martes, 3 de mayo de 2016

LOS MISTERIOS DE VELÁZQUEZ (I)

Una de las muchas pinturas, orgullo de la pinacoteca más importante del Mundo, el Museo del Prado, es un lienzo de proporciones descomunales en el que las figuras están pintadas a tamaño real y que llevaba por título La Familia de Felipe IV. Con ese nombre no es ahora conocido, pero así figura en todos los inventarios de los palacios en donde estuvo expuesto y no es hasta 1843 cuando figura en el Museo del Prado con el nombre por el que se le conoce actualmente: Las Meninas.

Todo el mundo sabe que este cuadro es una de las más importantes obras de la pintura universal y no faltará quien diga que es la mejor pintura que jamás haya salido de artista alguno. Su autor es Diego Rodríguez da Silva Velázquez, nacido en Sevilla en el año 1599. Su padre era de ascendencia portuguesa y su madre sevillana. Siguiendo la costumbre de la época, adoptó el apellido materno por el que fue mundialmente conocido.

En el cuadro, según dicen los estudiosos y entendidos en pintura, se compendia, como si de una enciclopedia se tratara, todo lo que se puede saber sobre pintura. No se conoce con mucho detalle la fecha en que fue pintado, ni cuanto tiempo invirtió su autor en terminarlo, pero algunos datos ayudan a hacer una datación bastante certera. La figura principal, colocada en el centro de la tela, es la Infanta Margarita de Austria, que representa unos cinco años y que por saberse que nació el 12 de julio de 1651, se piensa que el cuadro debió pintarse sobre el año 1656. Tampoco tiene firma, pero eso fue porque no le hacía falta. Velázquez firmó con su autorretrato.

A la vista del cuadro, se piensa que eran las niñas (meninas en portugués) el objeto del mismo, pero una observación más detallada nos refleja muchas cosas más. El pintor se encuentra tras un enorme lienzo, en el que se aprecia que está trabajando y dirige la vista hacia el objeto que está pintando que parece quedar en el anonimato, pero un espejo colocado al fondo de la habitación nos desvela el misterio. Dos personas aparecen en la imagen que el espejo devuelve al espectador y estas personas son el rey, Felipe IV y su esposa Mariana de Austria. Felipe IV reinó más 44 años, uno de los reinados más largos de la historia española. Fue Rey de España, Portugal, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, duque de Milán, soberano de los Países Bajos y conde de Borgoña.

Muchas cosas más transmite esta pintura al espectador pero de entre todas ellas, yo me quedo con la más enigmática de todas: el autor. Si se observa el cuadro con detenimiento, no cabe duda de que Velázquez se ha querido favorecer a sí mismo, pues en el momento de pintarlo debía tener cincuenta y siete años, edad avanzada para la época, aunque en la pintura se ve a un hombre mucho más joven y apuesto, elegantemente vestido de negro y sobre cuyo pecho luce para que todos la vean, la Cruz de Santiago, una de las cuatro Ordenes Militares y quizás la más prestigiosa de todas.

Si leemos un tratado de heráldica, describirá la Cruz de Santiago como Cruz de Gules (que quiere decir rojo intenso), simulando una espada, con sus dos brazos y la empuñadura terminados en flor de lis que representa el honor sin mancha. Con muchos más aderezos propios del protocolo de la heráldica, la Cruz de Santiago es la emblemática figura que los monjes-soldados lucían en sus capas blancas y estandartes y en el pecho.

Ingresar en la Orden militar de Santiago no era cosa sencilla, es más, la cosa era bastante complicada porque había que demostrar sin ningún género de dudas que se poseía limpieza de sangre. No valía ser converso, aunque lo fuera por muchas generaciones; la condición de cristiano viejo tenía que quedar claramente demostrada. Además, había de presentarse un linaje de hidalgo por la sangre o fuero, no por privilegio, como muchos adquirían la hidalguía; y por último, demostrar que no se subsistía gracias al trabajo de las manos sino que se poseían otros recursos económicos que liberaban al aspirante de trabajar para comer.

Con esas premisas, Diego Velázquez, el pintor del rey, tuvo muy difícil el acceso a la mencionada orden. En primer lugar su familia paterna procedía de Oporto, en Portugal, en donde no se sabía cual era exactamente la ascendencia del artista, si bien, por parte de su madre la cosa de las creencias religiosas resultaba más fácil de comprobar. Su hidalguía no constaba por parte alguna y de gozar de dicho privilegio lo sería de esa manera, por privilegio real, cosa que la orden contemplaba como excluyente. Y, por último, lo más evidente de cuantas premisas se incumplían: un pintor ha de trabajar forzosamente con las manos para ganarse el sustento, por muy artista y pintor real que fuera y por mucho que la monarquía le tuviese en gran estima y pagase altamente sus trabajos.

Al hablar de la limpieza de sangre, es necesario detenerse un momento para explicar hasta qué punto llegaron a estar las cosas. El primer estatuto de limpieza de sangre se dio en 1449 en la ciudad de Toledo, en donde se consideró que dado los crímenes, las herejías y las agresiones contra los cristianos viejos, los conversos eran indignos de ocupar cargos públicos en todo el territorio de la jurisdicción de los reinos de Castilla y Aragón. La Iglesia se opuso a semejante atrocidad, pero lo cierto es que años después, el Papa Borgia, Alejandro VI, aprobó un estatuto de pureza de sangre para la Orden religiosa de San Jerónimo. Desde entonces, los gremios, determinados estamentos sociales y las Órdenes Militares, aplicaban el precepto para admitir a nuevos miembros. La situación llegó a ser tan desquiciante que los caballeros y personas de las altas esferas de la nobleza, acostumbraban a descubrir totalmente el brazo con el que manejaban la espada, para que se pudiera ver la claridad de su piel, sin mezclas con las pieles oscuras de los judíos o de los moros. Esa costumbre acuño el término que desde entonces se usa para distinguir a la gente de la realeza, como de “sangre azul”, porque a través de las pieles claras se dibujaban las azuladas líneas de las venas.

Así las cosas, Velázquez fue desechado por el capítulo de la Orden de Santiago y no se concedió al pintor el ingreso en la misma. Entonces, ¿por qué en Las meninas aparece con la con la famosa cruz sobre su pecho? 

(continuará…)


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