miércoles, 21 de diciembre de 2016

HASTA REVENTAR

Se nota un repunte de mensajes positivos en los medios de comunicación. En todos los periódicos y cadenas de televisión nos atosigan con empalagosos titulares que anuncian a bombo y platillo un fabuloso incremento en comidas y cenas navideñas, en gasto para “compras navideñas” y hasta en reserva de hoteles. El mensaje es claro: vivimos como reyes, nuestra sobrada solvencia económica nos permite pegarnos suntuosos homenajes en restaurantes distinguidos, comprar regalos a mansalva para toda la familia y, además, escaparnos unos días a un hotelito con encanto. Señoras y señores, ¡qué más se puede pedir!

Toda esta palabrería falaz se encuentra amparada por los medios de comunicación que controlan los tres partidos que han llegado a un acuerdo para gobernar, PP, PSOE y C’s. Su estrategia se basa en lanzar mensajes positivos para manipular la percepción general de los ciudadanos intentando dejar de manifiesto que la crisis es algo de tiempos pretéritos porque nos gastamos cantidades ingentes de dinero para disfrute personal. Este es el llamado quinto poder. Y diría que funciona, según he podido comprobar con mis propios ojos. El cazurrismo ciego que nos rodea me da escalofríos.

Alguien debería decir abiertamente que lo primero, sea Navidad o Semana Santa (me cansa un poco esa denominación tan religiosa, propongo cambiar el nombre a vacaciones de invierno o vacaciones de primavera, según el caso) es el bienestar de los ciudadanos. Padecemos la tasa de paro más alta de Europa, o de las más altas, desde hace una década. Los salarios de la “poca” gente que trabaja son cada vez más bajos, hasta el punto que hoy en día hay muchas personas que aun trabajando viven en el umbral de la pobreza. Los recortes en educación lastran la competitividad y el desarrollo intelectual de nuestros hijos. La sanidad es cada vez más precaria y todo indica que la única manera de ser atendido adecuadamente por un médico es pagando de forma privada. Se potencia desde los estamentos políticos la privatización de la sanidad y la educación. Las leyes anticorrupción brillan por su ausencia. Los tres partidos citados anteriormente no están haciendo nada para poner remedio a esta debacle social en la que estamos instaurados desde hace más de una década. Al revés, sus medios de comunicación, que prácticamente son todos los existentes en España, se dedican a difundir que esta Navidad comeremos hasta reventar porque vamos sobrados. Y eso que estamos en democracia.

martes, 13 de diciembre de 2016

MONUMENTS MEN

Como si se tratara de la película protagonizada por George Clooney, el vanagloriado ejército británico reclutará el próximo año a comisarios de museos, profesores de arte, restauradores, arquitectos y artistas con el fin de formar una brigada especial dedicada a la protección y conservación de obras de arte en zonas de conflicto, especialmente en toda la región de Oriente Medio. 

La idea parece buena, pero mirando los tesoros artísticos que expropiaron los británicos de otros países en tiempos pretéritos y que ahora descansan dentro de sus fronteras, tengo la ligera sospecha que detrás de esta operación hay algo más que el ilusorio "amor al arte". Porque como dijo el tío Gilito: nadie hace nada gratis. Y menos aún los británicos, los mismos de la City y del Brexit.

En la película de Clooney, los monuments men rescataron miles de obras de arte robadas por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, obras de Picasso, Rembrandt, Miguel Ángel, etc. Los cuarenta integrantes de aquella brigada artística abandonaron su trabajos en museos, universidades y galerías para unirse al ejercito aliado. Valientes que estuvieron en primera linea de fuego. Su labor pasó desapercibida durante mucho tiempo y nunca presumieron de su heroicidad. En cambio, su reencarnación contemporánea nace a bombo y platillo, como una gran operación de marketing y relaciones públicas.

La primera misión de los nuevos monuments men será evitar, en la medida de lo posible, la destrucción de las joyas artísticas y arquitectónicas de Oriente Medio en lugares donde luchan bandas terroristas del Estado Islámico, fuerzas del régimen de Assad, rebeldes sirios y tropas norteamericanas, rusas y británicas. Pero no solo eso, sino también poner coto al contrabando de objetos y mercado negro de piezas de arte que financia las actividades de los fundamentalistas. Eso dicen.

Es cierto que ver videos de destrucción artística por parte de unos bárbaros es desolador. Su salvajismo no les permite apreciar el arte y parece que el odio sea el combustible de sus acciones. Esa especie de éxtasis violento que rodea sus vidas se traduce en destrucción, en violencia y en muerte. Y es evidente, si no queremos parecernos a ellos, actuar ante semejante barbarie. Pero no perdamos el norte. En una zona de conflicto bélico la misión principal es salvar vidas humanas. ¿O es que hemos perdido la sensibilidad al dolor humano, al hambre, a la enfermedad, a la desolación, a la muerte? Quizá estamos demasiado acostumbrados a ver videos de atentados atroces que acaban con la vida de decenas de personas. Tal vez la lejanía, siempre tan engañosa (nada está lejos hoy en día), nos inyecta un potente anestésico sensorial y dejamos de ver al ser humano tal como es para transformarlo en un simple monigote. Pero eso sí, las obras de arte hay que mantenerlas a salvo.

martes, 29 de noviembre de 2016

REGLA SOFÍA

Estos días se está celebrando el campeonato del mundo de ajedrez en Nueva York entre Magnus Carlsen y Serguéi Kariakin. El favorito es Carlsen, por lo visto es el defensor del título, noruego de 26 añitos. Ya fue campeón en 2013, con 22, igualando en juventud al mítico Kaspárov. El muchacho tiene dos ocupaciones profesionales, ajedrecista y modelo. Lo de ajedrecista no lo pongo en duda, lo de modelo ya es harina de otro costal, que diría mi abuela. Su cara de pan lo delata. Su rival Kariakin, también de 26 años, es ucraniano y “Gran Maestro” de ajedrez ruso, según la vanagloriada escuela soviética de ajedrez. Tiene su mérito, siempre hay un ruso dando la cara por ganar el campeonato mundial de ajedrez. Desde luego Kariakin no podría trabajar de modelo, de eso no hay duda, aunque nunca se sabe. Entre ellos hay diferencias notables, al ruso se le nota a la legua que es ruso, por decirlo de alguna manera. Al chico no le han sacado de casa nada más que para jugar al ajedrez, y eso marca. Tiene cara de alelado y luce vestimenta de otra década. Se ve que es un cerebrito, pero me gustaría saber como traslada ese dote a la sociedad en general. Quizá haciendo afición al ajedrez, que no es poco. En cambio Carlsen, que tiene nombre de cerveza, parece el típico joven occidental risueño y con ganas de divertirse, eso sí, la cara de bollo no se la quita ni Dios. Desde el punto de vista automovilístico es como comparar un Lada Niva y un Volvo XC60. 

Hecha la presentación de los ajedrecistas, me gustaría resaltar un aspecto del ajedrez llamado “Regla Sofía”. Antes de continuar expondré que habré jugado al ajedrez quince o veinte veces en toda mi vida. Recuerdo que en un hospital jugué con mi compañero de habitación varias partidas. El chico, entonces yo también era un adolescente, estaba emperrado en ganarme y cada vez que yo le ganaba volvía a desafiarme. Gané todas las partidas, quizá un camino se abría ante mis ojos y no supe verlo, o tal vez mi compañero era muy malo en estrategia. Qué más da, ahora es demasiado tarde. Después de aquella lejana semana que pasé en el hospital, he vuelto a jugar muy de vez en cuando al ajedrez. Alguna partida esporádica y nada más. De hecho he pasado años enteros sin ver un alfil y eso que en casa tengo un tablero con todas sus fichas, como todo el mundo. 

Pero volviendo a la actualidad, en la última partida entre Carlsen y Kariakin ha habido tablas. Eso es algo que pueden acordar ambos jugadores antes de la partida, aunque me parece inverosímil. En un partido de futbol con perder el tiempo paseando por el campo y no meter goles, al final empatan. En una partida de ajedrez desconozco la estrategia para empatar, quizá no muevan las fichas hasta que se acaba el tiempo o simplemente cuando pueden liquidar una ficha del contrario no lo hacen y mueven las fichas justo al revés, esto es, para no dañar al contrincante. O quizá llegan a un punto de inmovilidad de fichas debido a que solo quedan las reinas y una se persigue a la otra dando vueltas por el tablero eternamente. Sea como sea, existe la llamada “Regla Sofía” que impide acordar tablas. La verdad, eso de pactar un empate en una competición me parece cobarde, amoral y antideportivo, aparte de un engaño manifiesto. 

Y analizado la “Regla Sofía”, no estaría de más que se aplicara dicha regla en nuestra sociedad. Miremos a los políticos, a los bancos, a las grandes empresas energéticas y de construcción, a los poderes fácticos. Entre ellos acuerdan lo contrario de lo que anuncian. Igual que los ajedrecistas solo velan por su su propio interés y beneficio, en detrimento de los usuarios, el pueblo. La diferencia radica en que un ajedrecista no decide si perdemos poder adquisitivo y nos empobrecemos, en cambio los otros sí.

martes, 22 de noviembre de 2016

EN EL PUNTO DE MIRA

Como si fuera el asesino de Martin Luther King apostado al otro lado de la calle esperando a que su víctima saliera de una de las habitaciones del hotel Lorraine, o del propio John F. Kennedy cuando circulaba en coche junto a su esposa Jacqueline por la plaza Dealey de Dallas; Santiago Sánchez, propietario de una empresa de rótulos, se apostó con un fusil de asalto AK-47 (más conocido como Kalashnikov) en la habitación 412 del hotel Villa Real de Madrid, situado a 30 metros del la puerta de los leones del Congreso de los Diputados, para tener en el punto de mira al proclamado nuevo rey de España, Felipe VI. Pero no disparó. No era su intención, solo quería demostrar los enormes fallos de seguridad que pudieron conducir a un magnicidio y evitar así posibles atentados. Lo grabó todo y lo colgó en internet. Y no era la primera vez que lo hacía. Eso fue lo que declaró cuando lo detuvo la policía.

En los videos se ve perfectamente al monarca en el punto de mira, y no solo a él, sino también a la reina Leticia y a la plana mayor del Estado: al presidente Mariano Rajoy y a varios ministros y altos cargos. En sus incursiones asegura que pudo matar 12 veces a Juan Carlos I y seis a Felipe VI. Su modus operandi siempre era el mismo. Llegaba a un hotel cercano con la maleta cargada de armas, pagaba en metálico y esperaba el momento. Todo muy fácil. Jamás tuvo un problema con los controles policiales.

