata y no quiere irse a dormir, vas corriendo de nuevo al lavado para peinarte y acicalarte lo justo para dar una imagen adecuada. Rápido a tu cuarto, te pones la camisa, el pantalón del pijama te lo dejas, cuidado con el encuadre. Vas hasta la ventana de antes y descuelgas. “Hola Alfredo, ¿otra vez?”, dices disimulando el malestar que te ha generado la llamada. “Anda, pero…, lo siento, me he confundido, no quería llamarte”, dice. La terrible molestia de tener que prepararte para contestar por segunda vez, sumada al cabreo que se desata en tu interior por la equivocación de ese compañero de trabajo, hace que estés a punto de lanzar el teléfono móvil por la ventana que tienes justo detrás de ti. Con una sublime contención de tu cuerpo y tu mente logras despedirte de Alfredo con las palabras adecuadas. Pero estás punto de estallar, la presión acumulada tiene que salir por algún sitio, eres una olla a presión. Mañana mismo vuelves a la llamada de voz de siempre.

martes, 1 de diciembre de 2015

EL BAILE CARNAVALESCO

Hay edades que nos desenmascaran ante otros. También hay personas que son más transparentes que otras en este sentido. Durante la infancia es difícil engañar, al menos engañar a un adulto ya enmascarado. La infancia es una edad pura y libre, aparentar lo que no sientes o lo que no eres esta fuera de las posibilidades de un infante. Ellos lo entregan todo a cada momento y en cada acción, y si no les place o se sienten cansados, se niegan rotundamente. La sinceridad y honestidad prevalecen. No existe la mentira ni la maldad ni la vanidad. Son seres casi perfectos, podríamos decir, y aun sabiéndolo, todos cambiamos. Curioso desarrollo el del ser humano. 

Hay dos etapas que nos muestran sin tapujos como somos: una es la infancia y la otra es la vejez. Los primeros años de nuestra vida y los últimos tienen en común tantas cosas que parece que hablamos de lo mismo, salvando la distancia, que es mucha, la máxima posible.

Vivimos la mayor parte de nuestra vida detrás de máscaras. Los años de mayor capacidad física e intelectual de nuestras vidas los pasamos intentando mostrar al mundo los que no somos. Siempre hay honradas excepciones, pero diría que solo en ciertos momentos. Puede que haya una época de “aprendizaje” durante la adolescencia en la que nos formamos para enfrentarnos al resto de la humanidad. Durante esa época vamos moldeando nuestra máscara, unos lo hacen con ayuda de los grandes enmascarados, la clase dirigente, que delante de sus maravedís embolsados deshonestamente casi siempre, cuando no fraudulentamente, crean una suntuosa máscara que esconde la soberbia y la avaricia que rige sus vidas. Serán los sucesores de los grandes enmascarados. Otros se forman entre dos aguas, tienen en determinados momentos el beneplácito de los grandes enmascarados e incluso ansían poseer una máscara similar, pero la mayor parte del tiempo su máscara se va moldeando sin la ayuda de esos peces gordos. Serán los más abundantes de la sociedad y durante su vida, su máscara fluctuará entre los grandes enmascarados, las máscaras estándar e incluso las máscaras más frágiles. Y por último, otros no tendrán esa supuesta suerte de codearse en algún momento con los grandes enmascarados y terminarán creando una pequeña máscara liviana, pero aun así máscara. Ellos serán la parte de la sociedad más desfavorecida. Entre la gran mayoría los habrá que intenten pasar al siguiente escalafón robusteciendo su máscara. Este será un mal endémico, casi todos desearán una máscara ciclópea, una máscara de las buenas. Si no en un principio, durante su vida habrá momentos que la ansiarán, algunos la conseguirán, otros se frustrarán por no haberlo logrado y otros comerán de ambos platos en determinados momentos a los largo de su vida enmascarada.

Como si fuera un baile carnavalesco la vida irá pasando entre penas y alegrías. Las máscaras desfilarán ante nuestros ojos y esos ojos ajenos verán nuestra propia máscara. Una vida falsa y pesarosa, presuntuosa y mezquina rodeará a los enmascarados hasta que por fin, en los últimos días te desprenderás de esa máscara voluntariamente, un hecho trascendental después de tanto tiempo ocupando tu verdadero yo. Esa máscara que se apoderó de tu ser cuando dejaste la infancia terminará pesando más que nunca. Será cuando te desprendas de ella, no la soportarás más, y entonces, verás con pesar que has vivido enmascarado durante tantos años que son toda una vida, tu vida.