martes, 20 de septiembre de 2016

MOORE, MOORE, MOORE

Me llamo Michael Moore, Moore, Moore. Así empieza su monólogo chispeante Joaquín Reyes enfundado en la piel de l’enfant terrible norteamericano. Su última película Where to invade next? (¿Qué invadimos ahora?) nos muestra abiertamente las alternativas que ofrecen otros países para mejorar la sociedad.

Parece claro que la gestión de nuestra sociedad despierta poco entusiasmo. Nos gustaría tener un educación y sanidad pública de calidad, que se invierta en investigación y desarrollo y que todo esto se haga sin ánimo de lucro. La mayoría cree que los ricos deberían pagar muchos más impuestos y también que deberían reforzarse los derechos de los trabajadores. Y sucede todo lo contrario, ¿por qué? A menudo hay un abismo entre lo que los ciudadanos quieren y lo que creen que es posible. Durante décadas, nos han machacado con la afirmación "no tenemos otra opción" y hemos aceptado la inevitabilidad de la injusticia. 

Los Papeles de Panamá son una buena muestra de ello. Se puso de manifiesto cómo los ricos esconden su patrimonio mientras defienden que son necesarios nuevos recortes sociales. Pero la respuesta social fue absurdamente tolerante: “¿Y qué te esperabas?”, “¿de verdad te sorprende?”, “¡Es lo más normal del mundo!”. Se da por senado que los ricos intentan evadir impuestos de forma masiva; lo que sorprendería, contrariamente, es que no lo hicieran. 

Más que rabia, los ciudadanos sienten cansancio o una mezcla de ambas sensaciones. Esta situación impide que surjan movimientos populares tan necesarios para terminar con las injusticias. Y a veces, cuando estos movimientos sociales afloran casi por necesidad imperiosa, los poderes fácticos (la banca, la iglesia, los medios de comunicación) se encargan de acallarlos revertiendo ese empuje regenerativo imprescindible para luchar contra las injusticias, mediante el miedo y la mentira, y así, conseguigen manipular las voluntades de las personas. En vez de tomar las calles, la mayoría de los ciudadanos prefieren indignarse frente al televisor y luego seguir con sus vidas, asoladas por la inseguridad y el mangoneo.

Tras su estrafalaria imagen Michael Moore nos retrata con opípara maestría este tejemaneje de voluntades, amparadas por el dinero y el poder. Su película gira entorno a una sátira muy sencilla. Moore señala que Estados Unidos ha llevado a cabo una serie de invasiones militares, desde Vietnam hasta Irak, cuyo máximo logro ha sido un número de víctimas devastadoramente alto. ¿Qué pasaría si el cineasta invadiera países para apropiarse de ideas y políticas pensadas para ayudar a los ciudadanos y se las llevara a su país? Estados Unidos es prácticamente el único país industrializado que no tiene vacaciones anuales obligatorias. Así que Moore viaja a Italia con el propósito de formular una pregunta audaz: ¿Alguna vez se han preguntado por qué siempre parece que los italianos acaben de mantener relaciones sexuales? Uno de los motivos podría ser el número de días pagados de vacaciones: 30 días anuales si incluimos los días festivos. Tal vez algunos podrían indicar que este equilibrio más sano entre el trabajo y la vida personal es el responsable de los problemas económicos de Italia, y por este motivo es importante señalar que Alemania, esa gran potencia económica, ofrece 34 días de vacaciones. 

También está el caso de Finlandia. En España (en todo su territorio) tenemos un gobierno que está decidido a fragmentar nuestro sistema escolar estatal y aplicar los criterios del mercado. Si la filosofía del gobierno es "lo que funcione" entonces debería tener como punto de referencia el modelo finlandés, como hace Moore. Los resultados escolares de Finlandia se encuentran entre los más altos del mundo, a la par que su inversión en educación. Es un país sin prácticamente escuelas privadas y donde no se lleva a cabo un proceso de selección académica. Los niños no empiezan la escuela hasta los siete años, tienen menos horas de clase, se le da mucha importancia a los juegos y los alumnos prácticamente no se llevan deberes a casa. El hecho de proporcionar buenas escuelas a todos los niños y priorizar el bienestar de los alumnos da buenos resultados. A diferencia de, por ejemplo, España, donde los niveles de confianza en el sistema educativo cada vez son más bajos debido a los recortes, los profesores finlandeses están muy bien valorados. Finlandia tiene una sociedad más igualitaria que España. Son muchos los estudios que coinciden en señalar la relación entre la pobreza y el bajo rendimiento académico. 

Hay muchos ejemplos más. Países como Alemania y Eslovenia, consideran que la educación universitaria es un bien social y, por este motivo, no hay tasas académicas. Podría citar muchos casos más. En los países nórdicos, que tienen impuestos más altos y un estado de bienestar más sólido, la calidad de vida es más alta.

La principal aportación de este tipo de películas es que extienden la noción de que el orden establecido no es inamovible. Todos los que pensamos que la sociedad se debe gestionar en beneficio de la mayoría, y no para contentar a una diminuta élite, a menudo estamos a la defensiva. Debemos seguir luchando contra las injusticias, pero resulta evidente que para situarnos al mismo nivel que nuestros adversarios debemos redoblar nuestros esfuerzos por presentar un mensaje alentador y lleno de esperanza. Son muchas las alternativas posibles y ha llegado la hora de actuar.

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