Su fecha preferida era el 12 de octubre. Durante varios años se apostó el una habitación de la cuarta planta del hotel Palace. En la voz el off de las grabaciones se podía escuchar perfectamente: "Una vez más, estámos en el hotel Palace. Tenemos a todo el Gobierno y a parte de la familia real en nuestro punto de mira. Todo se repite como un 'déjà vu', todos los ministros en el pasamanos, los jefes de la oposición en las tribunas, la alcaldesa de Madrid, el presidente de la Comunidad de Madrid y la nueva presidenta de la comunidad andaluza. Una vez más, estamos situados en nuestro puesto de francotirador, con nuestras armas preparadas, esperando el momento adecuado para abrir fuego. Por suerte, de forma simulada". En una de esas ocasiones Santiago entró con varios francotiradores al hotel y ocuparon diferentes habitaciones. Afirma en un video que “podía haber sido en magnicidio más grande de la historia. La tribuna de autoridades habría quedado arrasada con una ametralladora M-60”. En esas imágenes aparecen varios rifles. Santiago asegura que intentó contactar de forma infructuosa con diferentes autoridades para mostrar los errores de seguridad y evitar lo que él pudo perpetrar con tanta facilidad.


¿Qué hubiera sucedido si en un momento de éxtasis Santiago se hubiera sentido amo del destino de España y hubiera apretado el gatillo? ¿Quién reinaría? ¿La infanta Elena o su ex Jaime de Marichalar? ¿La otra infanta, Cristina, la que no se entera de nada de lo que hace su marido Urdangarín, o el propio Urdangarín, del que ya no se habla y robó lo que pudo y más con el amparo de la Casa Real? ¿Y Sofía, la mujer (por decir algo) de Juan Carlos I? ¿Por qué no? Sería algo así como la Reina de Inglaterra, pero de España. Más guay, ¿verdad?, aquí hay más sol y más fiesta. ¿Y si nos olvidamos de la frase “A rey muerto, rey puesto” y evolucionamos hacia una sociedad un poquito más democrática y se decide que todos los que componen la familia real (que no son pocos) se ganen el pan trabajando y dejen de vivir como reyes solo porque sean “hijos de”? ¿Y si Santiago le hubiera metido una bala en el entrecejo a Rajoy? ¿Lo hubieran enterrado junto a Fraga y compartirían mausoleo eternamente o quizá hubieran trasladado a la difunta pareja de gallegos al Valle de los Caídos junto a su querido Paco? ¿Y si Santiago se hubiera emocionado y con el calor del trajín de los disparos no hubiera dejado títere con cabeza sobre la tribuna de autoridades? Y quien dice Santiago, dice cualquiera, visto lo visto.

martes, 8 de noviembre de 2016

UN ASESINO A PEDALES

Ocurrió la noche de Halloween en un pueblo de Granada. Amparado por la oscuridad del local de copas, X aguardó el momento adecuado para llevar a cabo su vil acto. En su bolsillo una navaja de 15 centímetros, en su cabeza una firme convicción: apuñalar a Y. 

Son ya las cuatro de la madrugada. X observa con pasividad a decenas de personas disfrazadas que charlan animadamente, beben y bailan en torno a él. Su oportunidad acaba de presentarse. Un cliente ha lanzado varios vasos contra la barra y se ha formado una trifulca. El dueño del local y el vigilante de seguridad intentan apaciguar los ánimos. X mete la mano en el bolsillo y acaricia la navaja. Llegó el momento. Se acerca a Y por la espalda, lo contempla unos segundos y a sangre fría lo apuñala en el abdomen. X abandona el local tranquilamente aprovechando el tumulto. Mientras a Y le arde el estómago y se le escapa la vida sin darse cuenta desplomado en suelo, X huye en una bicicleta robada. Ahora pedalea desaforado, el peso de los hechos es mayor que la cautela necesaria para evaporarse sin levantar sospechas. En la fuga le asalta una terrible incertidumbre. ¿Qué hacer con la navaja manchada de sangre? Tanto le abruma este pensamiento que se deshace de ella arrojándola en el primer sitio que considera adecuado sin detenerse a sopesar la decisión: dentro de una tubería. Después, X continúa su pedaleo frenético cruzando la noche hacia ningún destino. Solo desea alejarse. Le gustaría volar muy lejos, pero las bicicletas no vuelan, de hecho esa bicicleta no es suya y eso comienza a incomodarle: alguien la puede reclamar y quizá le hayan visto huir en esa bicicleta. Pero hacer desaparecer una bicicleta no es tan fácil como una navaja, aunque la navaja tenga una hoja de 15 centímetros. No sabe si abandonarla o llevársela a casa. Decide abandonarla pensando que sería una decisión acertada. Si la encuentran en su casa podría ser su perdición. Pero una vez más X no acertó en su decisión. Los investigadores encontraron la navaja en el interior de una tubería a unos cincuenta metros del local y posteriormente dieron con la bicicleta abandonada. Ambos hallazgos fueron clave. Cruzaron las diferentes muestras de ADN encontradas en los dos elementos y encontraron una coincidencia: X.

Pese a que los servicios de emergencia lograron trasladar a Y hasta un centro médico, murió desangrado. La hoja de la navaja había seccionado la arteria ilíaca. Las irrefutables pruebas de ADN colocaron a X en el lugar del crimen y con el arma en la mano.

martes, 25 de octubre de 2016

MANIPULACIÓN

El partido más corrupto de España volverá a gobernar. Y esto lo ha decidido un 33% de las personas que votaron en las últimas elecciones. Por cierto, 33, la edad de Cristo. ¡Qué casualidad! Si tenemos en cuenta que se contabilizaron 24 millones de votos (en España somos 46 millones de personas) de los 36 posibles (mayores de 18 años), viene a decir que solo el 67% por ciento de la población con derecho a voto ejerció su derecho. Por lo tanto, estos datos reflejan un realidad espeluznante: un 22% de la población española con derecho a voto ha impuesto su voluntad sobre el resto de la población, casi un 80%. ¿Y cómo ha podido suceder semejante incongruencia? Ya me gustaría saberlo, conocer los detalles, los datos concretos, que es lo importante, de tan colosal manipulación. Lo que sí parece claro es que la inmensa mayoría de los ciudadanos han votado en una dirección y los políticos se han encargado, mediante siniestras maniobras, de cambiar el sentido de ese voto. Una vez más, los medios de comunicación se han encargado de normalizar esta tremenda anomalía democrática. En su conjunto tiene todos los tintes de una manipulación. Esta es la hiriente realidad basada en datos objetivos. 

Nunca saldrán a la luz los tejemanejes que los políticos (y su entorno) han urdido y urdirán a espaldas de la ciudadanía en su propio beneficio. Por desgracia cada día inspiran menos confianza. Es evidente que actúan únicamente pensando en sí mismos y no en los que les han otorgado su puesto, los ciudadanos. Una vez más los datos son certeros, 20% contra 80%. 

¿Y cuál es el entorno político que colabora estrechamente con los propios políticos, y además, de forma personal? Pues está muy claro. ¿Dónde se recolocan los políticos cuando dejan la política? Grandes empresas de comunicaciones, empresas vinculadas con el sector energético, entidades financieras… Y eso en el mejor de los casos (digo mejor, por contextualizarlo de alguna manera), porque a veces los políticos vienen directamente de ese entorno. ¿No da la sensación de que los políticos nos están tomando el pelo? Hay que ser muy obcecado para no pensarlo. También puede ser que no se tenga criterio propio, o incluso ambas cosas a la vez, que ya sería la reostia.

martes, 18 de octubre de 2016

AND THE WINNER IS…

Para valorar con criterio es necesario conocer datos concretos y fidedignos. Es algo a tener en cuenta y exigible, sobre todo a los que siempre hablan de generalidades: datos concretos. Facilitaré alguno. En los Nobel de Literatura hay grandes ausentes: Proust, Joyce, Kafka, Borges, Nabokov, Lorca, Machado, Galdós y un largo etcétera. Pero sí están Kipling, Mann, Faulkner, Camus, Juan Ramón Jiménez, Steinbeck, Sartre, Neruda, García Márquez…

Los vaivenes imponderables, y eso que hoy todo se acepta como si nada, que han surgido tras otorgar el premio Nobel de Literatura 2016 a Bob Dylan están haciendo correr ríos de tinta. Tal vez sea eso lo que buscaba la Academia Sueca, crear polémica y que el personal no se hiciera el “sueco” y hablara de la Academia más que del premio o del premiado, o mejor dicho, de los escritos del ganador. Y digo ganador porque es lo que ha parecido, una especie de Eurovision interplanetaria con un espléndido evento planificado para el próximo 10 de diciembre en el que un speaker presentará a bombo y platillo, bajo un potente cañón de luz, al flamante ganador del Nobel de Literatura 2016. Quizá en la mente de algún académico y académica (hago constar ambos géneros no por ese modismo absurdo que últimamente se estila, sino porque considero importante, en este caso, evidenciar los dos géneros) brotó de su subconsciente esta imagen glamurosa y no pudo resistirse. Ya se sabe, la carne es débil. Se olvida muy pronto en los tiempos que corren aquello de “recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”.

Pues por mucho que soñaran tal vez se quede solo en eso, en un sueño. La Academia Sueca (esto me suena a mujer grande y rubia, el subconsciente trabaja por su cuenta) lleva cuatro días intentado comunicarse con el bueno de Bob sin ningún resultado positivo. El nuevo y flamante Nobel de Literatura se hace de rogar o es un niño travieso que no respeta a nada y a nadie. Vamos, o es un arrogante o un inmaduro. Va a su aire. Está tan saturado de premios y honores como cualquier mortal de cortarse las uñas de los pies. Llegado el momento casi hasta molesta. Solo espero que si al final acude a la entrega de premios, en vez de un discurso simplón, se cante unas coplas guitarra en mano.

Y llegados a este punto, quizá tengamos que añadir en la lista de ausentes a Joaquín Sabina.

martes, 4 de octubre de 2016

UVAS AMARGAS

Todo el que ha visitado el Museo del Prado se habrá cruzado con alguna persona, pincel en mano, copiando detenidamente un lienzo. Caballete y tela frente a la majestuosa obra. Mirada limpia, manos que hablan, pulso de gavilán. Olor a óleo. Concentración máxima a pesar de los curiosos visitantes que se preocupan más de como va quedando la copia que de la obra original. Son verdaderos artistas que sienten la atracción de la pintura. Trabajan por encargo. No sé lo que cobrarán, pero creo que el precio está justificado. Es más, ¿quién puede asegurar que la obra original colgada en la pared no es también una copia? Nadie. Al menos nadie del los visitantes comunes, que son la inmensa mayoría. Y en este caso no hablaríamos de copias, sino de falsificaciones. La finalidad es la única diferencia, y esta diferencia es muy sutil y, según las circunstancias, muy atrayente. 

