martes, 16 de febrero de 2016

EL SANTO JUAN PABLO

Lo que parece lógico y normal a ojos de la religión se torna monstruoso. Las relaciones entre personas, la vida misma de la persona, siempre ha estado en entredicho a causa de una serie de dogmas antinaturales. Los seres humanos, biológicamente, nacen, crecen, se reproducen y mueren. Somos así, va en nuestra naturaleza. Es tan racional como que el hombre no puede derribar un árbol con sus manos o como que necesita beber agua y comer alimentos para vivir. Mal que les pese a algunos.

Recientemente han salido a la luz pública unas cartas “íntimas” que han permanecido en secreto durante años en la Biblioteca Nacional de Polonia. El que fuera el papa más joven de la historia y tras su muerte canonizado a una velocidad de vértigo, Karol Wojtyla, el ahora san Juan Pablo según los ingenios de la iglesia cristiana, mantuvo una estrecha amistad con Anna-Terese Tymieniecka, tal como desvelan esas cartas personales. Ambos eran compatriotas, ella vivió la dura experiencia de al ocupación nazi de Polonia y emigró a Estado Unidos. Anna-Terese, casada y con tres hijos, era filósofa y contactó con él para reeditar y ampliar conjuntamente un libro de filosofía escrito por Wojtyla (Persona y acción). Estos encuentros se sucedieron a lo largo de un tiempo dilatado, treinta años, y acabaron trascendiendo de lo meramente formal hasta convertirse en encuentros confidenciales, tal como desvelan esas cartas. Entonces Wojtyla ya ejercía de cardenal y arzobispo de Cracovia, allá por el año 1973. Esa amistad perduró a lo largo de los años, los encuentros se fueron sucediendo. En 1979 Karol Wojtyla fue elegido papa y siguieron reuniéndose, a solas o con la presencia de secretarias, cimentando una relación que ya venía de lejos y nunca fue desconocida. 

Han aparecido a la luz pública algunas fotografías que inmortalizan esos encuentros. Aquí se muestra una fotografía, en la que el aún cardenal, realizó un viaje a Estados Unidos 1976 para asistir a una conferencia católica y aprovechó para congeniar con Tymieniecka en la campiña de Nueva Inglaterra, lugar de residencia de la filósofa. Ya entonces, la compatriota de Wojtyla, revela en sus epístolas un conflicto emocional que va más allá de la pura amistad. La imagen que aquí se muestra deja entrever muchos aspectos de la vida íntima y personal que no se dejan al descubierto a cualquiera. Vemos un cardenal Wojtyla aún vigoroso, de piernas musculadas y hombros fornidos. En camiseta y pantalón corto. Ella vestida cómoda, camisa y falda anchas. Los dos muy campechanos, cercanos. Parecen que se acaban de levantar en mitad de la campiña y han salido de la tienda de campaña tras una noche apacible. Su actitud es la de una pareja que se conoce en la intimidad. Su tranquilidad corporal denota esa cercanía emocional. Dos hamacas, cada uno la suya, hacen que esa relación de pareja se extienda a su entorno y parezca de convivencia a ojos de Dios. Él mira al suelo, lleva ropa o una toalla en la manos, parece decir a Tymieniecka algo así: “Querida, las duchas estaban ocupadas, me ducharé después”. Ir de camping no tiene la mismas comodidades que vivir en el Vaticano, pero eso sí, es la mejor manera de pasar desapercibidos.


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