Recientemente se ha estrenado en el canal Arte un interesante documental titulado Uvas amargas. Nos cuenta la historia de Rudy Kurniawan, un copista que no pudo resistir la atracción y se rindió a las debilidades humanas. Lo curioso del caso es que no se trataba de copiar (falsificar en su caso) notables obras de arte, sino de vinos. 

De todos es conocido el escalofriante precio que alcanzan algunas botellas de vino, sobre todo esas que están cubiertas de polvo y telarañas. Ese tipo vino era la víctima principal de Rudy Kurniawan. Desde su casa de Arcadia (California) se dedicaba en cuerpo y alma a estos menesteres para satisfacer la vanidad de los coleccionistas y esnobs del vino. Los grandes vinos franceses de Burdeos y Borgoña eran su objetivo. El problema para Rudy Kurniawan con este tipo de vinos, y la solución para los investigadores, es que en realidad se beben muy pocos, ya que la mayoría de las personas que adquieren un vino de estas características lo quiere para coleccionarlo o guardarlo como inversión. En realidad hay muy pocas personas que los puedan reconocer al catarlos.

En 2007 se consideraba que Rudy Kurniawan era el dueño de la mayor y mejor bodega privada del mundo. Gastaba grandes cantidades de dinero en la compra de botellas en subastas, en las que se podía llegar a gastar hasta un millón de dólares. Una vez creada su propia imagen de gran coleccionista pasó a comerciar con vinos y a organizar selectas catas y subastas. Se calcula que llegó a vender casi 2,5 millones de dólares solo en falso vino de Borgoña. Eran los años locos de Silicon Valley, gente con más dinero que buen gusto. El problema surgió cuando empezaron a aparecer más botellas de las que se habían producido de una determinada añada o salían a subasta botellas de añadas de un vino que ni siquiera se había producido. La codicia lo había atrapado por completo. Aparecieron botellas de Clos Saint Denis del Domaine Ponsot, de las cosechas entre 1945 y 1971. Laurent Ponsot, el jefe de la casa, lo encontró sorprendente, ya que su familia no se inició en la elaboración de vino hasta 1982. Así que se puso a investigar. Paralelamente, Bill Koch un coleccionista encontró varias botellas que le había comprado a Rudy Kurniawan que resultaron ser falsas. Interpuso una demanda. Eso alertó a los expertos en la autentificación de vino que extremaron las precauciones. Al final, el FBI se involucró y en marzo de 2012, irrumpió en casa de Rudy Kurniawan donde encontró etiquetas falsas, tapones y botellas vacías, así como pinot noir de Napa con las que rellenaba la botellas. La pinot noir es también la uva con el que se hacen los Borgoña.

Nuestro copista de vinos fue juzgado y condenado a 10 años de prisión, por cometer el mayor fraude que el mundo del vino ha conocido jamás. Pero la pregunta es, ¿cuántos Rudy Kurniawan circularán aún por el mundo dando satisfacción a su propia codicia y la de sus compradores?

martes, 27 de septiembre de 2016

EL HÉROE CONGELADO

Recientemente se ha publicado la noticia de la muerte del jugador de béisbol José Fernández a los 24 años, el lanzador estrella de origen cubano de los Miami Marlins. Al parecer una barca en la que viajaba chocó contra unas rocas cerca del puerto de Miami y su cuerpo, junto con el de otras dos personas, fue encontrado a altas horas de la madrugada por la Guardia Costera. El trágico suceso ha conmocionado a todo el estamento del béisbol.

Al leer la noticia recordé a Ted Williams, el mejor bateador de la historia del béisbol, según se dice. Ted murió en 2002 a los 83 años de edad. La misma noche de su muerte, uno de sus hijos, John Henry Williams, ordenó congelar su cuerpo en un centro criogénico con el propósito de vender su ADN. No hay nada como ser americano para tener una visión de negocio insólita. Me pregunto por qué no han congelado también a José Fernández, y así, poco a poco, se podrá formar todo un equipo completo. Luego solo habría que sustraer el ADN, dependiendo de la necesidad de cada equipo, y al cabo de unos años tendríamos otra estrella del béisbol. Geniales estos yankis.

Pero la historia de Ted es un poco más larga y macabra. La de José Fernández está por ver. Otra hija de Ted, Bobby-Jo, desaprobó categóricamente la congelación del cuerpo de su padre y mostró su deseo de incinerarlo. Para evitar enfrentamientos y sin contar con nadie, John Henry “robó” el cuerpo de su padre y lo envió por avión a un centro criogénico de Arizona, la Fundación Alcor para Prolongar la Vida. La Fundación Alcor lleva desde 1972 congelando cadáveres para eventualmente resucitarlos cuando la ciencia lo permita. No ha querido confirmar si Williams es su nuevo inquilino, pero tampoco lo ha negado. El proceso consiste en sumergir el cuerpo boca abajo en nitrógeno líquido y esperar al futuro. Así es como permanece el cuerpo Ted Williams, a pesar de los intentos de incinerarlo de su hija Bobby-Jo.

¿Y quién no ha pensado en Walt Disney, el inventor de Mikey Mosue, con todo este lío? El mito de Walt Disney y su cuerpo congelado a la espera de que la ciencia evolucione para que lo “despierte”. Su familia afirma que no está crionizado como cuentan la leyendas urbanas. A los dos días de morir, por un cáncer de pulmón que ocultó hasta el final, fue incinerado y sus cenizas descansan en el panteón de la familia Disney. Pero, ¿no será una maniobra de distracción de la propia familia? 

¿Alguien se imagina a Di Stéfano congelado?, ¿y a Pelé?, y ya puestos, ¿por qué no a Rafa Nadal o a Pau Gasol cuando llegue su hora?, ellos serían los reyes del deporte en nuestras latitudes. En otras podría ser Sergey Bubka, Alberto Tomba o Schumacher. 

Como todas las veleidades de este mundo, el asunto empieza siendo minoritario y termina extendiéndose a toda la sociedad. Es cuestión de tiempo. Los cementerios se transformarán en neveras tamaño edificio. El gasto energético se multiplicará por mil. Una solución natural para ahorrar en semejante dispendio sería trasladar a todos lo difuntos a los polos. Me refiero al Polo Norte y al Polo Sur. Habría que acondicionar un poco el terreno, tendríamos mausoleos kilométricos y de una belleza incomparable. Esto generaría un nuevo negocio que incluso podría hacer sombra a la propia construcción.

El día de Todos los Santos sería maravilloso. Se organizarían excursiones con vuelos chárter al Polo Norte y al Polo Sur. A mí me tira más el Polo Sur, no sé por qué, quizá piense tontamente que hará más calor. Se colonizarían los polos. Nuevos aeropuertos y nueva ciudades. En fin, un nuevo mundo se abre ante nuestro ojos. Nuestro propio miedo a morir es proporcional al amor que tenemos a nuestro ego.

martes, 20 de septiembre de 2016

MOORE, MOORE, MOORE

Me llamo Michael Moore, Moore, Moore. Así empieza su monólogo chispeante Joaquín Reyes enfundado en la piel de l’enfant terrible norteamericano. Su última película Where to invade next? (¿Qué invadimos ahora?) nos muestra abiertamente las alternativas que ofrecen otros países para mejorar la sociedad.

Parece claro que la gestión de nuestra sociedad despierta poco entusiasmo. Nos gustaría tener un educación y sanidad pública de calidad, que se invierta en investigación y desarrollo y que todo esto se haga sin ánimo de lucro. La mayoría cree que los ricos deberían pagar muchos más impuestos y también que deberían reforzarse los derechos de los trabajadores. Y sucede todo lo contrario, ¿por qué? A menudo hay un abismo entre lo que los ciudadanos quieren y lo que creen que es posible. Durante décadas, nos han machacado con la afirmación "no tenemos otra opción" y hemos aceptado la inevitabilidad de la injusticia. 

Los Papeles de Panamá son una buena muestra de ello. Se puso de manifiesto cómo los ricos esconden su patrimonio mientras defienden que son necesarios nuevos recortes sociales. Pero la respuesta social fue absurdamente tolerante: “¿Y qué te esperabas?”, “¿de verdad te sorprende?”, “¡Es lo más normal del mundo!”. Se da por senado que los ricos intentan evadir impuestos de forma masiva; lo que sorprendería, contrariamente, es que no lo hicieran. 

Más que rabia, los ciudadanos sienten cansancio o una mezcla de ambas sensaciones. Esta situación impide que surjan movimientos populares tan necesarios para terminar con las injusticias. Y a veces, cuando estos movimientos sociales afloran casi por necesidad imperiosa, los poderes fácticos (la banca, la iglesia, los medios de comunicación) se encargan de acallarlos revertiendo ese empuje regenerativo imprescindible para luchar contra las injusticias, mediante el miedo y la mentira, y así, conseguigen manipular las voluntades de las personas. En vez de tomar las calles, la mayoría de los ciudadanos prefieren indignarse frente al televisor y luego seguir con sus vidas, asoladas por la inseguridad y el mangoneo.

Tras su estrafalaria imagen Michael Moore nos retrata con opípara maestría este tejemaneje de voluntades, amparadas por el dinero y el poder. Su película gira entorno a una sátira muy sencilla. Moore señala que Estados Unidos ha llevado a cabo una serie de invasiones militares, desde Vietnam hasta Irak, cuyo máximo logro ha sido un número de víctimas devastadoramente alto. ¿Qué pasaría si el cineasta invadiera países para apropiarse de ideas y políticas pensadas para ayudar a los ciudadanos y se las llevara a su país? Estados Unidos es prácticamente el único país industrializado que no tiene vacaciones anuales obligatorias. Así que Moore viaja a Italia con el propósito de formular una pregunta audaz: ¿Alguna vez se han preguntado por qué siempre parece que los italianos acaben de mantener relaciones sexuales? Uno de los motivos podría ser el número de días pagados de vacaciones: 30 días anuales si incluimos los días festivos. Tal vez algunos podrían indicar que este equilibrio más sano entre el trabajo y la vida personal es el responsable de los problemas económicos de Italia, y por este motivo es importante señalar que Alemania, esa gran potencia económica, ofrece 34 días de vacaciones. 

También está el caso de Finlandia. En España (en todo su territorio) tenemos un gobierno que está decidido a fragmentar nuestro sistema escolar estatal y aplicar los criterios del mercado. Si la filosofía del gobierno es "lo que funcione" entonces debería tener como punto de referencia el modelo finlandés, como hace Moore. Los resultados escolares de Finlandia se encuentran entre los más altos del mundo, a la par que su inversión en educación. Es un país sin prácticamente escuelas privadas y donde no se lleva a cabo un proceso de selección académica. Los niños no empiezan la escuela hasta los siete años, tienen menos horas de clase, se le da mucha importancia a los juegos y los alumnos prácticamente no se llevan deberes a casa. El hecho de proporcionar buenas escuelas a todos los niños y priorizar el bienestar de los alumnos da buenos resultados. A diferencia de, por ejemplo, España, donde los niveles de confianza en el sistema educativo cada vez son más bajos debido a los recortes, los profesores finlandeses están muy bien valorados. Finlandia tiene una sociedad más igualitaria que España. Son muchos los estudios que coinciden en señalar la relación entre la pobreza y el bajo rendimiento académico. 

Hay muchos ejemplos más. Países como Alemania y Eslovenia, consideran que la educación universitaria es un bien social y, por este motivo, no hay tasas académicas. Podría citar muchos casos más. En los países nórdicos, que tienen impuestos más altos y un estado de bienestar más sólido, la calidad de vida es más alta.

La principal aportación de este tipo de películas es que extienden la noción de que el orden establecido no es inamovible. Todos los que pensamos que la sociedad se debe gestionar en beneficio de la mayoría, y no para contentar a una diminuta élite, a menudo estamos a la defensiva. Debemos seguir luchando contra las injusticias, pero resulta evidente que para situarnos al mismo nivel que nuestros adversarios debemos redoblar nuestros esfuerzos por presentar un mensaje alentador y lleno de esperanza. Son muchas las alternativas posibles y ha llegado la hora de actuar.

martes, 13 de septiembre de 2016

REALIDAD FICTICIA

Cuando nos topamos con una situación contradictoria es fácil quedarte inerte, igual que una piedra, al no saber como reaccionar. Es más común de lo que parece. Entramos en un estado inmóvil, y si no te mueves… Observamos sin ver y escuchamos sin oír. El raciocinio se diluye. Pero aún podemos oler, nuestro sentido más ancestral es el único que puede salvarnos. Supongo que de ahí viene el aforismo “esto me huele mal”, cuando la circunstancia no termina de acomodarse a los preceptos sociales.

Hay tantas cosas que huelen mal últimamente que parece que vivimos en un estercolero. Los niveles de falacia han llegado a tal extremo que uno ya no puede escuchar ni ver, porque no sabe si lo que ve y escucha es una mentira o no lo es. Y no hablo solo de los personajes que ilustran a diario los medios de comunicación, todos ellos, del primero al último parecen vivir dentro de un show permanente. Me pregunto si cuando llegan a casa continúan la actuación. Seguramente sí, para la mayoría de ellos su mentira se ha apoderado de su ser, los ha vaciado y llenado de una realidad ficticia. Esa es su contradicción y es la que constantemente transmiten. 

El resto de los habitantes de este planeta, los que nunca salen en los medios de comunicación, me da que también se están contagiando de esa forma de vivir tan contradictoria con uno mismo. Parece que lo normal es ser contradictorio, como el entorno que te rodea. Decir una cosa y hacer otra. Mostrar una cara y pensar lo contrario. Hasta el punto de sentir una cosa, pero en el fondo deseas lo contrario. ¿Formará parte de la evolución de la especie? Se dice que lo más inteligente es adaptarse al medio. Para volverse loco. 

La honestidad ha desaparecido. Lo ético y lo justo también. Quizá nunca ha existido, pero me resisto a que así sea. No quiero caer devorado por ese mundo contradictorio. Es común escuchar como alguien desea lo mejor al prójimo, pero piensa lo contrario. Lo vemos y lo escuchamos, pero flota en el aire una comunicación no verbal que lo evidencia. O peor aún, directamente te atropellan de forma arrogante. Y esta es una constate diaria que nos envuelve. En cualquier rincón de nuestro hábitat lo evidenciamos. La sociedad es una especie de ente irreal y todos los que la forman actúan como espejos. Quizá un sastre no sea tan diferente de un político, o un periodista de un agricultor, o un profesor de un carnicero. De hecho cada día veo más similitudes, nadie es capaz de ver esa contradicción y si la ven se quedan petrificados, sin mover un solo dedo. Esta sociedad inmovilista y falaz huele fatal. 

miércoles, 7 de septiembre de 2016

MUNDO PRIMOGÉNITO

Dicen los expertos en la materia que la Tierra, nuestro espléndido planeta si lo comparamos con cualquier otro que conozcamos, es capaz de albergar vida gracias al sol, nuestro astro hermano. Estamos a la distancia ideal para ello, un poco más lejos nos dejaría helados y un poco más cerca nos churruscaría como si tuviéramos sobre nuestras cabezas una barbacoa tamaño tres millones XL. A esto hay que sumar que el sol emite el calor justo, ya que pudiera ser, como ocurre con otras estrellas, que debido a su tamaño y su combustible, emita más o menos calor. Es necesario añadir que nuestro querido planeta Tierra está rodeado de una determinada atmósfera, única en su orden, que nos protege de las radiaciones dañinas de los rayos solares y de otros agentes externos. Sería ingrato no agregar que el nacimiento del sol, hace unos cinco mil millones de años aproximadamente, fue el momento adecuado. Además, estoy seguro que un buen puñado de "casualidades" astrofísicas que desconozco se dieron para que, como se suele decir, los astros se alinearan para crear lo imposible: la vida. 

La vida apareció en La Tierra hace unos 4000 millones de años (Ma). Pequeñas células simples, oxigeno, agua, fotosíntesis, organismos pluricelulares…, fueron las muestras de vida durante 3500 Ma. Hace 500 Ma aparecieron los primeros anfibios, después los vertebrados, mamíferos, homínidos, etc. La capacidad de “hablar” comenzó con el Homo sapiens, hace tan “solo” unos 200 000 años y poco a poco se evolucionó hasta llegar a lo que somos hoy en día. Si tomamos como referencia el Homo sapiens, el “hombre primogénito”, hace muy poco tiempo que el ser humano habita La Tierra. 

Dicen que la vida se extinguirá en nuestro planeta cuando el sol deje de calentarnos. Eso sucederá antes de 5000 Ma, que es el tiempo que le han dado de vida al sol. Hoy por hoy se encuentra en la mitad de su vida, y de la nuestra, si es que antes no nos matamos nosotros mismos. Eso quiere decir que nos quedan como mínimo una evolución del ser humano de unos 4000 Ma. Si tenemos en cuenta que el hombre hace tan solo 200 000 años que puebla La Tierra, se podría decir que todavía estamos en el nacimiento de la raza humana y que aún tenemos que evolucionar muchísimo, lo mismo que hemos evolucionado desde el Homo sapiens hasta la actualidad, unas 20 000 veces. Parece algo inaudito, pero es simple matemática. El hombre actual es, por decirlo de alguna manera y en términos informáticos, la versión 1.0 de 20 000 versiones posteriores, teniendo en cuenta que cada versión tendrá una evolución de 200 000 años. Casi nada.

Con este razonamiento elemental me atrevo a augurar un futuro brillante para el ser humano a poco que se ponga algo de voluntad. No puedo decir lo mismo del presente. Aún nos comportamos egoístamente, unos más que otros, y no somos capaces de asimilar que si el conjunto mejora, mejoras tú, él, ella y todos. La solidaridad, la unión, el entendimiento y el sentimiento colectivo es un claro síntoma de evolución humana. Lo contrario, la segregación, el desprecio y el desacuerdo, pertenece al mundo primitivo. Y es esas estamos.


Por el tiempo transcurrido en la evolución de la especie humana, y lo que nos queda por delante, se podría decir que aún pertenecemos a un mundo primogénito. Esto es, un mundo inhumano e incapaz de conciliarse, no solo entre seres humanos, sino entre cualquier ser vivo respecto al ser humano. Indudablemente hemos evolucionado, nuestra sociedad no es como la asiria o la romana, pero tampoco es tan diferente. No hay que perder la esperanza, confío en el ser humano. Seguro que dentro de 2000 Ma seremos mucho más sociables y ciertos asuntos que hoy parecen utópicos serán resueltos sin dificultad. Ni siquiera representamos un paso en un camino millones de kilómetros, pero algunos haciendo gala de su primitivismo, se creen el centro de la historia de la humanidad.

martes, 19 de julio de 2016

LA ESENCIA DEL VERANO

Es verano. Esta maravillosa época del año a todos nos evoca recuerdos agradables. Desde nuestra más tierna infancia la asociamos con lo divertido, el mejor periodo del año. El colegio pasaba a formar parte de un oscuro y pesaroso pasado, disfrutábamos de sol y buen tiempo días tras día, las obligaciones parecían desaparecer por arte de birlibirloque, la libertad nos tocaba con su varita mágica, la fiestas populares salían al paso detrás de cada esquina, los reencuentros con viejas amistades, los amores de verano… Las vacaciones de millones de españoles consistían en volver al pueblo que te vio nacer con la familia a cuestas. Aquellos 850 atestado de personas y maletas. No creo que fueran más grandes que un Smart. También recuerdo los 600, los 4L, los R8 y algún 2 caballos. Un poco después los 124, los 131 y los Talbot Horizon. Todos ellos verdaderos prodigios de la ciencia y de la prestidigitación. Eran artilugios capaces de transportar a cantidades ingentes de personas a esos paraísos perdidos en los que permanecíamos un mes o incluso más. Las ciudades se deshabitaban. Las zonas rurales bullían de gentío y alborozo. Un pueblo de trescientos habitantes pasaba a tener dos mil. Eran días de alegría y de esperanza. El panadero del pueblo no daba abasto, como se dice vulgarmente “hacía el agosto”, y nunca mejor dicho. Lo mismo los bares y pequeñas tiendas de comestibles. Las caras transmitían bienestar, el ambiente era cordial, jubiloso. Las preocupaciones, que habían hostigado nuestras cabezas durante meses, se esfumaban. La gran familia rural, que formaba cada pequeña población, tenía como única finalidad vivir con entusiasmo. 

Cada pueblo representaba la síntesis de todo un país, pero con una afabilidad y simpatía que no estaría de más aplicar durante el resto del año. Eramos los mismos personajes solo que en otro entorno. Gente del propio pueblo, de Cadiz, Madrid, Barcelona, Bilbao, A Coruña, Burgos, Santander, Valencia, Mallorca, Francia e Inglaterra, convivían en perfecta armonía y cordialidad. Esa es la esencia del verano, días de amistad y solidaridad, de humanidad y diversión, de relación y honestidad. 

Y ahora es tiempo de verano, época para reencontrar y afianzar estos valores. Aquellos tiempos pasados se han desvirtuado ligeramente, la vida cambia, pero aún persisten en determinados lugares y, sobre todo, perduran en nuestros recuerdos. De nosotros depende vivir constantemente bajo el influjo de esa esencia de verano, es cuestión de actitud. 

Feliz verano. Hasta septiembre.

martes, 12 de julio de 2016

A LA CABEZA EUROPEA

Sí señor, no solo en la tasa del paro somos líderes europeos, también somos el país donde más se ha incrementado el número de ricos. En los años de crisis, a medida que se descontrolada el número de personas que se quedaban sin trabajo, la élite de ricos españoles ha aumentado exponencialmente (¿?). Gracias a los informes concluyentes elaborados por la prestigiosa consultora Capgemini podemos elucubrar diferentes tesis sobre el comportamiento de la sociedad española, pero en este caso me abstendré, cada cual que piense lo que crea conveniente. Y luego hay que recortar porque el dinero no llega para todo, ni para todos, añadiría.

En el detallado informe mundial de la riqueza que publica cada año la consultora citada anteriormente, en España durante el año 2015 se unieron 15.000 personas a ese selecto grupo, un 8,4% más respecto al año anterior, hasta sumar un total de 193.000 ricos. Se trata del mayor incremento en toda Europa. Siguiendo nuestra estela el siguiente en la lista es Países Bajos con un 7,9% (nos está mal para ser segundos), Francia con un 5,9% (la distancia empieza a ser insalvable, pobre vecino…) y Alemania con un discreto 5,6% (el renqueante motor europeo tendría que fijarse en nosotros). ¡Para que luego digan que no somos los mejores en algo! ¡No hay quien nos gane en aumentar la brecha entre ricos y pobres! ¡Gran acierto en políticas sociales! Solo queda felicitar al gobierno de turno.

Durante los últimos siete años el número de fortunas ha crecido en España un 50%, con la particularidad que este periodo 2008-2015 ha coincido con los años de la gran recesión en los que el número de pobres ha aumentado de forma descomunal, según informes de Intermon Oxfam. En total, 65.900 personas han pasado a formar parte del selecto club de ricos den España durante estos años.

Supongo que entre esos nuevos ricos encontraremos a algún miembro del clan Pujol, o alguien de los Fabra, o de los Rus, o alcalduchos como Granados y compañía. No menciono a los Bárcenas o a los Urdangarin (y esposa) porque lo de ellos viene de lejos, ni a otros personajes que a todos nos sobrevuelan, la lista sería interminable. Creo que la corrupción generalizada y confabulada entre los políticos y empresarios de este país no ha sido un factor a tener en cuenta por la consultora para elaborar estos informes, solo se han limitado a exponer los datos numéricos. Cada cual que saque sus conclusiones, pero es difícil entender como se puede seguir votando a los mismos que te están esquilmando. Se ve que el famoso adagio “el amor es ciego” nos viene de perlas en este caso para concluir que “el voto es ciego”. 

martes, 5 de julio de 2016

Y VUELTA A LAS BANDERITAS

No soy partidario de las banderas. Son la representación arrogante y excluyente de algo ficticio. El pueblo, altivo y gregario, las levanta como símbolo de no sé qué, las ensalza y se identifica con sus imaginarias diferencias. Estoy harto de ver banderas inglesas y estadounidenses en los medios de comunicación, una por el presuntuoso Brexit y otra porque son “la nación más grande del planeta”, la misma nación hiperbólica que denomina “series mundiales” a su Liga de béisbol. Pero, mirando más cerca, también estoy saturado de ver banderitas independentista en Cataluña, la que llaman “estelada” (de estrella), la que es como la cubana. Algunos ayuntamientos, que solo actúan para una parte de sus ciudadanos, la plantan en cualquier plaza, rotonda, farola o árbol del municipio. Algunos ciudadanos la cuelgan en sus balcones o ventanas. Valientes legos fantasmones. 

Mi parte nihilista crece cada día. Desde el punto de vista religioso nunca he creído en esos cuentos de fábula. Esto es debido en gran medida a que en nuestra sociedad hemos sido capaces de mantener las necesidades básicas a raya, la cultura se ha generalizado y somos más racionales. Nuestras preocupaciones ya no son buscar un sitio para dormir o cazar algo para comer. Entre comillas, nuestro sustento está asegurado y los temores divinos se han convertido, por fin, en lo que siempre han sido: una patraña de mentiras para manipular al pueblo necesitado. Ahora bien, estoy comenzando a desligarme emocional y afectivamente de la política y de la sociedad, y esto ya me preocupa más. Quizá es un problema de banderas y de la actitud que hay detrás de las personas que las sustentan, o tal vez es que ya han pasado demasiados años, la experiencia es una grado, y como se dice vulgarmente “a mí no me la dan con queso” o “vaya usted a venderle la moto a otro”.

Las bandera han existido desde la aparición del hombre. Hay indicios de ejemplares fechados en torno al 5000 a. de C., consistían en tocados de plumas que solían llevar los jefes de las tribus. A lo largo de los siglos se utilizaron como enseñas familiares. La primera bandera tal como la conocemos hoy en día apareció en China, donde se descubrió la seda, una material perfecto para su elaboración. De China pasó a los mongoles, cuyo ejército, comandado por Ghengis Khan, fue el primero en emplearlas. Desde allí pasó a la India, Persia, Roma y al resto de Europa. En el siglo XI, durante la Edad Media, los estandartes comenzaron a utilizarse para representar a los reinos que poseían tierras y dominios. Las ciudades fueron adoptando diferentes banderas como símbolos y en el siglo XVI se produjo la estandarización de los colores y los signos. Así, banderas tan revolucionarias como la francesa –de 1794, patrocinada por Lafayette y que unía los colores de París, azul y rojo, con el blanco de los Borbones– comienzan a representar ideologías.

Hacia 1875 aparecen las primeras enseñas nacionales y a partir del siglo XX se institucionalizan las banderas de gobiernos, agencias oficiales, fuerzas armadas, clubs marítimos, universidades, partidos políticos, marcas comerciales… Ha habido, y habrá, conflictos internos que se han derivado de la necesidad de elegir una u otra bandera nacional. Un caso fue el de Alemania tras la Primera Guerra Mundial, entre los partidarios de restaurar la bandera tricolor de 1848, procedente de una república democrática, y los que preferían mantener la diseñada por Bismarck en 1867. La discusión se zanjó con la llegada de Hitler al poder en 1933: el dictador apostó por la de Bismarck, siempre que se utilizara junto a la del partido nazi.


Y hoy en día, como si no hubiera pasado en tiempo y continuáramos en la Edad Media, seguimos dándole vueltas a las banderitas…

martes, 28 de junio de 2016

LUCES DE BOHEMIA

Dicen que, tras las elecciones, los desencantados por los resultados han recordado al maestro del esperpento, Valle-Inclán, citando una de sus frases que aparece en Luces de bohemia: “En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza”. Valle-Inclán publicó esta obra en 1924, han pasado casi cien años y, por lo visto, todo sigue igual.

El protagonista de Luces de bohemia, Max Estrella —poeta frustrado que se ha quedado ciego y paradójicamente es el único que ve la realidad— vive en una sociedad insensible a su trabajo literario y no gana suficiente dinero para vivir. Una mañana sale de su casa con Don Latino —un asiduo acompañante de Max que se aprovecha de su generosidad, pero al final de la obra será el único que comprenderá que el mundo que les rodea es una farsa, un esperpento– para reclamar que le paguen más por la novela que ha vendido. No logran mejorar el precio y terminan en una taberna emborrachándose. Horas más tarde, la policía encuentra a Max con un grupo de jóvenes modernistas admiradores de su obra y es conducido a la cárcel, donde tiene que pasar la noche. Consigue salir de la cárcel gracias a la intervención de un redactor en jefe del periódico “El Popular”. Al salir va a ver al Ministro de Gobernación, antiguo compañero de estudios, con el fin de pedirle explicaciones de lo ocurrido. El ministro promete darle un trabajito, pero no le da ninguna aclaración. De ahí marcha a un café, donde invita a cenar a Don Latino y a Rubén Darío. Ya camino de su casa tiene una visión de la muerte y a la mañana siguiente lo encuentran muerto unas vecinas. El esperpento concluye con el entierro de Max y con Don Latino emborrachándose en una taberna.

La obra critica una sociedad, la española, en la que no hay lugar para el genio ni el trabajador. Solo puede prosperar el canalla y el infame. Valle-Inclán pone de manifiesto la decadencia de España y los españoles, que vistos desde fuera son un esperpento. Aparecen personajes de clase baja y clase alta, ministros, prostitutas, taberneros, escritores, policías, jóvenes revolucionarios, libreros, presos, periodistas y hasta sepultureros; todos ellos caricaturizados, deformados, con el fin de poner de manifiesto las injusticias, la falsedad, lo absurdo e ignorante de España, sus costumbres y sus personas.

Cuanta razón tenía Valle-Inclán. Y yo me pregunto, como también lo haría Max: ¿Qué tiene que hacer un partido político para que dejen de votarle? Esto es un esperpento.

martes, 21 de junio de 2016

APP PARA VOTAR

No es de mi agrado hablar de política, pero hay algo que me empuja a hacerlo y tampoco se trata se reprimir las emociones, sobre todo si tenemos en cuenta que pasados diez minutos, después de haber leído este artículo, todos los lectores se habrán olvidado de lo que han leído. Como máximo recordarán alguna idea que leyeron en algún sitio perdido en esa nebulosa de información que nos apabulla diariamente.

Una vez más tenemos elecciones este domingo. Esto del sufragio universal se está convirtiendo en un incordio, un derecho molesto porque es un derecho que, visto lo visto, parece que no sirve para nada. Diré, a modo de confesión, que conozco a varias personas que han mentido para disfrutar por entero del puente de Sant Joan (San Juan), tan señalado en tierras que tocan el Mediterráneo. Su trama: anunciar dónde corresponda que quieren votar por correo solo para evitar que les llamen a una mesa electoral. No votarán, pero tanto les da.

Para evitar desazones y estimular el voto, propongo una solución para que todos los ciudadanos voten cómodamente: app para votar. Con los tiempos que corren no creo que sea una idea demasiado complicada de llevar a cabo, y además, seguro que más de uno y de dos ya lo habrá pensado. Sentado en el mullido sofá de su casa o tumbado en la cálida arena de la playa, todo en mundo votaría desde su móvil en tan solo tres minutos y el que no disponga de uno (¿quién no tiene móvil?), o lo prefiera, siempre tendrá la opción de dirigirse al ayuntamiento de turno y votar de forma tradicional. ¿Eh?, ¿qué os parece? No está mal, ¿verdad? Se conseguiría un alto porcentaje de votantes, recuento casi instantáneo, domingos libres para todo en mundo…, en fin, todo son ventajas. Y además, también sería una forma cómoda y rápida de preguntar al pueblo cualquier consulta relevante o corriente. Me imagino algunas: ¿queremos recortar en sanidad o en defensa?, ¿estamos dispuesto a subir el IVA cultural?, ¿limitamos el salario de los cargos públicos a algo razonable?, ¿anulamos los sueldos vitalicios de algunos de ellos una vez han dejado sus cargos?, ¿invertimos más en educación pública de calidad, como en Finlandia, donde no existen matrículas universitarias y la enseñanza superior se considera un bien social?, en fin, se me ocurren cientos de cuestiones que cada ciudadano debería votar. Sería una manera justa de decidir, en una democracia el poder recae en el pueblo, o eso es lo que se supone. Si fuera así de fácil no me importaría votar cada semana un asunto, incluso los que se puedan considerar triviales. Pero llegados a este punto, ¿a quién no le gustaría que esto sucediera? En primer lugar a los políticos, y eso que tanto se jactan de demócratas. En segundo lugar a todos esos que están detrás de los partidos políticos y los financian a cambio de… (piiiii), la censura. Y en tercer lugar a esos que se creen más listos e inteligentes que el resto y considerarían un despropósito semejante app. Si de verdad tuviéramos una educación de calidad en absoluto sería un despropósito, al contrario. Y este es el inicio, hay que potenciar la educación pública de calidad para lograr una democracia real. 

Y mientras tanto, las campañas político-fariseas también comienzan a incomodar nuestras vidas. Y solo digo comienzan por ser comedido. Todos quieren que les des el voto y su principal argumento es: yo sí se hacer las cosas, los demás no. ¿Os imagináis la misma vanidosa y soberbia conclusión en otra profesión? Por ejemplo, un panadero anunciando a los cuatro vientos que vayan a su panadería a comprar pan porque las otras panaderías no saben hacer pan, o un médico criticando a sus compañeros de profesión porque lo hacen todo mal y solo él sabe hacerlo bien. ¡Hay que ser arrogante y mentiroso! 

Desde el punto de vista moral, hay personas que piensan que si no votas luego no tienes derecho a quejarte. Y yo me pregunto: si votas y lo tienes, ¿para qué te vale? ¿para sentirte bien contigo mismo? Ni siquiera eso. Si hacemos un repaso mental rápido a los últimos tiempos es fácil llegar a esta conclusión. 

Cuesta descifrar lo que rondará por la cabeza de esas personas que votan una y otra vez a los mismos que les han perjudicado. Es el colmo de la ignorancia, supongo que para ellos votar se ha convertido en un acto de fe. 

Y la pregunta final es: ¿Tendremos que ir a votar de nuevo porque la clase política es incapaz de ponerse de acuerdo en los cuatro aspectos fundamentales? El tiempo lo dirá, pero no me extrañaría que volviéramos a repetir elecciones. Y esa tercera vez irá a votar Rita “la cantaora”. Lástima de app.

martes, 14 de junio de 2016

ALI CONTRA CLAY

Fieles a su estilo de ver la vida como si fuera un espectáculo, los norteamericanos crearon un mito que terminó engullido por si mismo. El pasado 3 de junio falleció Mohamed Ali a los 74 años, nombre “artístico” que él mismo apadrinó borrando el de nacimiento, Cassius Clay. Tras vencer a Sonny Liston, campeón mundial del momento, decidió cambiar su nombre en un ciego apogeo de gloria. En aquel combate periodistas y aficionados le daban como perdedor claro y cuando por fin ganó, desde lo alto del cuadrilátero comenzó a gritar: ¡Tráguense sus palabras! ¡Soy el mejor! ¡El mundo entero está pendiente de mí! Al día siguiente reveló que cambiaría su nombre por el Mohamed Ali, conferido por el líder de la Nación del Islam, Elijah Muhammad, que significa “El amado Dios”. 

La parodia americana no tiene límites, un tipo gana el trofeo mundial de dar puñetazos y se siente un Dios. Esto es lo que pensaría un neófito en la materia. Pero Ali, o mejor dicho, la figura de Ali, significó mucho más. Aparte de sus éxitos sobre el cuadrilátero: medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma 1960, campeón mundial de los pesos pesados en 1964 a la edad de veintidós años, título que posteriormente revalidó en varias ocasiones, su enorme influencia social marcó a toda una generación desde el punto de vista político y las lucha de clases sociales a favor de los afroamericanos, tan denostados en aquella época de los sesenta. Su fama mundial llegó a ensombrecer a los mismísimos Beatles, las grandes personalidades deseaban fotografiarse a su lado, el fenómeno social arrastraba a las masas. Ali, o lo que él representaba, se convirtió en el centro del mundo.

Ciertamente, creo que en su interior durante mucho tiempo se libró una batalla. Un cruento combate entre Ali y Clay. Él amaba Estados Unidos, pero también lo odiaba. Lo había dado todo y gracias al boxeo logró la gloria para él y para un país que rechazaba a los que eran como él, negros. Un país capaz de lo mejor y de lo peor, como lo han sido otros en otras épocas.



martes, 7 de junio de 2016

LOS TOROS

Recuerdo a mi abuela, en las tardes estivales de esta época del año, emocionada por la emisión de una corrida de toros en TVE. Ella, que tantas veces me ha enseñado a comprender los avatares de la vida gracias a su efigie como eje generacional, era una aficionada a los toros. Vivió cien años, nació a principios del siglo pasado y vio desfilar, ante su “anestesiada” mirada de damnificada, todas las barbaridades imaginables que el ser humano es capaz de ejecutar con extrema vileza. En su larga vida coincidieron tres guerras, la Guerra Civil española le cogió de lleno y las dos Guerras Mundiales de doloroso y cercano refilón, más una lacerante posguerra dictatorial. La mayor parte de su vida se vio envuelta en un ejercicio de supervivencia magistral. Una situación que la mayoría de nosotros no podemos ni imaginar. Quizá para ella la violenta y sangrienta forma de tratar a un toro en una corrida era una nimiedad, algo en lo que desahogarse. Eran otros tiempos más convulsos y feroces, la gente estaba acostumbrada a la barbarie, su ojos estaban “anestesiados” ante la crueldad.  Ahora las cosas se hablan, se analizan, se consulta a los entendidos y estudiosos en la materia correspondiente y se sacan conclusiones que satisfagan y beneficien a todos o, al menos, a la mayoría. Así debe ser, pero parece que aún tenemos rancios mandatarios que actúan como antaño, e insensatos o vehementes que continúan permitiendo esa reaccionaria actuación con sus votos.


Por suerte para nosotros en el año 2016 vivimos en una sociedad pacífica y democrática donde se respetan y se hacen respetar las leyes. Tras los mejores cuarenta años de desarrollo social y económico que ha vivido nuestro país en toda su historia (mal que le pese a algunos), la percepción sensorial y emocional ante una escaramuza como la de una corrida de toros ha cambiado. ¡Y menos mal que ha cambiado! Lo extraño sería lo contrario, que todos viéramos con buenos y “anestesiados” ojos semejante carnicería. Este cambio de actitud es una muestra evidente de que nuestra sociedad también ha evolucionado humanamente. Solo los retrógrados son incapaces de verlo y, unos por su visión “anestesiada” y otros por su arrogante ineptitud, continúan deseosos de sangre en los ruedos.

martes, 31 de mayo de 2016

PIMPAMTRUMP

Una día más asistimos con inusitada tranquilidad al arrogante despliegue verbal y gestual del que podría ser el nuevo presidente de la nación más poderosa del planeta. Este individuo, llamado Donald Trump, parece encenderse cuando le colocan un micrófono a su alcance. Es ponerse delante de las cámaras y pimpampum. Deber ser que de ahí le viene. El pumpampum —a partir de ahora se podría llamar pimpamtrump— es ese juego en que se procura derribar a pelotazos muñecos puestos en fila. Un juego de fuerza y destreza que apenas se ve ya en las ferias de los pueblos y que Donald Trump ha trasladado a la vida real. El multimillonario neoyorquino dice cosas como que los inmigrantes de México son todos unos corruptos, delincuentes y violadores o que la política exterior de su país son sus propios intereses. El pimpampum también tiene otro significado que se adecua aún más a la actitud del aspirante a presidente de Estados Unidos: en sentido figurado, someter a un grupo de personas o cosas a ataques sucesivos, ya sean agresiones físicas, críticas verbales o de cualquier índole, de modo que vayan “cayendo” una tras otra sin que quede ninguna de ellas “en pie”. 

Donald Trump, ultraliberal aburrido de bañarse en dinero, comenzó su carrera hacia la presidencia como un personaje de teatro, algo bufón y sin muchas posibilidades. Pero poco a poco ha ido ganando terreno a base de mítines populistas sin rigor y de agravios despectivos a sus competidores incluso dentro de su propio partido, hasta convertirse en el candidato republicano a presidir Estados Unidos. Visto desde la perspectiva que da el tiempo no me sorprende que Trump logre la presidencia de un país habituado a que personajes pintorescos campen a sus anchas en la escena política como si fuera un espectáculo. Quizá para los americanos la política tenga precisamente ese significado.

Este amante del pimpamtrump y autor de un libro titulado “Piensa grande y patea traseros en los negocios y en la vida” se postula como el nuevo salvador del mundo, para él Estados Unidos. No sé, pero ¿os imagináis al difunto Jesús Gil, cuando vivió su momento álgido, como candidato del PP y con serias posibilidades de alcanzar la presidencia de España? Claro que en Italia ya tuvieron lo suyo con Berlusconi. Y hablando de Berlusconi, ¿nos os parece que se aprecia un “aire”, un “no sé qué”, entre las caras de de Berlusconi y Trump? Solo queda hacer un Gran Hermano o un Supervivientes de políticos. ¡Ojo!, tal vez ya estemos asistiendo al espectáculo televisivo y no seamos conscientes.

martes, 24 de mayo de 2016

Y VUELTA A LA EDAD MEDIA

Como si del medievo se tratara hay “autoridades” que se jactan de establecer los criterios a seguir por el resto de la sociedad, que no para ellos. Pondré un ejemplo, que por desgracia no es el único. Se trata de Juan Rosell, oficialmente presidente de los empresarios españoles y oficiosamente emperador de emperadores, condes, duques y marqueses. Juan, como lo llamará cualquiera que lo conozca un poco y creo que a estas alturas ya le conocemos y sabemos de qué pie cojea, ha dejado caer en los medios de comunicación uno de sus dogmas: "el trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX". Visto desde el otro lado del espejo, Juan vino a decir que el trabajo hoy en día es —y si no lo es tiene que serlo, pensará— temporal e inseguro y consecuentemente mal pagado, justo lo que él desea como empresario y explotador. Solo daré un dato: la media de contratos fijos en Europa en casi un veinte por ciento mayor que en España. ¿Hacia dónde quiere llevarnos Juan y los suyos y los políticos que los secundan? Hacia Europa no, desde luego. Más bien hacia otro continente situado más al sur o hacia el este. Mano de obra barata en casa. Para que haya ricos tiene que haber pobres, o como sería más adecuado en la actualidad: para que haya clase alta tiene que haber clase baja.

También nos ilumina Juan con sus palabras, venturosas donde la haya, al decir que el que quiera trabajar tendrá que ganarse el empleo todos los días. Esta afirmación tiene su miga, aunque no lo parezca. Es evidente que los asalariados se tienen que ganar el empleo cada día porque pueden ser despedidos en cualquier momento por cuatro miserables duros (perdón, euros). Entonces, ¿por qué lo dice? Es de suponer que su idea, la que no se atreve a desvelar por miedo a que el pueblo se rebele, vaya en la línea de utilizar a las personas como si fuéramos un elemento más del negocio, como la cerveza para un bar o la harina para una panadería. Lo que él piensa en realidad sería algo así: En una semana que hay más trabajo dispongo de diez personas adicionales por un precio económico y pasado este tiempo las despido. Si al mes siguiente necesito de nuevo a veinte personas, las contrato utilizando el mismo procedimiento y las despido. Eso sí, a ser posible que cada uno de ellos se pague su seguridad social, que sean autónomos, bastante hace el empresario con proporcionarle un empleo (aunque sea una mierda de empleo). Al cabo de un año el empresario habrá contratado y despedido a ochenta personas pagando salarios irrisorios y la seguridad social habrá recibido su parte ínfima. El beneficio del empresario habrá sido el mismo que si hubiera tenido a esas ochenta personas en nómina durante todo el año, pero pagando mucho menos en salario y nada, o muy poco, de seguridad social, dependiendo de si los contratados son autónomos o no. Es evidente que el empresario ha ganado más dinero que si hubiera tenido a esos ochenta trabajadores contratados como fijos, pero la pregunta es la siguiente: ¿El beneficio le habría dado al empresario para pagar a todas esas personas un salario decente en el marco de un contrato fijo? Diría que sí, o al menos en la mayoría de los casos. Esto sería bueno y necesario para el mantenimiento del sector público porque se pagaría a la seguridad social la pertinente cantidad y el trabajador pagaría a hacienda lo que le corresponda. Las arcas del estado se sostendrían, no recortarían en sanidad, ni en educación, ni en prestaciones sociales. Pero claro, los empresarios (esto es, los condes, marqueses y duques de hoy en día) obtendrían menos beneficios. Por lo tanto, los empresarios están de acuerdo en que hay que abogar por una contratación temporal e insegura, no vaya a ser que el estado tenga demasiado dinero y no se pueda privatizar. Por supuesto el hecho de privatiza lo público beneficia a los empresarios, son ellos los que se quedan con un negocio ya creado. Y parece que lo están consiguiendo, a los hechos me remito. Y a cambio, casi un 40% de la población vive en el umbral de lo que ellos llaman “clase baja”. Porcentaje que ha subido casi un 15% en los cinco últimos años. 

Pero Juan nos ha enseñado el camino en varias ocasiones. Aquí os dejo alguna de sus perlas, que comparten esos condes, duques, marqueses y políticos lameculos que pertenecen a lo que ellos llaman “clase alta”: 
—“A lo mejor habrá que pagar más impuestos y tener menos servicios, pero así es la vida. La vida no es fácil”. Supongo que no lo dirá por él.
—“No se puede ligar el incremento anual de los sueldos al IPC”. Lo mismo, supongo que no lo dirá por él. 
—“Ahora amas y amos de casa se apuntan al paro para cobrar subsidios”. Tela marinera, tiene enjundia la frase. Sin comentarios. 
—“Las pensiones no van a ser suficientes por mucho que queramos y por mucho que las incrementemos”. Se detecta un ligero anhelo de privatizar las pensiones y de no aportar ninguna solución como podría ser que pagase el que más tiene, ya que es él y los de esa “clase alta” los que más tienen.

Lo dejo aquí, no vaya a ser que algún iluminado como Juan se anime y sugiera recobrar el derecho de pernada. A más de uno le rondará por la cabeza. 

Tengo la sensación de estar delante de un espectáculo testimonial. Empresarios, políticos y sindicatos parecen actores que comen del mismo pastel: el proletariado.

martes, 17 de mayo de 2016

EL PRECIO A PAGAR

Las personas que están en la élite de una profesión entregan su vida para lograr ese estatus e intentar mantenerse “en el reino de los cielos”. Jornadas interminables de trabajo, reuniones extenuantes, acuerdos al límite, desacuerdos inesperados, fines de semana inexistentes, noches en vela, incomprensión de la pareja, llamadas de trabajo a cualquier hora del día y cualquier día de la semana, pesadas comidas de correligionarios, más pasajes de avión que pelos en la cabeza, desafección familiar, visitas al cardiólogo y al psiquiatra, veranos en invierno, amores fugaces, una extensa colección de móviles con una guía de cínicos y necesarios contactos, ejercer de lameculos (incluso en la cumbre) más ocasiones de las deseadas, amigos que se vuelven enemigos, soledad a pesar de estar rodeado de personas en su mayoría hipócritas, sentir el aliento de hacienda en la nuca de forma constante, soberbia y vanidad en vena, mirar la hora como el que mira a Zeus, sentirse querido y odiado a la vez, desear una corona en vez de un sombrero… Es el precio a pagar. Lo consideran un sacrificio ineludible, una especie de llamada del más allá, una espiral absorbente de la que no se puede salir, en definitiva, una vida dedicada a los demás. Para ocultar su sentimiento egocéntrico no se achican al proclamar a los cuatro vientos que gracias a su inestimable labor vivimos en un mundo mejor y que todo nuestro “bienestar” se sustenta sobre sus espaldas. 

Por suerte hoy en día la libertad de expresión en los medios de comunicación está demostrando que todos esos “sacrificados” no son más que un puñado de buitres que exhiben plumaje de pichón. Aun así, la ignorancia juega en su ventaja y permite que los feligreses sigan creyendo. 

Se adiestra a la gente para que luche por ser el mejor, dedicar su vida, si hace falta, para lograr el éxito. Y eso significa ascender a la cumbre como sea y luchar a brazo partido por permanecer en lo alto. No hay nada mejor, se nos dice. Habrá quien vea el precio a pagar como algo necesario porque siempre hay que pagar un precio, tanto si intentas lograr el éxito como si no. Y es posible que algunos piensen que esforzándose lo indecible lograrán el deseado fin apoteósico. Se inculcan unos valores que muchas veces llevan forzosamente a la decepción. Para lograr meterse en ese grupo selecto solo hay dos formas: o te viene de cuna o te abres camino a base de navajazos traperos, incluso a veces se da la tremebunda combinación de ambas formas. ¿Y todo esto para qué? Quizá para satisfacer un insaciable ego personal y responder satisfactoriamente a un adiestramiento educacional y social enormemente competitivo que en su finalidad solo tiene un sentido individual y autodestructivo. Es posible que los “elegidos” tengan la mente tan retorcidamente manipulada que ni siquiera se den cuenta de lo que son. Pero no lo creo así, al contrario, durante su ascenso a la cumbre han tenido que comulgar con el diablo y acceder a sus lacerantes peticiones en tantas ocasiones, que cuando por fin tocan la ansiada cúspide con sus propias manos, lucen unos cuernos en los lóbulos parietales de un palmo de largo. 

martes, 10 de mayo de 2016

LOS MISTERIOS DE VELÁZQUEZ (II)

Continua…

Velazquez no fue admitido por la Orden de Santiago. El hecho enfureció a Felipe IV, que tenía al pintor en gran estima, y se decidió a tratar el asunto directamente con el Papa. La vinculación de la Orden con el Papado era evidente, si bien los caballeros de Santiago esgrimían sus estatutos como requisitos imprescindibles para producir el ingreso de cada nuevo caballero. El rey Felipe IV “removió Roma con Santiago” —justamente desde entonces se popularizó la conocida expresión—, y consiguió, por fin, que se hiciese un nuevo proceso de ingreso, al cual acudió como testigo principal, un amigo de Velázquez, también pintor, llamado Francisco de Zurbarán, famoso ya por ser un pintor netamente religioso, el cual en un malabarismo dialéctico, explicó al cabildo que ni mucho menos las manos de su amigo eran las que les daban de comer, sino que con ellas sólo hacía que expresar su arte, cosa que, por otro lado, era de público reconocimiento. En pocas palabras venía a decir que Velázquez no era un artesano, como se consideraba en España a todos los pintores, incluido él, sino que  de la misma forma que sucedía en otros países, Italia por ejemplo, los grandes pintores eran cortesanos y, por tanto, no comían de sus manualidades.

Es indudable que la Orden cambió su veredicto, pero eso no fue hasta el año 1659: ¡Tres años después de haberse pintado el cuadro! Por lo tanto, surgen diferentes misterios. ¿Cómo es posible que tres años antes el pintor supiera que le iban a declarar caballero de la Orden de Santiago? ¿Sin ostentar esa distinción, se hubiese atrevido a lucir el emblema de la Orden? Es muy probable que no. No fue un acto de soberbia pintarse con la cruz en el pecho, ni el rey se lo hubiera permitido, pero entonces, ¿cómo es que la luce de manera tan ostentosa? La pintarían después, podrá decirse y seguro que se acierta, pero ¿quién la pintó?

Cuando se produce el nombramiento, Velázquez es un anciano enfermo y próximo a su muerte, que se producirá un año después. Por otro lado el cuadro se encontraba en el Real Alcázar de Madrid, al parecer en el despacho del monarca, por lo que no es fácil que el pintor pudiera haberlo actualizado con la famosa cruz. En otra consideración, no cabe la menor duda de que la persona que añadió la cruz en rojo, sobre el fondo negro del jubón, sabía lo que estaba haciendo. Será un añadido, lo sabemos porque la cronología es así de intransigente, pero de la propia contemplación del cuadro no se puede desprender que estemos ante un apaño ocurrido tiempo después. Es aquí donde el mito logra, con su fina ironía, ese toque sublime que transforma lo corriente en único. Ese toque que a veces produce justamente lo contrario, pero siempre es insólito y enigmático.

¿Quién pintó la cruz sobre el pecho de Velázquez? Cuenta la leyenda que enfurecido porque el reconocimiento del alto honor de pertenecer a la Orden de los Caballeros de Santiago, le hubiese llegado al pintor tan tarde que apenas pudiera disfrutarlo, el propio monarca, Felipe IV, a la sazón con mucho años encima y bastante aquejado, pintó de su propia mano la cruz roja que es el objeto de misterio. Esta es una posible solución al enigma, pero por lo poco que entiendo de pintura diría que no. Quien pintó aquella cruz tenía mucho oficio y a menos que el propio monarca fuese un pintor consumado en sus ratos libres, no podría haber conseguido la naturalidad con que el adorno luce sobre el pecho. Entonces, ¿quién la pintó? La solución al misterio parece evidente: la cruz la pintó Velázquez, aunque achacoso, cuando se acercó por los reales Alcázares llevando en su mano el pergamino que le acreditaba como miembro de la Orden y con el deseo de mostrárselo al rey, al que a su vez quería agradecer su intervención. El rey estaría en su despacho cuando el pintor apareció por allí a darle la buena nueva. Como dos amigos, celebraron el acontecimiento y al rey se le ocurrió una terrible venganza: “¿Porqué no fastidias a esos soberbios y te pintas la cruz en el pecho en ese cuadro de la Infanta?” Vendría a decirle, más o menos, señalando el majestuoso cuadro. Y el otro, ni corto ni perezoso, abrió la caja de pinturas que siempre llevaba consigo, subido a un escabel de madera de olivo, en donde el rey apoyaba los pies en sus momentos de descanso, y pintó la “cruz de gules” en su propio pecho.


martes, 3 de mayo de 2016

LOS MISTERIOS DE VELÁZQUEZ (I)

Una de las muchas pinturas, orgullo de la pinacoteca más importante del Mundo, el Museo del Prado, es un lienzo de proporciones descomunales en el que las figuras están pintadas a tamaño real y que llevaba por título La Familia de Felipe IV. Con ese nombre no es ahora conocido, pero así figura en todos los inventarios de los palacios en donde estuvo expuesto y no es hasta 1843 cuando figura en el Museo del Prado con el nombre por el que se le conoce actualmente: Las Meninas.

Todo el mundo sabe que este cuadro es una de las más importantes obras de la pintura universal y no faltará quien diga que es la mejor pintura que jamás haya salido de artista alguno. Su autor es Diego Rodríguez da Silva Velázquez, nacido en Sevilla en el año 1599. Su padre era de ascendencia portuguesa y su madre sevillana. Siguiendo la costumbre de la época, adoptó el apellido materno por el que fue mundialmente conocido.

En el cuadro, según dicen los estudiosos y entendidos en pintura, se compendia, como si de una enciclopedia se tratara, todo lo que se puede saber sobre pintura. No se conoce con mucho detalle la fecha en que fue pintado, ni cuanto tiempo invirtió su autor en terminarlo, pero algunos datos ayudan a hacer una datación bastante certera. La figura principal, colocada en el centro de la tela, es la Infanta Margarita de Austria, que representa unos cinco años y que por saberse que nació el 12 de julio de 1651, se piensa que el cuadro debió pintarse sobre el año 1656. Tampoco tiene firma, pero eso fue porque no le hacía falta. Velázquez firmó con su autorretrato.

A la vista del cuadro, se piensa que eran las niñas (meninas en portugués) el objeto del mismo, pero una observación más detallada nos refleja muchas cosas más. El pintor se encuentra tras un enorme lienzo, en el que se aprecia que está trabajando y dirige la vista hacia el objeto que está pintando que parece quedar en el anonimato, pero un espejo colocado al fondo de la habitación nos desvela el misterio. Dos personas aparecen en la imagen que el espejo devuelve al espectador y estas personas son el rey, Felipe IV y su esposa Mariana de Austria. Felipe IV reinó más 44 años, uno de los reinados más largos de la historia española. Fue Rey de España, Portugal, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, duque de Milán, soberano de los Países Bajos y conde de Borgoña.

Muchas cosas más transmite esta pintura al espectador pero de entre todas ellas, yo me quedo con la más enigmática de todas: el autor. Si se observa el cuadro con detenimiento, no cabe duda de que Velázquez se ha querido favorecer a sí mismo, pues en el momento de pintarlo debía tener cincuenta y siete años, edad avanzada para la época, aunque en la pintura se ve a un hombre mucho más joven y apuesto, elegantemente vestido de negro y sobre cuyo pecho luce para que todos la vean, la Cruz de Santiago, una de las cuatro Ordenes Militares y quizás la más prestigiosa de todas.

Si leemos un tratado de heráldica, describirá la Cruz de Santiago como Cruz de Gules (que quiere decir rojo intenso), simulando una espada, con sus dos brazos y la empuñadura terminados en flor de lis que representa el honor sin mancha. Con muchos más aderezos propios del protocolo de la heráldica, la Cruz de Santiago es la emblemática figura que los monjes-soldados lucían en sus capas blancas y estandartes y en el pecho.

Ingresar en la Orden militar de Santiago no era cosa sencilla, es más, la cosa era bastante complicada porque había que demostrar sin ningún género de dudas que se poseía limpieza de sangre. No valía ser converso, aunque lo fuera por muchas generaciones; la condición de cristiano viejo tenía que quedar claramente demostrada. Además, había de presentarse un linaje de hidalgo por la sangre o fuero, no por privilegio, como muchos adquirían la hidalguía; y por último, demostrar que no se subsistía gracias al trabajo de las manos sino que se poseían otros recursos económicos que liberaban al aspirante de trabajar para comer.

Con esas premisas, Diego Velázquez, el pintor del rey, tuvo muy difícil el acceso a la mencionada orden. En primer lugar su familia paterna procedía de Oporto, en Portugal, en donde no se sabía cual era exactamente la ascendencia del artista, si bien, por parte de su madre la cosa de las creencias religiosas resultaba más fácil de comprobar. Su hidalguía no constaba por parte alguna y de gozar de dicho privilegio lo sería de esa manera, por privilegio real, cosa que la orden contemplaba como excluyente. Y, por último, lo más evidente de cuantas premisas se incumplían: un pintor ha de trabajar forzosamente con las manos para ganarse el sustento, por muy artista y pintor real que fuera y por mucho que la monarquía le tuviese en gran estima y pagase altamente sus trabajos.

Al hablar de la limpieza de sangre, es necesario detenerse un momento para explicar hasta qué punto llegaron a estar las cosas. El primer estatuto de limpieza de sangre se dio en 1449 en la ciudad de Toledo, en donde se consideró que dado los crímenes, las herejías y las agresiones contra los cristianos viejos, los conversos eran indignos de ocupar cargos públicos en todo el territorio de la jurisdicción de los reinos de Castilla y Aragón. La Iglesia se opuso a semejante atrocidad, pero lo cierto es que años después, el Papa Borgia, Alejandro VI, aprobó un estatuto de pureza de sangre para la Orden religiosa de San Jerónimo. Desde entonces, los gremios, determinados estamentos sociales y las Órdenes Militares, aplicaban el precepto para admitir a nuevos miembros. La situación llegó a ser tan desquiciante que los caballeros y personas de las altas esferas de la nobleza, acostumbraban a descubrir totalmente el brazo con el que manejaban la espada, para que se pudiera ver la claridad de su piel, sin mezclas con las pieles oscuras de los judíos o de los moros. Esa costumbre acuño el término que desde entonces se usa para distinguir a la gente de la realeza, como de “sangre azul”, porque a través de las pieles claras se dibujaban las azuladas líneas de las venas.

Así las cosas, Velázquez fue desechado por el capítulo de la Orden de Santiago y no se concedió al pintor el ingreso en la misma. Entonces, ¿por qué en Las meninas aparece con la con la famosa cruz sobre su pecho? 

(continuará…)


martes, 26 de abril de 2016

MENTIRA, O QUIZÁ NO

En cierto modo, el panorama político es un reflejo de la sociedad. Mentira, o quizá no. Si hacemos repaso de los cuatro o cinco partidos con más representación en el parlamento nos podemos hacer una idea del país que tenemos. Mentira, o quizá no. La hostilidad entre políticos es la misma que se respira en la calle. Mentira, o quizá no. Señores políticos, si fuerais capaces de llegar a una acuerdo, en los cuatro o cinco puntos básicos que sustentan una sociedad democrática, es posible que la gran masa social también lime asperezas entre ellos. Mentira, o quizá no. Lo normal y adecuado para las relaciones personales, políticas y comerciales es el trato pernicioso. Mentira, o quizá no. Lo que está claro es que uno no llega muy lejos si es afable y muestra empatía. O acaso pensamos que un ministro o un presidente de una entidad bancaria o un consejero delegado de una multinacional es una persona simpática, cordial y preocupada por los problemas sociales y lucha a brazo partido por aumentar el salario mínimo y por incentivar inversiones para disminuir el desempleo. Diría que no. Lo que se lleva es el trato adverso, si se llega a un acuerdo será mirando al otro por el encima del hombro. De otra forma parece imposible. Y esto, creo que no es mentira.

Echando un vistazo al encriptado panorama político, es imposible toparse con un pez gordo que no viva en permanente estado de trato negativo, incluso despreciativo, y los que optan por un trato menos nocivo y más cordial, se nota a la legua que están envueltos en una piel de cordero, cuando son tan lobos como el resto. La mayoría de los ciudadanos desea un pacto y quiere que se mejoren sus condiciones de vida o, al menos, que se mantengan, y no al revés, como está sucediendo en los últimos años. Y esto, tampoco es mentira.